Uno de los pedidos más íntimos que le hizo Yolanda Pinto a Trujillo, el Comandante del Frente 34 que estaba a cargo de la custodia de Guillermo Gaviria, secuestrado el 22 de abril del 2002 por las Farc cuando estaba a punto de terminar una marcha por la paz de 50 km de Medellín a Caicedo, fue que le entregara un frasco con el semen de su esposo. El matrimonio apenas tenía 2 años cuando los separó el secuestro. Las agendas apretadas, de 16 horas diarias, las largas correrías por los pueblos, hicieron imposible que la pareja tuviera un hijo. Ahora, en vista de que existía una probabilidad de una separación definitiva, soñó con trascender la vida de su esposo con un hijo.
En los 18 meses que estuvo secuestrado, Yolanda Pinto, quien había sido concejal en Santander, su tierra, a los veinte años, Secretaria de Gobierno de Valledupar, directora de relaciones industriales del Ministerio de obras públicas y Secretaria general de Invías, donde conoció a quien sería su esposo, convirtió su voz en un eco que se escuchaba no solo en la gobernación de Antioquia sino en las esferas de poder en Bogotá. Ella, que lo vio partir escoltado por dos guerrilleros que interceptaron la marcha a 4 km de llegar a Caicedo, que lo vio empalidecer y llenó de besos, mientras lo bendecía una y otra vez ante un camino que lo pondría frente a la muerte, fue la encargada de leer la carta que su esposo alcanzó a garabatear, en donde ordenaba que el director del Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA), su amigo Eugenio Prieto, fuera encargado de la gobernación del departamento. Además, Pinto leyó una frase con la voz entre quebrada: su rescate no podía ser negociado.
Aún no había llegado Álvaro Uribe a la Presidencia de Colombia con su mano dura y la Seguridad democrática.
El secuestro profundizó la grieta que desde un principio se abrió con la relación de Yolanda Pinto y su jefe Guillermo Gaviria, entonces casado y con un pequeño hijo. A prueba de todos los obstáculos, se casaron un año después de conocerse, con la oposición familiar en cabeza de del patriarca Guillermo Gaviria Echeverri. Una voz recia con eco incluso en Antioquia a través de sus editoriales en el periódico El Mundo que había adquirido en 1979 con el propósito de fortalecer un medio liberal que le hiciera contrapeso al tradicional periódico conservador El Colombiano. Su estrategia le rendiría frutos políticos y fue una importante palanca del Partido Liberal en Antioquia que llevó a su primogénito a la dirección nacional de Invias, luego a la gobernación, cargo en el que luego fue sucedido por su hermano Anibal, inmediatamente después de su asesinato. La paradoja de una tragedia que le abrió el camino al nacimiento de la Casa Gaviria que tiene además como senadora por el partido liberal a Sofia, la hermana del gobernador asesinado.
Guillermo Gaviria logró la gobernación de Antioquia con 150 mil votos doblegando al conservador Alvaro Villegas. Su esposa Yolanda se aplicó a fondo en la campaña y ejerció como primera dama del departamento con mucho protagonismo durante los escasos quince meses que estuvieron en la Alpujarra y que mantuvo durante el secuestro. Una actitud que le reprocharon siempre los siete hermanos Gaviria Caicedo.
Movida por la desesperación, Yolanda Pinto no dudo en buscar conductos irregulares para lograr algun contacto con su esposo. Logró llegar a los guerrilleros que habian secuestrado a Guillermo: alias Trujillo y El Paisa. Y acompañó todas las campañas lideradas por el Presidente Alfonso López Michelsen y el ex Presidente Ernesto Samper por el intercambio humanitario de todos los secuestrados por las Farc. Pudo saber que alias Trujillo estaría dispuesto a liberar a Guillermo Gaviria a cambio de la libertad de alias Erica, su mujer, detenida desde abril del 2011, junto a otros diez guerrilleros. Logró incluso conseguir que un helicóptero de la Gobernación de Antioquia recogiera a once guerrilleros enfermos en la zona de Urrao, en la misma en la que tenían secuestrados al gobernador y a su asesor de paz Gilberto Echeverry. Para muchos, esta comunicación con la guerrilla habría sido fatal porque habría permitido su ubicación en las montañas de Antioquia.
En la noche del 5 de mayo del 2002, un helicóptero silencioso flotaba sobre el campamento de Trujillo y el Paisa. Los guerrilleros creyeron que se trataba de otra misión humanitaria para sacar de la zona nuevos enfermos. Cuando vieron las sogas de los soldados deslizarse de las naves, supieron que se trataba de un intento de rescate. La orden del Secretariado de las Farc había sido tajante: no permitir ninguna liberación. Y la cumplieron.
Al escuchar la noticia Yolanda Pinto se derrumbó. Se sintió culpable. En una carta a los lectores en El Mundo titulada Gracias Yolanda, las hermanas Gaviria, encabezadas por Sofía, le agradecían su valentía en los días amargos del secuestro. Un agradecimiento que resultó efímero.
Las relaciones con la familia Gaviria se agriaron. Ella justificó los acercamientos con los guerrilleros buscando el intercambio humanitario, contactos de los que además estaban al corriente tanto el gobernador (E) Eugenio Prieto como el Presidente Alvaro Uribe. Este último lo negó.
Las Farc reaccionaron distinto. Le devolvió 380 páginas de cartas que Guillermo Gaviria escribió desde la selva. “Sus cartas todavía huelen a tierra” afirmaría Yolanda Pinto con el paquete las páginas húmedas que recibío y que después publicaría como el libro Diario de un gobernador secuestrado.
En una nota le pedía medicinas a los guerrilleros, diccionarios inglés-español y hasta los planes para construir una piscina, aprovechando que el campamento estaba a la orilla de una quebrada.
Diez años después Yolanda Pinto no dudó en enfrentar al ex presidente Uribe y responsbailizarlo de la muerte de su esposo por el rescate fallido que calificó una acción “que rayó en la chambonada”; la ministra de defensa era Martha Lucia Ramirez y el comandante de las Fuerzas Militares, Carlos Alberto Ospina.
El enfrentamiento con la familia, y en especial con la senadora Sofia Gaviria pasó de ser algo soterrado a convertirse en disputa pública por la posición de Yolanda Pinto frente al proceso de paz con las Farc y la actitud de perdón de la guerrilla frente a las victimas. Aunque no formó parte del grupo que viajó a La Habana emitió un comunicado positivo mientras la senadora asumía una beligerancia crítica. El Presidente Santos le reconoció su apoyo nombrándola en la Dirección de la Unidad Nacional de víctimas, un cargo reservado para el Partido Liberal en el que reemplazó a Alan Jara. La senadora nuevamente dejó saber su inconformidad con una columna publicada en El Mundo. Dos mujeres con representación pública que jamás se van a encontrar.