En el mar de Arboletes se bañaba y entendía que todo eso que decía su padre, Juan Martínez, desde una tarima de madera en la precaria iglesia cristiana de Turbo Antioquia, sobre la grandeza de Dios era cierto. Para ese Pastor evangélico Yuberjen Herney, su último hijo, había sido un milagro. Después de tener dos niñas, Carlin Leidy y Marien, el hombre hizo un ayuno de cuatro días pidiendo con fervor que el próximo bebé fuera un varón. Las oraciones fueron más que escuchadas: a los cinco años Yuberjen era conocido en todo Turbo, por culpa de sus diabluras, como el Tremendo. Las travesuras a Juan no le importaban, lo que no le gustaba al pastor evangélico era que su hijo viviera entrelazado en interminables peleas.
Al final tuvo que resignarse a verlo en los cuadriláteros. Yuberjen, para aplacar la ira de su padre, le dijo que él era David, el pequeño guerrero que destrozaba al gigante Goliat. Que no había nada más cristiano que devolver el puño que se recibía, que en Urabá los hombres se abrían camino a punta de golpes. Deibi Antonio Mendoza, su profesor de educación física, lo convenció de que podía ser el mejor.
Todo fue cuesta arriba; en Chigorodó era el rey del ring pero no había nadie que lo apoyara. Soñaba con una casa grande en donde sus papás pudieran recibir a los fieles cristianos que cada día los seguían más en la Iglesia del Jesús del Buen Camino; soñaba con tener tanta plata que le alcanzara hasta para un celular. En el 2011, con los cinco millones de pesos que ganó después de obtener el Título Nacional de Boxeo, Yuberjen pudo sacar los 120 mil pesos que necesitaba para comprar un celular. Ese año también montó por primera vez en avión debido al viaje que hizo a Cuba como parte de su preparación a los olímpicos de Londres, objetivo que no pudo alcanzar. En ese viaje conoció a Rafael Iznaga, el entrenador cubano que lo convertiría en medallista olímpico.
Mucho había tenido que trasegar para ser uno de los mejores boxeadores de Colombia. Fue mecánico de automóviles en Chigorodó y bajo el sol calcinante de Urabá recogió plátanos para llevar algo de comer a su casa. Y aún así entrenó y fue oro en los Panamericanos del 2015 y bronce en un campeonato del mundo.
En el 2016 consiguió la Plata Olímpica en Rio y desde entonces ha representado al país con fiereza y valentía en cada competición mundial. El hecho de que hoy lleve la bandera junto a Catherine Ibarguen, es un justo reconocimiento a uno de los verdaderos héroes de la patria.