El coronel Aureliano Buendía dio inicio a sus innumerables guerras el día que vio a su suegro, alcalde de Macondo, en la jornada de elecciones y previo al conteo de votos, intercambiar a su antojo boletas de votación verdes por azules, o rojas por moradas, cometiendo con ello un acto no solo ilegal y hasta punible, sino que contrario a las funciones propias de un alcalde.
Recordaba aquel relato de ficción cuando la realidad misma golpea y me llama la atención de forma especial el cruce de palabras y discursos entre el presidente de la Corte Suprema de Justicia y el vicepresidente del mismo ente por algo supuestamente tan simple y elemental como es el respaldo con foto, abrazoy placa incluida que le dio el primero nombrado al siempre presente blablablá Santos.
Fue un apoyo decidido y solemne al tan renombrado proceso de paz, cuando a las pocas horas o al día siguiente aparece el vicepresidente de la misma Corte soltando su propio discurso y alegando algo así como que lo que dijo el presidente (de la Corte) no era más que un inapropiado acto que no cuenta con el respaldo de los magistrados.
Vaya uno a saber, pero el caso es que dentro de las múltiples funciones a cargo de la Corte Suprema de Justicia no se encuentra la de dar espaldarazos a actividades políticas. Y todo esto mientras, según dice la prensa siempre amarillista, cada cuatro minutos se interpone una tutela para invocar el derecho a la salud.
Dentro del mismo tema, no puede pasarse por alto el inquieto llamado de atención que formula la representante a la Cámara Angélica Lozano, quien en la misma semana saca a la luz el inquietante dato de que casi el cuarenta por ciento de los proyectos de ley que aprueba esa corporación no pasan de ser iniciativas que promueven el rendimiento de honores a todo lo que alcance la vista, ya sea un pueblito, un colegio o hasta una biblioteca. O una persona, obviamente. Casi la mitad de su actividad se dedica a aplaudir actos ajenos cuando los temas candentes ni siquiera se debaten.
Son ejemplos tomados al azar de funcionarios o entidades que se meten en asuntos que no son de su incumbencia, aunque creo que no cabe duda que el rey del meterse donde no lo llaman no es alguien diferente al procurador, quien cada vez que ve en cualquier rincón a dos homosexuales dándose un piquito, quema un libro y suelta una de sus frases incendiarias sobre solo hombre y mujer bajo la consabida fórmula del matrimonio celebrada ante un cura que te da la espalda, y eso que no hablamos de aborto, pastillitas anticonceptivas o el coco de los cocos, la eutanasia asistida.
Solo esperemos que la realidad no supere a la ficción y se nos reavive el coronel Aureliano Buendía y nos de un buen susto.
Y hablando de…
Y hablando de sustos, aterra la situación en Venezuela y los presos políticos. Llevan meses y meses detenidos sin que se vea juicio alguno, encarcelados en un cuarto de dos por dos sólo por agitar ideas.