“Me gustaba cantar desde los cinco años, cantaba y bailaba con una hermanita mía, Eunice”, dice Óscar Agudelo, El zorzal criollo, quien aprendió a tocar tiple a los nueve cuando su padre se reunía con amigos en su casa y él empezó a sentir que despertaba su vocación musical, la cual lo llevó a convertirse en uno de los artistas más reconocidos del país.
Nació en Herveo, Tolima, e impuso éxitos en el bolero y tango como La cama vacía, Desde que te marchaste, Quisiera amarte menos, Esos tus ojos negros, Vamos jugando iguales, China hereje y muchos otros temas en una producción musical que comprende 36 larga duración, 13 CD y un DVD, logrando imponer su estilo en todo el continente.
Óscar Agudelo, a sus 88 años, es una mente lúcida y una voz fuerte que ofrece respuestas claras, recuerda que por “las coincidencias de la vida y la persistencia por llegar a ser cantante –en Pereira en una noche de farra– me encontré un par de músicos que tocaban muy bien la guitarra y canté con ellos una canción, a ellos les gustó y a mí también, y eran nada menos que Ibarra y Medina los dueños del pasillo Esperanza; yo no los conocía y cantamos juntos, precisamente, cuando el pasillo Esperanza estaba en pleno auge”.
“Seguí cantando con ellos hasta que me llamaron a Medellín, me llevaron a ciertas casas a promocionarme, pero no gusté”, explica con sinceridad y agrega que faltaba Codiscos: “Don Darío Campo era el director artístico, le canté y le gustó mi voz, estaban don Horacio Diez y Alfredo Diez, los dos hermanos que eran los dueños de Codiscos, me oyeron y me contrataron, firmé con ellos por seis meses”.
Allí nació La cama vacía, Desde que te marchaste, Todo es amor, No me digas cobarde, lo mejor de su carrera que lo convirtió en una figura legendaria de la música de arrabal al lado de los ecuatorianos Olimpo Cárdenas y Julio Jaramillo, el nariñense Tito Cortés y la caucana Helenita Vargas, conocida como La ronca de oro.
“Con Olimpo Cárdenas canté 30 años”, afirma Óscar. “Porque hicimos un dueto muy bueno, cada ocho días era Olimpo y Oscar Agudelo durante muchos años. Cuando Julio Jaramillo llegaba de México, decía ‘me arrastran’ y lo llevábamos juntos, un tiempo cortico, porque Julio fue el primero que murió”.
“Yo tenía algo que les falta a muchos artistas, mucha alma para cantar y eso me ayudó bastante”, explica el artista tolimense. Se emociona al recordar a Helenita Vargas, “fue mi hermanita durante toda la carrera. La última canción que cantó Helenita, la cantó conmigo en Estados Unidos; estuvimos tres días, yo salí para las Islas Canarias, Helenita regresó a Colombia y cuando regresé al país veinte días después me dice mi señora: Helenita Vargas está malita”.
Y agrega: “Helenita era una superdama, la llamé y le dije: Tengo la guitarra lista y ella me dijo no, después de quince días porque me acaban de hacer una operación y el cuerpo está como rebelde a recibir el hígado –le habían hecho un trasplante de hígado– y a los tres días murió, fue un golpe tremendo para nosotros”.
Actualmente, Óscar Agudelo reside en Bogotá, es feliz contestando llamadas de sus seguidores, él sabe que es leyenda y aunque no lo manifieste –hombre cortés, educado y respetuoso, valores de los antiguos caballeros– sigue siendo un ejemplo de humildad para muchas de las “estrellas” de la música que se escucha en estos días y que se obnubilan con carreras breves y de relativo éxito. La de Óscar Agudelo supera los 65 años conquistando el gusto del país con temas que son emblemáticos en la música nacional.
Desearle al maestro salud y bienestar es apenas merecido y que el cariño de nuestros compatriotas no lo deje de rodear nunca como tributo de admiración y respeto a quien realizó un aporte central a la música del país, son deseos y sentimientos que van de la mano.