“Que la guerra no me sea indiferente
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente”
León Gieco y yo
Ni los muertos, contados por centenas de miles, ni las víctimas contadas por millones, ni las historias de guerras, traiciones y despojos que se repiten, nos han permitido una comprensión colectiva y profunda de lo que tendríamos que hacer para enderezar el rumbo como nación.
Quiero ilustrar con tres personajes, dos cercanos a mi vida y otro no, esta historia incomprensible de nuestro trasegar:
La psicóloga
Estoy en una zona de las tantas que han sido azotadas por el conflicto armado en el país, orientando un taller con servidoras y servidores públicos que atienden a víctimas de violencias sexuales. En medio del taller, siento que el grupo se mueve, cuchichea y pregunto de qué se trata. Acababa de explotar una granada en el mercado del pueblo. Como en todo pueblo pequeño, cualquiera puede estar un viernes a las diez de la mañana circulando por él. Propongo que detengamos el taller, que cada cual llame a sus familias para reportarse y averiguar cómo están. Efectivamente, el hermano de una compañera de trabajo de las y los asistentes ha muerto como consecuencia del atentado. Hacemos un pequeño ritual de duelo, cantamos, encendemos una vela y nos comprometemos a que para ninguno de los asistentes, sea indiferente la guerra y no justifiquemos ninguna violencia. Durante la pausa, una de las funcionarias más activas y comprometidas, una psicóloga amable y considerada con las víctimas, se me acerca y me cuenta que en su pueblo de origen la escuela quedaba al lado de la estación de policía, por lo que muchas veces se registraban tiroteos, debiendo permanecer toda una mañana o una tarde encogida, junto con sus compañeros y maestras, debajo de los pupitres. Ella lloraba solo de pensar en la angustia de su mamá, quien en la casa rezaba para que volviera viva de la escuela. También pasaron noches debajo de colchones, mientras afuera el fuego cruzado de uno de los grupos guerrilleros y la fuerza pública hacía blanco a veces, en paredes y techos. Salieron vendiendo a cualquier precio sus propiedades, con tal de no repetir jamás esa angustia. Cuando ocurren hechos de guerra a su alrededor, se reactualiza su dolor: “Hoy, yo no era ninguna psicóloga. Hoy fui esa niña debajo del pupitre, esperando ser salvada por una mano amiga”.
Como ella, la población de las zonas afectadas y agotadas con la guerra, sueña con salir de debajo del pupitre y del colchón, confiada en que aprendimos a tramitar los conflictos sin eliminación física ni simbólica, sin quitarle posibilidades a quien tiene ideas e intereses contrarios. Construyendo contradicción y no polarización.
El constructor
Este hombre trabaja en construcción. Es todo un Juan Albañil, quiero decir un ser trabajador y honrado, anónimo y sin expectativas de ascenso social. Llegó a Cali procedente de una zona también afectada por el conflicto y además de trabajar en construcción, se levanta en la madrugada a preparar desayunos que vende a sus compañeros de trabajo. El domingo, puso este mensaje a todos sus contactos de wathsup: “Combatientes de todo colombia y sibiles colombianos si de berdad les duele lo delos soldados muertos entonses es hora de aser algo nogrenqiue ya es sufisiente tanta mentira de la paz para colombia no gren que es momento de accion y menos palabreria este presidente lo que es es un guerrillero mas yo le digo que colombia debe de dejar deser un pais conformista nos conformamos con un gobierno devil y corruto estamos es en las manos de la guerrilla que solo an hecho es esijirle al gobierno todo loque seles biene en gana y mientrastanto nuestros soldados y polisias mueren en manos de estos bandidos compatriotas colombia apoya alas fuerzas armadas para un golpe de estado para que dentre un berdadero combatiente al mandato y acabemos esta maricada puto fueguito que tienen con esos hp de los querrillerosnesecitamosberdaderos hombres de guerra porfaboryanomas pañitos de agua tibia con esos grupos la ley son ustedes nuestros soldados si estas de acuerdo con un golpe de estado renbie este mensaje atodos sus contatos despierta Colombia”.
Como él, cientos de colombianos y colombianas, hastiados de los atropellos, torpezas y acciones “políticamente incorrectas” de la insurgencia que se traducen en muertes, miseria y humillación para quienes dicen representar y defender, se desesperan y buscan salidas sin darse cuenta de que están repitiendo las fórmulas que nos han llevado a este momento de encrucijada en nuestra historia. La gran paradoja es que son precisamente “los nadies”, carnes de cañón, peones sacrificables en el ajedrez de la guerra y del lucro, quienes hacen de parlante a los despojadores y negociantes de la guerra. Tal como decía Paul Valery, “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran.”
Los combatientes de Twitter
Azuzan la guerra, no importa si hay que mentir o calumniar, es conveniente para sus intereses, negocios o simplemente para tapar el escándalo de su propia corrupción.
A diferencia de Juan Albañil, sí conocen la historia, pero la sesgan para poder defender lo indefendible: que la vía armada, ensayada por siglos, es novedosa y nos garantizará, ahora sí, paz y bienestar. Azuzan la guerra, pero eso sí, queda claro que ésta debe hacerse con hijos ajenos, con presupuestos inflados y trasquilados por la corrupción, con cámaras y micrófonos que sólo publiquen las versiones que amplifiquen sus sesgos.
Las quijotadas
Afortunadamente, hay quienes persisten en hacerlo diferente, en ensayar fórmulas inéditas. No importa si les llueven epítetos. Utopías, quijotadas, ingenuidades… tal vez todo esto, pero también miradas que, conociendo la historia, no se dejan polarizar, no se dejan tentar por “hacerle barra” a las salidas que solo más muerte, miseria e inequidad siembran y cosechan. Al lado de estas terquedades me gusta permanecer, aún en tiempos de chaparrones, tristezas y desesperanzas como las de estas semanas.