Es lamentable lo que ha pasado en estos días en Estados Unidos con el caso de la oncóloga colombiana Ana María González Angulo, una brillante y trabajadora doctora a la que las mujeres con cáncer tienen mucho que agradecer por todos sus aportes para encontrar las causas y mejorar los tratamientos de esa penosa enfermedad.
He seguido muy de cerca este caso porque tuve la oportunidad de conocer a Ana María González cuando organizó acá en Colombia en la ciudad de Cali un congreso internacional de Cáncer del cual fue la gestora y me causa dolor de patria saber que recibió una condena en primera instancia con base en un débil caso de unos fiscales que decidieron condenarla sin pruebas contundentes.
Ese médico, que aparentemente fue envenenado, muy convenientemente hizo la denuncia un tiempo largo después de los sucesos que motivaron su enfermedad, se presentaron muchos y serios vacíos en la investigación y adicionalmente con la existencia de más personas de su entorno que podían haber propiciado ese envenenamiento. Hay una prueba muy seria de la defensa con un documento de la Asociación Americana de Toxicología que indica que una intoxicación de ese tipo afecta el sistema renal entre 24 y 72 horas después de ingerir el etilenglicol, con lo cual el envenenamiento pudo suceder dos días antes de que el señor estuviera en la casa de la doctora, así como la total carencia de pruebas de ADN que certifiquen que ese señor realmente si consumió ese café en su casa y por lo tanto tampoco pudieron probar que el café efectivamente estaba contaminado de etilenglicol, “duda razonable” y “pruebas” que los jurados extrañamente no quisieron tomar en cuenta.
La razón más de fondo es que se trata de una colombiana y eso da pié para que los americanos la hayan condenado incluso antes de que el juicio se iniciara. Lo más triste es que los medios colombianos, sin el mínimo rigor periodístico, sin tener ninguna consideración con Ana María ni con su familia, con el afán de su famoso rating, han preferido mostrar unos titulares amarillistas y presentan el caso como el de “La Oncóloga que envenenó a su examante”, desconociendo los valores y la trayectoria de esta mujer que ha dedicado su vida a la investigación y a ayudar a salvar la vida de muchas mujeres que padecen cáncer de seno. Ella también tiene derecho a un juicio justo y al debido proceso, que en este caso la justicia americana no ha respetado, y tampoco se han escuchado las voces de los representantes diplomáticos Colombianos para ayudar a garantizar al menos eso, un proceso con garantías para ella como Colombiana en un país que se caracteriza por la xenofobia y la discriminación.
No he sentido a la comunidad científica colombiana dando su voz de respaldo a esta doctora que ha aportado a la investigación más de 120 publicaciones con un rigor científico tal que llevan a que Ana María González sea hoy en día una autoridad a nivel mundial en el conocimiento del Cáncer de Mama.
Si leemos los comentarios que este caso ha generado en los foros de los periódicos colombianos, es triste ver como sus mismos compatriotas lanzan injurias contra ella, sin tener el mínimo de humanidad que un caso como este debería despertar.
Hace pocos días, un humilde carpintero del Caquetá se vio envuelto en un caso de un montaje para solicitarlo en extradición a USA, con el cual y sin ningún tipo de verificación ya las solicita autoridades colombianas lo encarcelaron y se disponían a enviarlo extraditado .Si no es porque la solidaridad de sus vecinos y amigos de San Vicente del Caguan lograron llamar la atención de los medios, quienes viendo la posibilidad de conseguir rating con ello, le dieron difusión al caso, para que los colombianos al menos nos enteráramos que se iba a cometer un atropello con él.
A Ariel Josué Martinez se le apareció la Virgen porque solo gracias a que los gringos decidieron reconocer su error se pudo salvar de tener que pagar injustamente por un delito que nunca cometió.
Yo alzo mi voz como mujer y como colombiana para pedir que a Ana María González se le respete el debido proceso, se le haga un juicio justo en segunda instancia, se le acepten sus pruebas y se profundice en la investigación de los hechos con el mismo rigor con el que los estadounidenses juzgan a sus nacionales. Espero que este no vaya a ser otro lamentable caso de una condena injusta, las mujeres con cáncer y sus familias tendríamos mucho que perder si así fuera.
