La mentira es un gran invento de la naturaleza,
pero los hombres la hemos llevado al punto de crear en nuestra mente mundos inexistentes
(Herrera M.)
“Observo alrededor y no veo nada, mejor dicho, veo la nada” en palabras de Laura Restrepo en su libro Canción de antiguos amantes, en la que se concluye que el ser humano siempre se encuentra en busca de sentido, de interpretar las situaciones y fenómenos que a diario enfrenta, pues no se concibe que este se encuentre en este plano desoyendo los mensajes universales a través de su conciencia, del universo, de la sociedad y de sus relaciones interdisciplinarias.
Desde siempre hemos escuchado promesas politiqueras, como que no habrá impuestos, que se acabará la corrupción, que ese elefante no era mío, que los micos en las leyes se acabarían, que habría una mejor sociedad, justa y equitativa, que el pan sería repartido en partes iguales, que se acabaría el analfabetismo, que no tenemos guerras ni existen grupos al margen de la ley, es decir, una cantidad de excusas para cambiar el país y su concepción social, pero se ha olvidado al ser humano, a ese engranaje necesario para que el Estado pueda subsistir.
La pregunta que se asoma al panorama es el título de este artículo, y quién lidera la andanada de propuestas simplistas citadas, sin que se haya acabado todo lo que se ha construido con base en las mentiras y la concepción de que la culpa no es mía, sino de otros que han tenido en la mano la solución de todos los problemas que van desde la pensión, la salud, la educación, la pobreza, la infelicidad, pero ahora encontramos que la responsabilidad ha sido delegada en los políticos, líderes sociales, presidentes de asociaciones o juntas comunales, quienes aprovechan a su antojo, dándonos argumentos para culpar a otros y no a nosotros mismos.
“Debe ser porque poseen eso que algunos llaman el coraje de la desesperanza” (Restrepo) y en efecto esa desesperanza está consumiendo a gran cantidad de personas, que se levantan a diario a buscar el sustento sin encontrar una nueva solución, ya que es más fácil creer que las cosas se pueden solucionar con algo nuevo, que reparando lo que se tiene, con un duro esfuerzo (Herrera), nos volvimos perezosos, dejamos de pensar y reactivar el cerebro pues es mejor vivir sin fatiga y todo lo que indique cero esfuerzo es aceptado con facilidad. Y ahí es donde ganan los culebreros sociales, Por eso, la culpa la tenemos todos sin excepción, unos por que sí y otros porque no.
El ser humano se ampara en una relación con Dios más o menos cordial, pero no estrecha, se habla de compromiso, pero este no existe y mucho menos se construye responsabilidad, hasta en la parte espiritual dejamos que otros nos manejen, caminamos bajo el egoísmo y buscar nuestro bienestar en vez del bien común; siendo consecuencia precisamente de no encontrar los zapatos que nos pertenecen y en donde la ausencia de empatía, de comprensión y respeto por lo de los demás nos ha hecho mucho daño, se violan las normas no solo de tránsito sino penales, civiles y constitucionales para soportar precisamente que la culpa no es mía sino de los demás.
“Toda cara tiene muchas caras, todo mito tiene mil lecturas y todo odio es de ida y vuelta”, qué país construimos, qué sociedad tenemos, cuál es mi trabajo de felicidad, a quién ayudo o enseño, cómo mejorar mi calidad de vida, interrogantes que quedan en el aire frente al hermetismo de aquellos que adquirieron la responsabilidad de solución, pero también el compromiso individual de los miembros de la sociedad de luchar contra el fanatismo político, el fascismo de las armas, del miedo generado por las inseguridades sociales y personales, pues en el fondo sabemos que una mejora depende de cada uno y que para estar mejor se debe solicitar ayuda que va desde lo particular a lo complejo pero también de esa unidad social que se ha perdido como consecuencia de la falta de gobierno, del incumplimiento de las plataformas políticas pero lo más importante, entregamos “una nada ansiosa y palpitante una nada viva, enterrada: como el petróleo, pura energía a punto de estallar” , así libre de todo lastre es el universo que queremos, para no terminar diciendo que aunque salgas a flote, siempre estamos en el fondo de algo.
ALIMENTAMOS UNA INTUICIÓN PROFUNDA, QUE LO QUE PASA ES CULPA NUESTRA, PERO NO BUSCAMOS ESE MONASTERIO AL QUE DEBERÍAMOS IR PARA ENCONTRAR LA SOLUCIÓN DESDE NUESTRO INTERIOR.