Este apasionado de la gastronomía ha afirmado desde siempre, que nació con un tenedor y un cuchillo en las manos, lo dice con una sonrisa de oreja a oreja, como si dijera un gran secreto. El espacio ordenado de su negocio, la diligencia con la cual los trabajadores se ocupan de cada mesa, es la demostración de que la disciplina y el orden es un patrimonio de su negocio; además de su amor por la comida y su dedicación.
Asegura también que “Hay que conocer cada uno de los oficios que encierra el hecho de tener un restaurante; conocer desde la forma en que se destaza a un animal, se desposta y se cocina. El tipo de hebras de la carne, el tipo de posta y todo depende de la variedad de platos que se ofrecen”, asegura don Julio. “Uno tiene que fijarse hasta la forma en la cual el plato se lleva al comensal. “Hay que conocer de coctelería, de administración y de caja”, enfatiza. Sin egoísmo, enseña a cada trabajador nuevo los aspectos de la operación de su restaurante. Es un experto en el arte de asar, hornear, picar y todos los oficios que implica el funcionamiento de un restaurante de esta naturaleza. Su filosofía es clara: para triunfar en este negocio, debes conocer cada detalle del proceso culinario.
Infancia difícil
La vida de Julio Falla no siempre fue fácil. Es hijo de Manuel Falla Vargas y Concepción Ballesteros, quienes fallecieron en la década de los 80, dejándolos huérfanos a todos en medio de la adolescencia. Fue entonces cuando la vida lo obligó a luchar y forjarse un camino en el mundo. Desde muy joven, Julio supo lo que significaba el trabajo duro y la responsabilidad. Pero a pesar de todas las inclemencias de la vida, “Julio es un buen jefe, alegre, solidario y muy carismático con su planta de personal y sus comensales” afirma William Pérez, mesero del restaurante.
Recuerda con cariño los momentos de su niñez en los que, desde las 3 a.m., se veía obligado a levantarse temprano para realizar las arduas faenas del ganado. Fue en ese periodo de su vida que aprendió a apreciar el valor de la carne y a conocer de cerca la importancia de un buen manejo de la misma. Aunque la vida le presentó desafíos difíciles, Julio Falla enfrentó cada uno de ellos con determinación y pasión.
Para propios y visitantes “El Amarradero del Mico” es un punto de referencia en la región y en la ciudad en sus más de cuatro décadas. “Los visitantes de la ciudad, si no comen en “El Amarradero del Mico” y bailan en “Los Capachos”, saben que no estuvieron en Villavo”, ha dicho reiteradas veces y en distintos escenarios, Mauricio López, el creador de la discoteca Los Capachos.
"El Amarradero del Mico" ha sido un punto de referencia culinario en la ciudad. Los clientes hacen fila durante horas para asegurarse de conseguir una mesa y saborear las especialidades que Julio y sus 200 colaboradores ofrecen. “Nosotros no descansamos ni en Semana Santa. Manejar personal es difícil, eso es un arte. Y ese es un punto a favor que tenemos. Somos muy cuidadosos en la atención, porque un cliente satisfecho regresa”, afirma don Julio.
Arte de asar
El arte de asar carne es una forma de culinaria que ha sido apreciada en todo el mundo a lo largo de la historia. La técnica de asado implica cocinar carne a través de la exposición directa al calor, ya sea una parrilla al aire libre, un horno o una sartén caliente. La carne asada se caracteriza por su sabor delicioso y su textura jugosa, que resulta de la reacción de Maillard, que se produce cuando la carne se dora a altas temperaturas. Esta es una de las virtudes de la carne que ofrecen en “El Amarradero del Mico”. Por eso el proceso incluye aspectos como el de la elección de la carne, el tiempo de cocción y el grado de asado son aspectos fundamentales que influyen en el resultado final. Este proceso culinario es mucho más que una simple preparación de alimentos, es una experiencia que involucra la habilidad del cocinero para equilibrar los sabores y lograr la perfección en cada bocado.
En todos los países del mundo se han dado una amplia variedad de estilos de asado. Desde el asado al estilo argentino con sus cortes de carne de primera calidad y la técnica de la parrilla a la brasa, hasta la barbacoa en el sur de Estados Unidos, donde la carne se cocina a fuego lento durante horas con distintas salsas y condimentos. La marca del llano es la famosa mamona, que se trata de una carne de ternera muy suave que se deshace en el paladar. El arte de asar carne trasciende las barreras culturales y se convierte en una expresión de amor por la comida, la tradición y la creatividad en la cocina, creando momentos memorables y sabores inolvidables, a tal punto de chuparse los dedos quienes la consumen.
El surgimiento del nombre
La singularidad de "El Amarradero del Mico" radica en el origen de su nombre. En los primeros días del restaurante, un mico tití bajó de los árboles y se unió a Julio y su equipo en las faenas diarias. Este simpático mono se convirtió en un compañero fiel y trajo consigo un golpe de buena suerte que se tradujo en un aumento sorprendente de las ventas. Julio y su equipo tomaron un aprecio especial por el mico, y este animal amigable se convirtió en el símbolo icónico de la marca. Así que la imagen del mico acompaña siempre como impronta de emprendimiento y saber culinario. “Ese animalito es como un amuleto de la suerte. A veces llegan por cientos en los restaurantes que hemos abierto y siento que es símbolo de que nos va bien”, asegura Falla.
El restaurante se especializa en la tradición culinaria de los Llanos Orientales, donde la carne a la llanera es la reina indiscutible del menú. Julio Falla es un hombre de mirada serena y rostro siempre sonriente, piel curtida por el horno y el sol de la brega. Con euforia comenta: “Somos siete hermanos 6 hombres y una mujer. Todos manejamos restaurantes y vivimos de este noble oficio”, asegura mientras abre el inmenso anafe de la entrada de su negocio y bromea algo con varios de sus trabajadores.
40 mil reses
Falla ha contado orgullosamente que a lo largo de su carrera ha destazado alrededor de 40 mil reses y unos 10 mil cerdos. Su experiencia y conocimiento sobre la carne son invaluables, lo que ha permitido que su restaurante sea conocido a nivel nacional como el mejor asadero de carne en la región. Su famosa mamona a la llanera es una exquisitez que atrae a amantes de la carne de todas partes, convirtiéndose en un ícono obligado a visitar.
El éxito de "El Amarradero del Mico" no se ha limitado a un solo establecimiento. Hoy, Julio Falla está expandiendo su imperio culinario, abriendo nuevas sucursales en distintos puntos de la región. Su visión es llevar los sabores auténticos de los Llanos a un público aún más amplio, y su dedicación incansable a la calidad y la tradición culinaria lo ha llevado a alcanzar nuevas alturas.
Poco a poco Falla se ha convertido en una leyenda en los Llanos Orientales de Colombia, un hombre cuya pasión por la carne y la tradición culinaria ha dado lugar a un negocio exitoso y a la alegría de innumerables comensales. Su restaurante, "El Amarradero del Mico", es un tributo a la riqueza gastronómica de la región, y su legado perdurará en la memoria de los amantes de la buena comida durante generaciones.