Querida ministra lo del día D está muy bueno.
Lo que no cuadra son éstas palabras; ‘vamos a adoptar el modelo de educación de Singapur’.
Ahí está el reclamo que se le hace.
El modelo educativo que mejor le cuadra a Colombia es el colombiano. Pienso en monjes entrenando kung fu en su famoso patio, dónde cada uno, libremente, desarrolla su técnica y la enriquece con la de los demás. Está bien tomar ciertos elementos de un modelo pero decir vamos a hacer lo que hace zutanito, vamos a copiar tal cual lo que hace menganito, ese es el problema.
Es no haber aprendido nada, los académicos colombianos ya se han enfrentado a ese problema; vamos a hacer lo del vecino porque a él le sale bien. El padre Camilo Torres Restrepo en sus ensayos, describe un problema derivado de ese tipo de pensamiento, lo llama ‘nominalismo’ que es algo así como apropiarse de palabras de un idioma técnico sin conocer su significado u origen y aplicarlo (selfie por ejemplo) y desde allí construir una realidad dialéctica. Imagínese sumercé lo que eso implica.
Espero que no se aterre porque menciono al padre Camilo, pero es que de esto se trata. Desafortunadamente Camilo tomó las armas, pero el aporte científico es serio y valioso, y no por sus errores dejaremos de reconocer sus aciertos. Tenemos que reconciliarnos con lo nuestro y eso es superar el error y fortalecer el acierto. Es tenernos confianza.
Yo miro hacia este proceso de paz, se dice en los medios qué busca la reconciliación. Eso nos hace reflexionar que la dichosa reconciliación consiste en mirar para dentro, es, por un momento, olvidarnos de los demás. Es que los gringos –sí claro que tienen que ver ¿pero qué tanto?- es que los chilenos, es que en Singapur, claro eso vale. Pero ¿y lo colombiano?
Tenemos que mirarnos y reconocer lo bueno, lo malo y lo feo que somos, eso lo hacemos comparándonos es cierto, copiando ciertas actitudes de otras culturas, pero el grueso del aporte para el cambio (o para la permanencia) lo aportamos nosotros mismos ¿Con qué autoridad les hablamos a los jóvenes del cuento de la identidad cultural y de Diomedes, para qué lo perdonen, lo acepten y lo superen?
Me parece chévere el eslogan que adopto de Fajardo y de Antioquía; Colombia la más educada, esa es la ruta, esa es la actitud y hagámosle que por el camino se cuadran las cargas. Qué la acusen de copiar por adoptar lo de aquí, eso es mejor qué decir; ‘con el modelo singapurense, Colombia la más enredada’.
Yo me pregunto ¿cómo asumirá el problema del bilingüismo el modelo singapurense? Aquí un periodista cogió al presidente de FECODE con ese tema ¿do you speak english? Y el pobre casi que le contesta; usted que me pica las inglés y yo que… En efecto no sabían dónde estaban parados. El periodista reducía el bilingüismo al inglés, y el señor de FECODE lo veía como un problema de ‘competencias comunicativas’, y ambos como un problema para la ‘productividad’. Y la verdad los dos hablaban español y no se entendieron. Así de mal andamos en idiomas.
El problema del bilingüismo en Colombia –y Latinoamérica-, tiene origen en la necesidad de entender a nuestros propios ciudadanos diversos culturales. Tiene el reto de lograr la comunicación que se requiere para escucharnos y reconciliarnos y comprendernos, primero entre nosotros, antes que con los gringos -muy importante hablar inglés, es a latín-, para construir Estado, para reconocernos, para identificarnos, el imperativo del bilingüismo es el entendimiento entre las culturas que nos conforman para enriquecerlas y así fortalecernos como nación, multi-lingüística y pluri-étnica. Claro, y para hablar con los vecinos del planeta.
Para poder dilucidar esta cuestión tan compleja el mismo crearon una carrera universitaria, llamada Licenciatura en Etnoeducación y en ella reconoce como problema fundamental, que cada cultura –además de poseer su propia lengua- tiene una manera de educarse, es decir, que la educación como mecanismo intrínseco de la cultura es diversa como las culturas.
Ahora sumercé se va a traer el modelo singapurense, me imagino porque es muy ‘productivo’, también porque hablan inglés y malayo y mandarín y tamil, y eso nos ayuda al bilingüismo y al enriquecimiento cultural, y aquí somos verracos y nos gusta enredar la pita.
Señora Ministra me gustaría escuchar qué el principal logro de sumercé como ministra, fue desarrollar un modelo colombiano con herramientas singapurenses ¿por qué no? o con todas las que sean necesarias y de donde provengan, pero qué diga esencialmente hecho en Colombia. No por patrioterismo si no por simple necesidad, por obvia conclusión después de estar copiando y copiando y fallando y fallando. Acuérdese de Caldas capaz de hacer un barómetro con tecnología criolla, cuando el manejo del vidrio era de alto turmequé tecnológico y no se hacía en estas tierras. Se atrevió a hacerlo con artesanos locales y le salió muy bien y Humboldt lo admiró por ello. Pero Caldas al igual que usted miraba más para afuera, se quejaba con lisonjas y se refería a esta tierra como oscura y lejana de la luz Europea.
¿Cómo resolvemos el tema de la alegría en la educación con el modelo singapurense? Tiberio de Jesús Acevedo en su novela El Ultimo Indígena, narra entre muchas, la epopeya del Yurupary asesinado por Tupana (para esto sirve el bilingüismo también) aquí se describe desde el ‘mito’ indígena, cómo ven en este hecho el principal daño occidental a su cultura, el asesinato de su manera de educarse por la manera blanca. Yurupary representa –entre otros- el conocimiento profundo, la chicha, la música y la ‘alegría’. Tupana representa la sobriedad, el silencio, la tristeza.
Su principal queja es que les ‘matamos’ la alegría de aprender su manera de vivir.
La respuesta de nuestros docentes, ahora, después de tantos años de no entender esto, es muy interesante. La escuela en ciertos lugares de nuestra amazonía no tiene muros, la asistencia de los niños depende de la capacidad del docente para ser Yurupary, para ser alegre. A los niños indígenas ese tema de la productividad no los trasnocha, ¿será que habrá algo acá que nos oriente mejor qué la manera singapurense para ‘producir’?
Entender estos contextos es lo que nos permite aplicar o no el índice sintético de calidad educativa. ¡Chanfle! ¿Sí lo utilicé bien o es nominalismo?