Ahora que viajan por el mundo en el avión privado que utiliza su hijo desde Miami, Abelardo De La Espriella Juris no se acuerda las canas que le sacaba el muchacho mientras era el personaje más divertido del colegio La Salle de Montería. Sus bromas marcaron época. Era un histriónico capaz de tirarse por el piso y botar babaza por la boca, convulsionaba en el suelo simulando un ataque de epilepsia. Al principio los profesores se alarmaban al punto de incapacitarlo por uno o más días. Era la manera de ausentarse del colegio. Con el tiempo descubrieron la obvia estratagema. A Don Abelardo, un próspero abogado y exmagistrado con amplia experiencia en la política, le tocaba pedirle cita al rector Germán Jaramillo, quien, cuando se graduó su hijo en 1996, le dijo entre dientes mientras le entregaba su diploma: “Qué bueno, por fin se larga de acá”.
En esa época Abelardo De La Espriella Juris ya había renunciado al Tribunal Contencioso Administrativo de Córdoba para aspirar, por primera vez en su vida a un cargo de elección popular: la gobernación del departamento en las elecciones de 1994, el mismo año en que su hijo se instalaba en Bogotá para estudiar derecho en la Universidad Sergio Arboleda. De La Espriella Juris formaba parte de la camada de entusiastas que seguían a Luis Carlos Galán y el naciente Nuevo Liberalismo. Tuvo entonces su primer revés político: fue derrotado por Carlos Buelvas Aldana, quien terminó siendo uno de los gobernadores que más expidió licencias para la creación de las Convivir en el departamento, entre éstas la del paramilitar Salvatore Mancuso, quien ya pertenecía a las ACCU cuando conformó la Convivir Nuevo Horizonte que operó en Tierralta.
Inclaudicable, Abelardo De La Espriella Juris repitió cuatro años después, pero volvió a ser derrotado, esa vez por el gobernador Ángel Villadiego, del Partido Liberal, quien fue elegido con 233 mil votos y en 2003 fue condenado por parapolítica.
La política y sus aspiraciones electorales con el Nuevo Liberalismo parecieron quedar atrás cuando en el 2002, con la llegada de Álvaro Uribe Vélez a la Presidencia de la República, se le abrió la ruta profesional que seguiría durante los siguientes 16 años. Abelardo aceptó el ofrecimiento de Uribe —con quien entabló una estrecha amistad desde la época en que el expresidente era gobernador de Antioquia y De La Espriella aspiraba a la de Córdoba— de una notaría en Cartagena. José Félix Lafaurie había sido, a su vez, nombrado superintendente de Notariado y Registro, en pleno escándalo por la Yidispolítica en que resultaron enredados varios nombramientos notariales a cambio de votos claves en el congreso para asegurar la reelección de Uribe.
De La Espriella Juris quedó al frente de la Notaría 3 de Cartagena después de que el recién posesionado presiente Uribe pidiera el retiro forzoso por edad de Ricardo Barrios Villarreal. Aunque De La Espriella no tenía ninguna experiencia en el campo, Lafaurie certificó que el nuevo notario reunía todos los requisitos exigidos.
En Cartagena estuvo tres años, hasta que se abrió el cupo en la Notaria 45 de Bogotá, aunque al final terminó en la Notaria 32. Decidió mudarse a Bogotá. El Superintendente que reemplazó a Laufaurie y que terminó condenado por la Yidispolítica, el vallenato Manuel Cuello Baute, mencionó a De La Espriella entre el listado de nombramientos mediados por intereses políticos del legislativo para la reelección de Uribe. De la Notaría 32 hizo una moderna y eficiente oficina junto a su esposa la también abogada María Eugenia Otero que les ha brindado una vida de comodidades. Con los años, afloró en Abelardo De La Espriella Juris el sibarita que permanecía dormido, y encontró en su hijo Abelardo el mejor alumno.
El viejo Abelardo se ha dedicado a mezclar trabajo y disfrute. El propio Abelardo de la Espriella Junior reconoce que los papeles, con los años, se han trastocado. Ahora él, mientras escoge para descansar la tranquilidad del jazz o la ópera, sus géneros favoritos, su papá se le mide al reguetón, el ruido de las redes, las fiestas interminables. A los 75 años se acostumbró a ver como el sol interrumpe sus bailes cadenciosos y su risa estruendosa que aumenta en intensidad con los años. Si existe alguien parecido a un cantante gocetas, ese es el papá del abogado más controversial de Colombia.
Descendiente de sirios, no tiene los refinados gustos culinarios de su hijo. Le gustan los chicharrones, el suero costeño, las carimañolas. Es un hombre del pueblo que disfruta desayunando en mercados improvisados. Es inmune a las críticas de su hijo quien alguna vez gozó con el vallenato —fue el productor de Iván Villazón— y ahora descansa haciendo discos de ópera producidos por el gran José Gaviria y que le han dado una nueva fama, complementaria al de duro penalista.
Aunque tuvo un primer obstáculo, la última gran aventura de De La Espriella Juris parecería ser la conquista de la esquiva gobernación de Córdoba. Si bien el respaldo del Centro Democrático con la bendición del expresidente Urice, parece haberse enredado, no piensa desistir. Así lo dejó de claro en la breve pero desafiante carta que le envió el pasado 22 de febrero a la directora del partido Nubia Stella Martínez renunciando a su precandidatura con el uribismo.
Según De La Espriella, él y los otros precandidatos — Carlos Gómez Espitia, Iliana Garzón, César Jattin Feris y María Milene Andrade— ya habían acordado con Uribe el mecanismo para escoger candidato después de que se pusieran de acuerdo en el método, pero al parecer le cambiaron las reglas a último minuto: “Yo no me voy a prestar para ese juego, yo podría mandar a inscribir varias personas para tomar ventaja pero prefiero no aspirar por el CD”.
Uribe, a quien le interesa mucho la gobernación de Cordoba, donde está su hacienda El Ubérrimo, destapó una nueva carta para el cargo: el neurocirujano cordobés Remberto Burgos, amigo suyo desde hace más de veinte años, como lo expresó en este trino.
Así no llegue a ser gobernador, Abelardo De La Espriella Juris seguirá con su alegría. Seguro el día que le notifiquen que por tercera vez perdió en la contienda electoral, armará un parrandón que sólo interrumpirá el crudo sol de Montería al mediodía. Solo que esta vez seguramente su hijo entonará con su voz de tenor “'O Sole Mio”, o sorprenderá con una canción de su nuevo disco.