Yohir Akerman, apedreado por los corruptos

Yohir Akerman, apedreado por los corruptos

"Como todos están libres de pecado, todos lanzan de a tres o más piedras"

Por: Stephany Ortega García
agosto 09, 2017
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Yohir Akerman, apedreado por los corruptos
Foto: Caracol Radio

La prensa colombiana va de mal en peor, lesionada y lista para la crucifixión, a ver si ocurre, por obra y gracia del Espíritu Santo, la disculpa a los eventos macabros en nombre de Dios. Los periódicos del país han sido fiel reflejo de la escasez interpretativa y lúdica del contexto histórico. Promocionan cuencas y falencias estatales segregándolas de la intención orgánica del periodismo, es decir, son los parientes alcahuetes o los espónsores de la corrupción.

Impresiona la sagacidad con que se evaden los espermicidas en materia política, porque la reproducción masiva de burócratas que no trabajan ni siquiera en un escritorio, sino en el cubrimiento del fisco y tesoros públicos, no logra extraerse de las maravillas actuales. Hurtan, engañan, pero sospechosamente dirigen y deliberan para la supervivencia del “pueblo colombiano”.

Al tener que ensamblar el propósito de este escrito, escudriñaremos el caso de Yohir Akerman, un politólogo, economista y abogado de la Universidad de los Andes, quien ha optado por desempeñarse como periodista y comunicador social. Según Akerman, en el campo que labora sin quejas pese a los sismos corrientes del medio, la participación e inclusión de sus estudios es un acontecimiento para nada esporádico. Es conocido por ser un hombre respetuoso, tranquilo, honrado, de fundamentos y, principalmente, por ser la antítesis en carne y hueso de la fiebre corruptiva. La vida de un activista mediático presenta constantes altibajos, más si sus columnas de opinión o sus reacciones son transparentes y vinculadas a la jurisdicción verídica de lleno.

Estos tiempos se asemejan con el pasado en que quien desee robustecer las buenas costumbres, innovar y compartir, debe atravesar una lucha por el sendero mañoso, donde los confabuladores defienden a capa y espada las mermeladas indeterminadas, falibles y oligarcas. Por ejemplo, Paloma Valencia, senadora del Centro Democrático, uribista en invierno o verano, en el purgatorio o en lo etéreo, sorprendió al pueblo colombiano en agosto del año pasado cuando en una transmisión en vivo dejó a la vista un cuadro del Sagrado Corazón de Uribe. Con personas así debe lidiar un periodista de alto rango. Akerman no pudo resguardarse de los infortunios, pero su manera de encarar la humarada es digna de ovación. Fue despedido en el 2015 del diario El Colombiano, un periódico bastante conservador, por lo que tiende a contrariar los medios de espectro político liberal, izquierdista y hasta central. Pero como en todo rebaño, la oveja negra bala en el momento menos apropiado para los dueños de la eterna disfunción (las ovejitas blanquecinas que de pureza, nada).

Yahir Akerman quiso postear su opinión sobre el estrépito que causaba y causa, la comunidad LGBTI en Colombia. “La Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana emitió un preocupante concepto enviado a la Corte Constitucional para que sea tenido en cuenta en el debate sobre la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten”, escribió para el diario. Dicha universidad calificaba de “enfermas” a las personas con estas inclinaciones sexuales y, descaradamente argüía que la diferencia implica irse en contravía, por decirlo de algún modo eufemístico. Pero aquí no termina el incidente. Resulta que Akerman refutó el informe universitario desde la oposición a varios versículos bíblicos que, de ser proferidos en la actualidad, se podría someter al autor a procesos jurídicos. Son extractos considerados estímulos para el homicidio, el desplazamiento forzado, la violencia, los juicios ilimitados y la misoginia. La cereza del pastel fue una adenda desde la Dirección: “Este diario promueve el debate desde el respeto y la argumentación. Consideramos que esta columna se aleja de estos principios. Para el autor, no publicarla implicaría su renuncia. La publicamos y aceptamos su renuncia". Parece ser que Felipe Arias no se equivocó gravemente al sustentar su supuesta ira con: “los medios son para hacer plata, no para informar”. Acaso se refería también a El Colombiano.

Además, al no pertenecer a una secta religiosa y escribir “dios” sin mayúscula inicial, fue criticado con sorna e increpado por los verdaderos “irrespetuosos”, aquellos que repudian la Torá y el Corán, pero que subliman la Biblia al pie de la letra, esas personas homofóbicas, escépticas solo en el amor, porque hasta creen que el expresidente Álvaro Uribe Vélez es la salvación mesiánica del continente.

“Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación” (Artículo 20, Constitución Política Colombiana, 1991). Vemos cómo persuadir colectivos es sencillo cuando se dispone de dinero o de armas de doble filo, porque los asuntos de la vida no se zanjan así como así. Akerman fue como San Valentín, utilizó métodos a favor de los enamorados, nunca retractó ni una sílaba, obtuvo conocimiento nacional y apoyo hasta anacrónico, pues las buenas letras y admirables acciones plasmadas nunca se escapan del escrutinio. Él en ningún momento quiso herir la susceptibilidad de algunos creyentes y si se analiza el objetivo del texto, nos invita a ver el cambio como desarrollo oportuno, a practicar la trata de versículos filántropos, la interpretación crítica y no textual.

Superando estos percances, Akerman fue contactado por el diario El Espectador, donde trabaja en la fecha vigente. Noticia grata, ya que hace unos años dijo: “…en aquellos que tienen el valor de publicar a sus columnistas sin sentirse atacados por sus posiciones diferentes o contrarias a las de la dirección o de los propietarios. Y creo que entre esos en Colombia se destacan la revista Semana, El Espectador y El Tiempo. Me sentiría muy honrado que cualquiera me hiciera una invitación”, para una entrevista de Jet-set. La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) ha defendido a Arkeman de acusaciones, como la que hizo Uribe el año pasado: “Johir Akerman, desteñido militante del ELN que busca notoriedad con la honra de los míos y la personal”, pero continua en vilo la situación de los mejores periodistas colombianos.

En suma, el retroceso de la civilización trasciende el aprendizaje literario y la comprensión lectora de cualquier índole, hay una profunda defensa de la iglesia y millares de gargantas que se tragan todo entero, capaces también de moler la tranquilad y el amor. La prensa conservadora tiene al pueblo intrigado por los excesos y mantenimientos que enlodan la imagen de los colombianos. Y como todos están libres de pecado, todos lanzan de a tres o más piedras.

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