"Yo también fui guiso, ¿y qué?"

"Yo también fui guiso, ¿y qué?"

Declaración de un egresado de la U. Tadeo

Por: Hernán López Aya
febrero 19, 2015
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Según una catajarria de estudiantes de la Universidad de los Andes, y otra de la Universidad de la Sabana, los guisos son aquellos que viven, conviven, sueñan, comparten y ríen con padres de familia que tienen sueldos definidos en, tal vez, menos de 8 salarios mínimos mensuales legales vigentes (SMMLV), y en algunos casos, ni un peso tienen pero crían a sus hijos tan bien, que estos son capaces de ganarse las becas que más de un erudito con billetera robusta.

Yo arranqué mi carrera universitaria en la Jorge Tadeo Lozano. Decían que, en los 90, era la "única cafetería con Universidad" que existía en el centro de Bogotá. Decían también que la mejor carrera de la Tadeo era la cuarta A (4a), porque era la calle que quedaba al frente de la entrada principal de entonces, y en la que se podían parquear los carros de algunos estudiantes y tomarse todo el aguardiente que se vendía en el sector; y hasta era frecuentada por estudiantes de Los Andes y La Sabana.

En mis 4 años y medio de carrera de periodista, me encontré con un destacado grupo de guisos que me hicieron la vida muy alegre, no tanto como en el colegio, pero si muy alegre pues también vengo de colegio guiso: Instituto San Bernardo de La Salle, ubicado en la calle segunda con carrera 12; curas lasallistas, compañeros de clase media y media baja, y uno que otro de clase alta que nos gastaba la rumba.

En los dos primeros semestres de carrera, me encontré con un par de personajes que me enseñaron varias cosas importantes para la vida. El primero: Diego; un tipo que bailaba como un trompo y que me llevó, por primera vez, a los bailaderos de salsa del centro de Bogotá. Allá, con 17 años y carné de universitario, aprendí a bailar "cañandonga", a retar a las morenas en la pista de baile y a querer la salsa como nunca pensé que la adoraría. Diego fue uno de los guisos importantes de la vida. Vivía con sus papás, era de clase media y era un bacán. Hace rato no lo veo.

El segundo fue Gómez; un guiso que ya protagonizó uno de mis textos y al que le agradezco infinitamente el haberme demostrado que en la U se pueden conseguir buenos amigos.

Pero también existieron otros guisos, de clase media alta y alta, de familias acomodadas y apellidos rimbombantes, con los que mamamos gallo en clase y salimos de fiesta. Este parche de gente le demostró a la intolerancia que, más allá de la nariz, existen cosas valiosas: Angela, Diana, la Samper, Johncito, Yadi, Mechas, Mónica, el Topo, Alex, el Concejal, Fercho, Pacho, la Walker y muchos más que se quedan dentro del tintero. Con ellos, demostramos que estudiar, divertirse y mamarse gallo eran complemento.

Entonces, ¿por qué un estudiante de escasos recursos, becado y más inteligente que muchos, es considerado un guiso en Los Andes y La Sabana? ¿Qué les falta a estos muchachos que se atreven a descuartizar con sus palabras a otros, solo porque no montan en bmw o porque no viajan todos los fines de semana a El Peñón? Será que lo obtuso de sus conciencias no les permite utilizar dos o tres neuronas más y darse cuenta de que en el mundo guiso existen placeres tales como la arepa de huevo, la empanada, el perro caliente de carro plateado, la hamburguesa que mata el efecto de la borrachera, el partido de banquitas, el rin rin corre corre, las películas en VHS, la tía aguardientera, el paseo a Melgar con 30 o 40 mil pesos, bailar y cantar al mismo tiempo, la vaca pal guaro y la montada en colectivo vacío. No hay nada más reconfortante que salir de estudiar, totalmente agotado, y tomar el colectivo con puestos disponibles.

Un texto publicado en la página de la Universidad Externado de Colombia, un gran texto, hace una definición de guiso demasiado limpia. Los invito a que la lean:

http://librepensador.uexternado.edu.co/en-el-externado-no-discriminamos-a-las-clases-altas-las-guisificamos/

Después de que la lean, evalúen y piensen si vale la pena denigrar de alguien solo por la marca de sus pantalones o por la ruta de Transmilenio que toma todos los días para moverse de la casa a la universidad.

Yo fui feliz siendo guiso. Y todavía me quedan vestigios de la guisera; monto en bus, me reúno con mis amigos de infancia y hago vaca pa comprar guaro; mis hijas estudian en colegio de monjas y de clase media; como empanada en san andresito; desayuno en panadería de barrio, almuerzo corrientazo y me acuesto sin comer pa poder bajar la barriga; juego voleibol en parque; voy de paseo a Melgar y, lo más importante de esta guisera: sigo yendo a los bailaderos de salsa de Bogotá.

Aprendamos a hacer amigos. No hay nada más divertido que eso.

Y recuerden que todos tenemos algo de guisos.

Lo que pasa es que el tiempo nos enseña a disimularlo.

@HernanLopezAya

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