Cuando Zoilamerica Narváez Murillo, en 1998, presentó públicamente su denuncia contra Daniel Ortega, este se recuerda como el momento que pudo cambiar para siempre el destino de Nicaragua. En una sala abarrotada de medios de comunicación nacionales e internacionales, la hijastra de Daniel Ortega, líder del régimen Sandinista -actual presidente de la república y para ese entonces ya expresidente de su primer mandato que duró la década de los 70- lo acusaba de haberla violado periódicamente por 6 años durante su infancia y adolescencia.
Pero los abusos habrían empezado antes, desde que Ortega conoció a su madre en 1977, cuando Narváez tenía apenas 10 años.
Según su testimonio, para esa época Ortega tenía más de 30 y dirigía una de las facciones del Frente Sandinista, el movimiento guerrillero que luchaba contra la sangrienta dinastía de los Somoza, a la cual derrocarían años después. Para Zoilamérica, el entonces guerrillero que había salido de la cárcel meses antes de aterrizar en sus vidas era sobre todo una pareja más en la vida de su madre.
El naciente noviazgo entre su madre y Daniel Ortega no impidió que este empezara a meterse en su cama para tocarla indebidamente, según ha denunciado. "Recuerdo que mi reacción de protección siempre fue quedarme paralizada, hacerme como que seguía durmiendo", parafraseando sus intervenciones. El abuso se recrudeció luego del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 y el nombramiento de Ortega como coordinador de su Junta de Gobierno.
Su madre, Rosario Murillo, actual vicepresidenta y primera dama de Nicaragua, era cómplice de los abusos tal como Zoilamerica ha dicho en recientes entrevistas. Sin embargo, al momento de la denuncia, Murillo fue la primera en negar los testimonios y acusaciones de su hija. A Ortega lo defendió a capa y espada mientras que de Zoilamerica no volvería a referirse nunca más y ni tampoco a ver desde entonces.
"Yo escuché cuando mi madre le reclamaba a Daniel Ortega que ella sabía lo que estaba pasando, sin referirse directamente a qué pasaba", cuenta. "Sin embargo, nunca encontró quizá la manera de hacer algo para detenerlo totalmente", dice. Y nada hicieron tampoco los otros miembros del entorno de Ortega, que a diario le decían que debía estar orgullosa de ser la hijastra del líder revolucionario.
Han pasado más de 20 años y la denuncia de la Zoilamerica Narvaez pareció tener como consecuencia visible solo su propio exilio. El escándalo alrededor de la denuncia se disipó muy rápido y no impidió que su presunto violador y padrastro fuera nuevamente elegido presidente 8 años después de haberlo denunciado públicamente.
"He enfrentado todo tipo de ataques, todo tipo de acusaciones, todo tipo de manipulaciones, todo tipo de conspiraciones, y nuevamente me estoy enfrentando a lo que es una verdadera conspiración", dijo en su momento Ortega quien utilizó la inmunidad parlamentaria de la que gozaba en esos momentos para evitar comparecer ante la justicia hasta no estar seguro de que el caso sería desestimado.
Nunca más volvió Zoilamerica a ser un tema de conversación en la familia presidencial nicaragüense Ortega-Murillo muy a pesar de ser la primogénita de –mamá Rosario- con quien Daniel tiene 7 hijos que actualmente ocupan altos cargos estatales y ministeriales de su gobierno.
Narvaez es solo un apellido que Zoilamerica escogió con el tiempo, buscando escapar de la legión Ortega que por adopción le correspondía su nombre. Hoy es una voz lejana de la política nicaragüense que poco se ilusiona ante la rotunda aniquilación de su recuerdo en el marco familiar que gobierna su país natal.