Yo me visto de diseñador ¿y usted?

Yo me visto de diseñador ¿y usted?

A las gordas en Colombia nos toca ser creativas

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enero 31, 2014
Yo me visto de diseñador ¿y usted?

Cualquier persona que me conozca desde hace mucho tiempo sabe que siempre el tema de los trapos (la ropa) ha sido algo que me interesa mucho. Nací en una familia donde todos cosen, bordan o pintan en tela y lo hacen bien. Mi primera máquina de coser me la regaló mi tío Josía cuando yo tenía casi 6 años y desde entonces la aprendí a manejar empíricamente. Aunque suene a cliché, antes que leer ya sabía enhebrar la aguja y rebobinar hilos. ¿Eso dirá mi biografía?

Mi abuela Laura tenía el mejor almacén de telas de la provincia del Tequendama (en Viotá) y yo adoraba ayudarla o por lo menos verla como desenrollaba los tubos y con la paciencia de Job, las volvía a doblar esta vez al medio y luego enrollarlas en cartones gruesos de 75 por 25 cm. Luego, les hacía una especie de triángulo para exhibirlas mejor. Una encima de otra. Las ponía por colores o por temáticas. Flores con flores, cuadros con cuadros, rayas con rayas y así rigurosamente. Las telas blancas y los velos solía cubrirlos y los ubicaba en un lugar destacado para evitar que el polvo las volviera amarillentas o se ensuciaran. Así crecí. Tal vez por eso, cada vez que voy a un lugar donde venden telas, me enloquezco, ¡me encantan!

El solo verlas me transporta, pienso en nuevas prendas, imagino todo lo que podría hacer, me acuerdo de las piezas (faldas, vestidos, abrigos, pantalones, blusas), que me gustaron luego de revisar mis revistas y portales de moda favoritos, o simplemente algo que vi en la calle y que sé puedo adaptar a mi volumétrico cuerpo. Siempre prometo ir como espectadora, pero no nos digamos mentiras, siempre termino comprando algo. ¡Es inevitable!

Y esta extraña compulsión, este inexplicable impulso, es aún mayor desde que empecé a engordar y con los kilos de más la ropa dejó de quedarme buena. Y pensar que hasta los 17 años tenía que comprar ropa de niños, porque era tan flaquita que la talla XS de mujer no me quedaba. ¡Ahhh tiempos aquellos!

Una de las mayores frustraciones que sentía cada vez que veía alguna prenda que me gustaba, era que no me quedaba buena: El pantalón sube cuando sube, pero no apunta. La blusa o la chaqueta entra pero tampoco cierra. Las camisetas marcan los rollitos o bananos y cuando no, parece que me estuviera midiendo una camisa de fuerza, y he aquí la gran pregunta, la gran preocupación de cada día: ¿Qué me pongo?

Esta es una preocupación de la mayoría de las mujeres cada día, lo sé, pero créanme es mucho mayor en las mujeres XL o talla plus como yo, y si a esto le sumo el agravante de mi corta estatura, el problema se vuelve insoportable, inmanejable y hasta podría causar depresión, frustración… ¡qué horror!

Fue entonces cuando empecé a plantearme varias soluciones a este ‘problema’. La primera, la única, la racional, la lógica, la real solución, la fácil, la panacea, ¡bajar de peso! La segunda, la medida desesperada, la práctica, la alternativa incluso económica, tomar un curso de corte y confección y hacerme mi propia ropa. La tercera, comprar la ropa en Estados Unidos o Europa, pero pues poco viajo y no voy a incomodar todas las veces a mis amigas con estos requerimientos, y la cuarta, la que parecía un poco complicada de aplicar en Bogotá por temas de precios, falta de tiempo y búsqueda de telas y modelos, conseguir un sastre, un modisto que hiciera realidad mi sueño de ropero, es decir, ser mi propia tienda Zara. El que me permitiría vestirme con diseños de Moschino, See by Chloe, Marc Jacobs, Dolce and Gabbana o RED Valentino, pero pagando menos del 10% del valor real de una prenda de esas. ¿Y adivinen?, ¡Lo tengo!

Gracias a mi sastre de cabecera, desde hace casi ocho años me visto como yo quiero y no con lo que el mercado nacional me ofrece. Lo único que tengo que hacer es buscar el modelo, sumergirme en los espectaculares almacenes de telas en La Alquería, en Facol, en Lafayette, en San Andresito de San José o en los almacenes de la carrera 14 con 79, ¡y ahí está!, tengo la ropa que quiero y no la que me toca comprar. ¿Qué hago?, así soy, ¡vanidosa!

Sé que a mucha gente no le gusta mandar a hacer la ropa, pero vivo feliz con lo que tengo. Porque me puedo vestir como quiero y no con las prendas de señora aseñorada, sin cortes o con resortes en la cintura que le quitan horma a los pantalones, o el tank top con un blusón recto sin corte y qué decir de las típicas batas ‘talego’, en colores que tal vez nos hacen ver menos gordas, pero también menos agraciadas y demasiado simples, tristes y aburridas… ¡Noooooooo!, ¡esa no soy yo!.

Esto era lo que les quería contar. Visto de Valentino, de Dolce and Gabbana, de Marc Jacobs, entre otros. No sé si tengo buen gusto para elegir los modelos, no sé si siempre logro el look que quiero, pero me gusta mi ropero. Y obviamente, lamento que en Colombia conseguir ropa para una gorda simpática y divertida como yo, el tema sea tan lamentable. Con tan buenos diseñadores que tenemos, con tan con buena materia prima, con tan buenas compradoras compulsivas, con tanta gente que sabe de moda, pero vestir a una gorda, en este país, parece que seguirá siendo un tarea exclusiva para una pesada de la moda. Por lo pronto, yo seguiré vistiendo de diseñador, ¿y usted?

 

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