Vas a votar porque te hartaste de esos vendedores ambulantes que atosigan la Séptima el domingo ensuciando tus ojos con una dosis de realidad. Quieres que la administración municipal se ponga por fin los pantalones y mande un escuadrón del Esmad para atiborrar sus camiones perfectamente blindados con madres solteras que venden jugo de tomate frío, con huérfanos que gritan ¡chontaduro!, con exdrogadictos que tratan de levantarse del lodo ofreciendo el almanaque Bristol.
En doce años de izquierda te mamaste de ese discurso barato de que todos somos iguales y que todos tenemos derechos. Nada más falaz que eso. Acá hay ricos y pobres y tu progresismo te da solo para aceptar el fin del conflicto por aquello de las apariencias, porque te da pena que la familia que te adoptó en Copenhague, en el intercambio estudiantil que hiciste a finales de los noventa, no siga pensando que vives en un país sumido en una guerra civil eterna, como si Colombia fuera cualquier Ruanda. Pero ya sabes los rumores que levantaría cualquier insinuación de cambiar el modelo económico: equidad y justicia no son más que las dos aristas del castrochavismo.
Te entiendo, hay que recuperar a Bogotá de las ratas del sur. Petro, el gato que consiente la gordita Clara en el cortico animado que tanto te gusta, solo manda de la 26 para abajo. No se puede seguir alcahueteando a los casi tres millones de holgazanes que reciben el subsidio en sus servicios públicos, en las trescientas mil personas que gorrean diariamente el transmilenio buscando en vano un trabajito que les permita alimentar sus numerosas familias. Te cansaste de los limosneros que estiran la mano para recibir las moneditas que perpetúan su miseria.
Por eso yo sé porque vas a votar por Peñalosa. Vas a votar para que vuelvan a brillar las calles del norte, para que se instale de nuevo el muro que dividía a Bogotá de la calle 72 para arriba. Las obras que la izquierda ha hecho en el sur son invisibles, no la puedes ver: la última vez que estuviste en el centro fue cuando tu amigo francés te visitó y tú, como buen anfitrión que eres, te arriesgaste y practicaste el bajofondismo, solo para que Jacques viera los balcones coloniales, los borrachos empachándose de chicha en el chorro de Quevedo, la catedral atestada en su entrada de fanáticos y mendigos.
Peñalosa es bonito y eso cuenta. Estudió en Estados Unidos y en su acento gomeloide todavía se ven rastros de ese acento adquirido en la Universidad de Duke y que tanto seduce a nuestras señoras bien. Peñalosa sabe de urbanismo solo porque es alto y porque, mientras fue alcalde, supo recuperar espacios en la ciudad dándole palo a los mendigos, a los vendedores ambulantes, despejando a la brava los andenes que les pertenecen a los bogotanos de bien.
Porque quieres recuperar a Bogotá de esa gentuza es que quieres interrumpir, con tu voto por Peñalosa, cuatro años más de la profundización de un proceso que le ha restado brillo a los bogotanos más rubios, más limpios, más bonitos y que ha envalentonado a los zarrapastrosos que viven de la Plaza de Bolívar para abajo. La adhesión de Mockus a la campaña peñalosista le ha dado la dosis de falso progresismo tan en boga hoy en día, de intelectualidad que los convierte en políticamente correctos. Peñalosa es chic, chispeante, gracioso, snob pero también responde perfectamente a los requerimientos de su clase, de los medios que lo siguen.
Felicitaciones muchachos, el norte recuperará el domingo a Bogotá.