Hacia fines de la década de los 90, dos novelas causaron sensación en los Estados Unidos: Café Nostalgia y La Nada Cotidiana. Su autora, Zoé Valdés, exiliada cubana, residía en París. La controversia no solo tenía que ver con su estilo erótico y descarnado, sino que era una denuncia abierta a la opresión en Cuba. Convertidas en bestsellers, ambas novelas impactaron también, traducidas, a los lectores en países recién liberados de la unión soviética, que entendían que el sexo como la literatura es, una forma de rebelión en una vida gobernada hasta la crueldad por la dictadura comunista. Las novelas de Z.V. continuaron asombrando al mundo literario por su mensaje de que la imaginación y la creatividad son más tenaces frente a la opresión. Como otros escritores surgidos de los supuestos “paraísos”, y que denuncian ante el mundo la decepción ideológica, Zoé Valdés se ha convertido en la voz del exilio cubano y para el interminable régimen, en enemigo acérrimo. Su obra está totalmente vedada en Cuba y por tanto es más codiciada entre los cautivos isleños.
Zoé Milagros Valdés Martínez, de raíces chinas e irlandesas, tiene memoria e imaginación prodigiosas, y es por eso que ha podido contar y reinventar la historia de sus antepasados a través de sus personajes (Sangre azul, Te di la vida entera, Habana mon amour, La salvaje inocencia). Como en todo artista genuino, en ella se conjugan muchos talentos que resumen su creatividad. Y es que Zoé, aparte de la de escribir, nació con una serie de habilidades para sobrevivir la inhumanidad despiadada del régimen de Castro y luego la soledad lacerante del exilio. Gracias a su amplio conocimiento del mundo del cine, Valdés pudo estudiar en la Alianza Francesa en París, en donde estuvo destinada con la delegación de Cuba en la Unesco, y más tarde en la Oficina Cultural de la Misión de Cuba en París. Fue subdirectora de la revista Cine Cubano durante cinco años y guionista del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. Actualmente es ciudadana francesa y desde 1997 posee la nacionalidad española. Es miembro de la Orden de las Artes y las Letras francesa y su obra ha obtenido numerosos premios internacionales.
Escribiendo poesía y libretos de cine (Respuestas para vivir, Cantata, Amorosa, Vidas paralelas), Zoé pudo en su juventud, sobrellevar la sórdida realidad de la isla/prisión del Caribe. Un país donde la gente vive en una dualidad, un mundo esquizofrénico como mecanismo de defensa. Desde entonces sus escritos documentan las peripecias físicas, emocionales y espirituales de esos seres que deambulan por las calles de la Habana en busca del sustento diario o el escapismo. Reinventando la rueda, en el rebusque, tratando de resolver. El secreto a voces del régimen es que un pueblo hambriento no tiene ni las fuerzas ni el tiempo para rebelarse. Los afortunados que logran escapar se riegan por el mundo, testigos directos del fracaso de una utopía, que un público cómplice o ignorante, se niega a aceptar. Muy pocos creen en la dimensión del infierno creado en la tierra por la ideología de locura, (La ficción Fidel). Quizás el hecho de que el tráfico sexual, el modus operandi para adquirir productos de primera necesidad (que el cinismo del turista, a cambio, provee), ha condicionado a varias generaciones del cómicamente llamado “hombre nuevo”, en un ser amoral, pasivo agresivo, un ente. Un ser en apariencia maleable y manipulable, que vive del escapismo o trata de escapar, para, como en muchos casos, perecer víctima del vicio, las enfermedades venéreas, o una balsa improvisada.
Prolífica y creativa, como su segundo nombre, Zoé ha hecho milagros con su tiempo, en un cuarto de siglo en exilio. Sus biografías libres, como la de Marlene Dietrich, ambientada en el mundo de comienzos del cine en El ángel azul, la de Dora Maars y su relación con Picasso en La mujer que llora, la vida y obra de Paul Gauguin en La casa del placer y su más reciente sobre el dictador Fulgencio Batista Pájaro lindo de la madrugá son un ameno paseo por la historia y el interesante regodeo en la psiquis de los famosos. Sus cuentos y poesías están inspirados en su Habana y en la relación estrecha con su hija Attys Luna, (Misterios de la Habana, Los aretes de la luna, Luna en el cafetal). En la reafirmación de su libertad de expresión y su afán de documentar lo que ha sido su vida y la de la época en la que le ha tocado vivir, la de Z. Valdés es una presencia constante en la red y los medios de comunicación, ya escribiendo columnas, denunciando las violaciones de los derechos humanos en el suyo o en otros países, dictando conferencias sobre diferentes temas o concediendo entrevistas a la prensa internacional. De ese modo, la obra de Zoé Valdés se considera existencial, porque está vivida y sufrida en carne propia, y nihilista porque contiene la filosofía del intelectual desarraigado, en primera persona. Los frecuentes escenarios en sus novelas, la Habana, Miami, Madrid o París tienen en común el crisol de esas filosofías. La narrativa de Z. Valdés contiene elementos cinematográficos porque bulle en imágenes; la realidad se mezcla con el humor negro producto del absurdo, que hace llevadera la vida de los protagonistas y del mismo lector que se identifica con ellos. Los personajes son seres que lamen sus heridas y viven la vida al azar. Vivir por vivir es, en sí, un logro. Respirar, comer, dormir en un lugar limpio y decente con la ilusión de libertad, es toda una proeza.
Las novelas de Zoe Valdés hablan de exilio, espacio donde los proscritos como su alter ego Yocandra, se trasplantan a la fuerza, esperando rehacer una identidad cuya mitad o más se ha quedado en el pasado. El exiliado es un ser que vivirá fuera de lugar toda su vida. Una persona que, simbólicamente extraviara sus llaves todo el tiempo y recordará, como en una película, la primera vez que experimentó la playa y las aguas de Varadero. Los antihéroes de Zoé Valdés son bohemios y se refugian en un todo cotidiano en busca de una eludible felicidad.
El régimen no ha logrado destruir las playas, ni la naturaleza seductora de La perla del Caribe que Zoé describe tras el filtro de la memoria y su nostalgia. La imaginación de sus artistas y escritores, la musicalidad de las noches caribeñas, el humor cubano, el recuerdo de la otra Cuba, sobreviven a pesar de la opresión o quizás como el desafío de las mentes creativas. Por eso La Habana es un fetiche de los turistas o desinformados de esa inhumanidad, documentada hasta el cansancio por escritores como Zoé Valdés y su antecesor Reinaldo Arenas.