Yo elijo parir en casa, es más sano

Yo elijo parir en casa, es más sano

Esta bogotana se rebela en contra de las cesáreas, la rapidez del parto y su programación. Para ella el parto en casa es el regreso a la naturaleza

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julio 12, 2015
Yo elijo parir en casa, es más sano
Carolina Zuluaga-Parto ConSentido es un colectivo de mujeres que atienden partos en casa.

Magnolia respira y su periné empieza a expandirse. Puja y todo se revuelve. Puede expandirse más. Un hilo rojo dibuja su entrepierna. Siloé rompe las membranas y una fuente de agua clara inunda la sábana. Nació después de 19 horas de parto. La abuela preparaba infusiones para calmar a Magnolia y le hacía masajes en la barriga para acomodar a la bebé. El parto fue en soledad, la abuela partera sólo estaba para apoyar los momentos difíciles.  Jorge Borda, el papá, carranguero y profesor de colegio, esperaba el alumbramiento en la cocina, vestido de punta en blanco, alpargatas y sombrero. El útero es un lugar oscuro y lleno de agua, aquí afuera el ambiente es amplio y aéreo. Los hospitales son fríos, suenan los fórceps, las pinzas y hay luz, mucha luz artificial. El calor del hogar es más amable para el cuerpo recién nacido. En la calidez de una casa campesina en Villa de Leyva nació Siloé hace 40 días.

El parto es un proceso natural, un fenómeno animal que la medicalización ha querido convertir en una intervención quirúrgica. Las primeras médicas fueron mujeres sanadoras, enfermeras y consejeras. Ellas, con sus cultivos de hierbas medicinales, curaban a sus vecinos con aguas e infusiones.  “Mujeres sabias”, que para muchos eran sólo brujas. Ellas fueron las primeras botánicas y también las primeras parteras.

Después de la segunda guerra mundial, con el desarrollo tecnológico, empezó la desnaturalización del parto.  Ahora era visto como un problema médico y el oficio de las parteras como un trabajo obsoleto y rudimentario. Los ensayos, las estadísticas y las pruebas transformaron el nacimiento en un evento programado. Las pastillas anticonceptivas, las inyecciones hormonales y las T de cobre a empezaron a usarse para controlar la natalidad. Se empezaron a calcular las cantidades y los tiempos para garantizar la vida de la mamá y del bebé durante el parto. Controlar y controlar para no distraernos con las manifestaciones de nuestro cuerpo; un ignorar que nos fue alejando de nuestra feminidad.

Hoy, después de haberle entregado la responsabilidad de nuestros cuerpos a la medicina convencional han aparecido los ciclos menstruales irregulares, la amenorrea, el síndrome de ovario poliquístico, enfermedades que muchas mujeres padecen después de haber usado durante años los llamados métodos anticonceptivos seguros. Sin embargo, esta situación ha llevado a que algunas quieran reconectarse con su cuerpo a través de la danza, el yoga, el canto y allí encontrar el remedio para sus enfermedades. Reconectarse con su feminidad, una fuerza que va más allá de usar pintalabios, tener los senos parados y mostrar una melena brillante. No en vano, hace ocho años reapareció la partería urbana en Bogotá, una práctica que busca recuperar las raíces de una de esas virtudes femeninas que es el embarazo.

Así como Siloé nació en su casa campesina de Boyacá, hoy hay madres que eligen que sus niños nazcan en el calor de sus apartamentos en partos que duran más de 10 horas, acuclilladas en la tina de su casa.

Carolina Zuluaga es una partera urbana. Ella monitorea los embarazos por Facebook, WhatsApp y construye una amistad con las mujeres a quienes acompaña a dar a luz en casa. Estudió fisioterapia en la Universidad del Rosario y ese conocimiento lo combina con la medicina ayurvédica, la herbolaria, la meditación y todo el saber afro e indígena de la partería tradicional colombiana. Ella hace una preparación emocional, corporal y psicológica para el parto y para la nueva mujer que se gesta en los nueve meses de embarazo. La maternidad es un punto de partida para la reconciliación con esa feminidad que la linealidad del mundo ha rechazado porque la ciclicidad, la inconstancia femenina no caben dentro de la idea de progreso que mueve al mundo.

Con la medicalización, el cuerpo se ha vuelto una máquina descifrable. Tecnologías que han estandarizado tratamientos ignorando la individualidad de cada ser humano y masificando la atención. Se aplican protocolos estándares de acuerdo al tipo de parto, ya sea cesárea o parto natural. El desarrollo particular de las personas, el contexto cultural y emocional de cada una no se tienen en cuenta para comprender las señales que se presentan durante el embarazo.  La medicina convencional ha optado por silenciar los síntomas y nos ha llevado a perder la capacidad de escuchar y reconocer el lenguaje en el que se manifiesta nuestro cuerpo.

Carolina ha recibió más de 400 bebés en hogares bogotanos. Ella tiene el colectivo de parteras Carolina Zuluaga-Parto ConSentido, capacitadas para acompañar a las mamás durante el embarazo, en el parto y en el posparto. Así como su empresa,  existen tres más en Bogotá.  Carolina acompaña a las mamás desde la octava semana de gestación hasta los sesenta días después del parto. A los cuarenta, hacen un ritual en familia en el que se entierra la placenta que ha estado en sal durante la cuarentena y se siembra un árbol como símbolo de agradecimiento a la naturaleza. Para Carolina es una manera de recordarle a los hijos su origen y enraizarlos a la vida.

El crecimiento de la partería urbana es una manifestación de la nueva necesidad que existe por reconectarnos con la naturaleza.  El parto es un evento natural con riesgos mínimos. Hoy, por el afán de alargar la vida hemos terminado por alejarnos de la condición fundamental que nos hace seres humanos: nuestra animalidad.

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