'Yo tuve un hermano' llamado Alfredo Zitarrosa (a 33 años de su muerte) (Parte I)

'Yo tuve un hermano' llamado Alfredo Zitarrosa (a 33 años de su muerte) (Parte I)

Zitarrosa nos “desacomodó” porque se acomodaba bien a nuestras experiencias, gustos y vivencias sobre el amor, a nuestra sensibilidad en una sociedad que aísla

Por: Luis Jaime Ariza
enero 21, 2022
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'Yo tuve un hermano' llamado Alfredo Zitarrosa (a 33 años de su muerte) (Parte I)
Foto: laciudadrevista.com

Nota: El título de este texto como los versos que aparecen como epígrafes son un “préstamo” de un poema de Julio Cortázar. Aquí (en mí) se encuentran él y Alfredo Zitarrosa, cuyas canciones hacen tanta falta.

Yo tuve un hermano
no nos vimos nunca
pero no importaba.

Alfredo Zitarrosa me llegó “empacado” en un casete de audio que circuló en Cali, entre amigos, hace ya casi veinticuatro años. En mi pequeño apartamento del barrio Champagnat, en la muy conocida “Calle del bombón”, solía reunirme con algunos de ellos para consumir las noches de los fines de semana entre música y brandy, comentando noticias de ocasión e intercambiando ideas sobre los libros que cada quién leía. >

Zitarrosa nos “desacomodó” porque se acomodaba bien a nuestras experiencias, a nuestros gustos, a nuestras urgencias, a nuestros conceptos y vivencias sobre el amor, a nuestras sensibilidades de exiliados en una sociedad que aísla y expulsa de sus ritmos y sus hábitos a quienes buscan contrarrestar los modos como la mayoría de la gente se des-vive en ella.

Mi hija María del Mar lo conoció de inmediato, porque este tierno y recio oriental sabía cantar a las fantasías de los niños tanto como a los anhelos de los grandes.

La entrada en materia del casete que recibí era digna del acontecimiento que celebraba un recital aplazado por otro exilio —político— de uno de los más grandes cantores uruguayos de todo el siglo XX: en el estadio Centenario, de Montevideo, una muchedumbre coreaba el nombre del país con la fuerza de quienes han debido postergar la alegría por varios años, atemorizados por una tiranía que suprimió derechos y asesinó a millares de uruguayos entre 1971 y 1985.

Primero, el presidente Pacheco Areco “encomendó” a las fuerzas militares la conducción de la lucha contra el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros; dos años más tarde, cuando el presidente Bordaberry quiso frenar el creciente poder de los militares sustituyendo al Ministro de Defensa Nacional por un general retirado, tuvo que pedir a los fusileros de la Armada que cerraran la entrada a la ciudad vieja de Montevideo, previendo la reacción (anunciada) de las Fuerzas Armadas.

El Ejército llenó de tanques las calles principales de la ciudad y ocupó varias emisoras de radio, exhortando a los miembros de la Armada a unirse a “su causa”: alcanzar o impulsar la obtención de objetivos socio-económicos como incentivar las exportaciones, reorganizar el servicio exterior, eliminar la deuda externa opresiva, erradicar el desempleo, atacar los ilícitos económicos y la corrupción, reorganizar la administración pública y el sistema impositivo, redistribuir la tierra (cualquier parecido con otros “políticos militares” de cualquier otra parte del mundo es simple expresión de una condición).

Apenas unos días más tarde Bordaberry negoció con los militares a cambio de mantenerse en la presidencia, dando inicio al mal llamado gobierno cívico-militar que posteriormente disolvería el Congreso, restringiría todas las libertades ciudadanas y facultaría a las fuerzas armadas y policiales para “asegurar la prestación ininterrumplida de todos los servicios públicos”.

“No nos vimos nunca”, y no era necesario. Unos años antes, cuando apenas terminaba mi bachillerato, había escuchado las canciones de Daniel Viglietti reivindicando la lucha por la tierra (A desalambrar) y cuestionando los modos como en nuestra parte del mundo desloman y empobrecen a los trabajadores (Me matan si no trabajo).

Creo que Zitarrosa era una voz que inconcientemente esperaba oir, un hermano necesario, el cómplice de los muchos ideales que alimentaron la generación de los 60s, mi generación.

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.

En el corregimiento de Tablones, de Palmira, el río Nima termina su turbulento tránsito por las estribaciones occidentales de la Cordillera Central, después de atravesar La Nevera, La Quisquina, Potrerillo y La Zapata. En “Puente Rojo”, cuentan las historias que no recogen los libros, cayó Francisco Garnica, un joven que “inventó” una guerrilla opuesta a las guerrillas que negociaban apoyos de los países al este de la “Cortina de Hierro”.

Otro idealista, seguramente equipado más con sueños que con armas y pertrechos de muerte, uno más de los miles de futuros truncados por la guerra que nos han impuesto a los colombianos los poderes de todo tipo.

En toda América Latina el “foquismo” se regó como pólvora después del triunfo de la revolución cubana. Los Tupamaros uruguayos tuvieron que imaginar nuevos modos de buscar el camino para las transformaciones sociales y políticas que estaban a la orden del día. Uruguay es un país pequeño, con una población reducida. Zitarrosa encontró que sus aportes para la construcción del “hombre nuevo” podían estar en sus canciones y sus poemas.

Una canción nos puede transformar, si hallamos sintonía con sus palabras y su música. Zitarrosa, de quien su padre se desentendió toda la vida, adoptó primero el apellido de su primer padrastro y luego el del segundo, un argentino con quien finalmente se casó su madre. Habiendo padecido desde siempre el desarraigo de los afectos, quiso hermanarse con toda suerte de hermanos en las tragedias de la vida. Se hizo locutor para sobrevivir empleando su tierno vozarrón, escribió para un periódico, llegó a ganar un premio de poseía que le otorgó un jurado en el que participó uno de los más notables escritores latinoamericanos, Juan Carlos Onetti.

Anduvo por los campos de su país, por las estancias de los ganaderos, y conoció las miserias y los afanes de los jornaleros, a quienes cantó repetida y amorosamente.

En la ciudad padeció las insulsas rutinas de los trabajos que demandan nuestras sociedades y decidió viajar por el mundo, por su mundo latinoamericano principalmente.

Solamente llegó hasta Bolivia y Perú, y en este último país la causalidad vestida de amistad lo llevó a presentarse como cantante en un canal de televisión. Y allí comenzó su carrera como compositor e intérprete de sus recuerdos, de sus inquietudes, del amor y de las ganas de contribuir para que los americanos del sur del río Grande hallemos un rumbo propio.

(Continúa...)

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