Ahora se viene a mi mente una pregunta que, desde que tengo uso de la razón crítica, siempre me ha causado curiosidad: ¿quién es Dios? Resulta increíble aceptar y reconocer que se ha matado, robado e incluso acumulado fortunas en su nombre, pero aún así nadie sabe quién es ese Dios que adora.
Algunos podrían decir que Dios es el padre de todo, es un ente todopoderoso dador de vida. También, un imponente castigador que envía con su poderosa furia miles de males a sus hijos pecadores para reprenderlos y a sus buenos hijos para ponerlos a prueba o en un sentido más técnico “daño colateral”.
Yo no concibo un Dios que maltrate a sus hijos, que los ponga en un mundo y simplemente los envié a sufrir. Los más creyentes dirán que es nuestra culpa por no seguir sus mandatos divinos y vivir en pecado, y asombrosamente tienen razón, es nuestra culpa. Sin embargo, los “castigos”, si pueden llamarse así, no los imparte él, son las consecuencias de nuestras acciones.
La creencia de un Dios partiendo de que somos a su imagen y semejanza confirma que cada uno de nosotros es Dios. No es que seamos seres omnipotentes, pero sí somos todos poderosos, capaces de crear desde las acciones más hermosas hasta los actos más macabros que retiran toda la divinidad y amor que puede tener un ser.
Cada uno de nosotros es Dios, lo veo desde un punto de vista no religioso. La religión lo que hace con el ser humano es adoctrinarlo y convertirlo en un ser no pensante que es explotado en su afán de ser redimido de la responsabilidad de cada uno de sus actos, evitando así que cree conciencia acerca de cómo trata a sus semejantes y en un sentido más amplio a su entorno.
Además, teniendo en cuenta que la iglesia es el antiguo aliado estratégico del poder estatal, el cual ha condenando cada una de las revoluciones tildándolas de mal obradas, es paradójico que eso le haya pasado a Jesús, quien desató la ira de los sumos sacerdotes al predicar la paz y el amor, invitar a desprenderse de los bienes materiales, tener compasión por el otro.
Querer que los demás dejen esa creencia es algo complejo, desgastante y que en mi opinión implica un proceso de desaprendizaje y amplitud de conciencia que no es necesario de imponer. No hay que ser como los “religiosos” e ir por ahí obligando a los demás a creer lo que ellos creen, cada cual hace sus descubrimientos internos y va transformando sus realidades.
Cada uno de nosotros es Dios en un sentido biológico, somos creadores de vida. Cada uno de nosotros es Dios en un sentido moral cuando buscamos el beneficio colectivo. Yo creo que veo a Dios cuando estoy en la calle, con un problema en la cabeza y alguien desconocido me regala una sonrisa y ahí salva mi vida. ¿Que más prueba de la divinidad humana se puede tener? Si cada uno de nosotros se dedicara más a sanar su interior y a ver al otro como semejante, descubriría que él también es otro Dios, que está hecho a nuestra imagen y semejanza.