"La verdadera experiencia no consiste en descubrir nuevos países, sino en ver la realidad con nuevos ojos"— Marcel Proust.
En Colombia cuando un político que encarna una tercería deja en libertad a sus electores —como si el voto no fuera su derecho—, sugiere votar en blanco o acude a la abstención es usual que ya tenga un acuerdo por debajo de la mesa, con tapabocas, con quien piensa que va a ganar, pero no quiere salir en foto alguna ni aparecer cercano o coincidir con él. Pero, remember, con el avance de las redes sociales y el despertar de las nuevas ciudadanías no hay nada oculto bajo el sol; además, en política, la mentira cuesta.
Detengámonos un poco, ¿qué es una tercería? Dícese de una opción alternativa que se sostiene por sí misma hasta el final de la elección, en este caso la primera vuelta, pero que de no ganar le favorece a quien lleva la cabeza, ahora en la carrera presidencial. Quizás, por eso no participaron de la consulta interpartidista, en la que han podido triunfar, ni se alían para segunda vuelta, manifestando conservar una zona gris de independencia, que de nuevo y de manera probalística le tributaría a quien llevó la punta de la lanza en la pasada elección. Aún más, dejar en libertad a los electores, per se, lleva consigo un veneno: el único poder de decisión real, secreta, libre, consciente, con que cuenta el ciudadano, es el voto. Un ciudadano, un voto es la premisa principal de nuestro pacto social y es la principal regla procedimental de la democracia.
Votar en blanco en segunda vuelta no tiene efecto alguno, como lo reza la Constitución de 1991 en su parágrafo 1 del artículo 258, luego no es eficaz en política hacer este ejercicio en esta coyuntura. Deja mal parado en su coherencia a quien lo manifieste. Coincido con quienes afirman que no debería incluirse esta casilla en el tarjetón electoral de segunda vuelta. Abstenerse sería irresponsable en este momento histórico y crucial para nuestra débil democracia. Participar y decidir por la alternativa que abre la Colombia Humana con el candidato Gustavo Petro Urrego es consecuente con la realidad actual del país y la grave amenaza en ciernes de volver a un pasado de ingrata recordación frente a la exclusión sistemática, la falta de pluralismo y de libertad política, las continuas violaciones a derechos humanos y al ejercicio pleno de la ciudadanía, el irrespeto y violencia contra la diferencia, la economía e instituciones extractivistas, la concentración del poder y de la riqueza con la “ley de hierro de la oligarquía”, toda la receta de por qué fracasan los países [1].
Señores que lideran la Coalición Colombia, con su decisión de acudir al coctel molotov de dejar en libertad a sus electores para abstenerse o votar en blanco o escoger entre el pasado y el futuro, entre la vida y la muerte, ¿entrarán ustedes con creces, en la franja de confort, de los políticos tradicionales del establecimiento? Los que, como bien lo escribieron en Penumbra en el capitolio [2], son enemigos acérrimos del cambio, conformistas, irónicos frente a las ideas innovadoras; que viven aislados del pueblo y prepotentes frente a sus necesidades; de espaldas a la realidad y desubicados ante la problemática nacional; puesteros, clientelistas, coimeros, reyecitos que se creen los dueños del mundo e inderrotables; raponeros de las rentas públicas; enquistados frente al relevo generacional; escondidos como un camaleón en el color que más sacié su sed voraz de poder, que perpetúe sus eternos privilegios y que separe a la posible convergencia, con vocación de triunfar para las mayorías en la actual carrera presidencial, y quizás única ocasión, desde la independencia.
Ojo visor, se convertirán en los jóvenes viejos, como diría Salvador Allende que, tal cual los líderes de papel de hoy, del añejo bipartidismo, hacen política siempre un siglo atrás. Sin embargo, aún hay esperanza, el balón está en la cancha de las nuevas ciudadanías; no en las zonas grises. Está la opción viva en la energía del poder de la gente que cree que, con su voto, pueden cambiar nuestras vidas. Somos los que vamos a aportar la fuerza de nuestros sueños y de nuestra esperanza —esa bola de nieve que cuando crece, no la detiene nada ni nadie—, unidos para votar masivamente por la nueva Colombia, más humana, más justa, equitativa, sustentable, igualitaria y en paz. La gran coalición es el camino. Cambiemos juntos al país. Únanse ahora, después la historia se los reclamará.
[1] Acemoglu, D & Robinson, J. (2012). Why Nations Fail. Crown Publisher, New York. [2] Behar, O & Villa, R. (1991). Penumbra en el capitolio. Editorial Planeta, p.p. 85-88