El día 12 de junio, mientras esperaba en el aeropuerto El Dorado a que fuera la hora de abordar el avión que me llevaría a Brasil para ver debutar a la Selección Colombia en un Mundial de Fútbol, luego de 16 años de receso, reclamé un obsequio que estaba entregando la Marca País Colombia a todos aquellos quienes viajaban a la tierra de la samba y el jogo bonito, en calidad de ‘embajadores’ de nuestra tierra en ocasión de espectadores del evento futbolístico más importante del planeta.
Inmersos dentro del maletín que contenía el kit recibido, venían una carta escrita por el gerente general de la marca, José Pablo Arango Calle, para todos los viajeros, y una pulsera blanca con una leyenda que dice: “Yo soy parte de la respuesta”. El objetivo de este regalo era, sin duda, animar el fervor patrio de todos los viajeros y lograr que se desplazaran al vecino país con el mayor orgullo por la Nación y el deseo imperecedero de mostrar ante el mundo que Colombia es una tierra digna y admirable.
En dicha carta, escribe el señor Arango: “Pero lo más importante es que nuestro país y su imagen queden muy en alto frente al mundo, sin importar el resultado”, y agrega, en el tercer párrafo, que quien porte ese kit de regalo debe contarle al mundo “por qué hoy Colombia es la respuesta”. Era importante, por supuesto, que todos los que íbamos dejáramos la mejor impresión de nuestro país a quienes estén en Brasil.
No obstante las intenciones benévolas de compartir lo bueno de nosotros los colombianos, todo este trabajo publicitario, hecho con las mejores intenciones, conlleva a una serie de preguntas inexorables: ¿Colombia es la respuesta de qué? ¿Qué es lo que debemos mostrar al mundo? ¿Coincide aquello que vamos a mostrar en el Mundial con lo que es este país en su integralidad? Entre otras cuestiones que se pueden plantear.
Claro está que Colombia es una Nación con muchas cosas positivas que mostrar al mundo. Esta tierra es rica en gente buena, en productos importantes, en biodiversidad, recursos hídricos y naturales, en talento de exportación y admiración, etcétera. Sin embargo, estas cosas solo hacen parte de una cara de la moneda que representa la realidad de nuestro maltratado país.
Si para algo sirve un Mundial de Futbol, es para hacer surgir con efervescencia el patriotismo de un pueblo, para maximizar los nacionalismos, para olvidar los problemas que aquejan con crudeza a una sociedad mientras su Selección disputa sus partidos y para que las personas se sientan orgullosas al ver los colores de su bandera en un uniforme; en nuestro caso, deliramos viendo el amarillo azul y rojo colgado en múltiples banderas, siendo portados en infinidad de camisetas o plasmados en los rostros pintados de la gente que disfruta de los encuentros del certamen.
Sin embargo, resulta también lamentable saber que el amor por Colombia que tanto se pregona por estos días, acabará cuando la Selección finalice su participación en el Mundial; sea que le vaya bien o sea que no obtenga los resultados esperados. Así entonces, esa manilla de obsequio, que dice a quien la porta que es parte de la respuesta, debería llevarlo a la reflexión, porque es necesario que entienda que la ‘respuesta’ no es una cuestión de colombianos siendo colombianos en el exterior. Esa respuesta que alaba la Marca País Colombia, es algo que deberíamos ser todos aquellos quienes hacemos parte de este país y no solo quien viaja al extranjero en calidad de ‘representantes’ nacionales.
¿De qué nos sirve ser excelentes colombianos cuando visitamos otros países, si en Colombia aportamos poco o nada para el funcionamiento y bienestar de la misma? ¿Para qué sirve ser educados, doctos y correctos en el extranjero, si dentro de nuestra Patria somos vulgares, tramposos, mal intencionados, facilistas e incorrectos? La ‘respuesta’ no es ser unos extranjeros decorosos, que sean ejemplo de civismo y alegría, sino ser unos ciudadanos ejemplares y adecuados que ayuden a mejorar la realidad de nuestro país.
El nacionalismo no debería ser cuestión de portar con orgullo una camiseta amarilla para alentar a un equipo de fútbol. Y el amor por Colombia debería ser más que solo gritar los goles con emoción en el corazón y lágrimas en los rostros. Todo el fervor patrio que estamos viviendo por el Mundial, deberíamos expresarlo cada día por este país, sin necesidad de que haya una Selección deportiva de por medio. Esta tierra requiere ciudadanos conscientes, más que hinchas apasionados.
La ‘respuesta’, en definitiva, no es gritar a viva voz “Arriba Colombia” mientras estemos presenciando el torneo de Brasil. La ‘respuesta’ es luchar contra la desigualdad, eliminar la connivencia con la corrupción, sentir el dolor de nuestros compatriotas maltratados y desfavorecidos, ser legales con la ley y construir un país que sea justo y benevolente para todos los que vivimos en él. Es cuestión de todos vivir por y para Colombia, porque todos somos parte de la ‘respuesta’.
“Yo soy parte de la respuesta”:Pekerman
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