Yo a Colombia no vuelvo, ni loco. ¡Muchas gracias!

Yo a Colombia no vuelvo, ni loco. ¡Muchas gracias!

'No anhelo retornar a un país impúdico que vota por el malo para que no llegue al poder el peor'

Por: Fabio Andrés Olarte Artunduaga
septiembre 17, 2015
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Yo a Colombia no vuelvo, ni loco. ¡Muchas gracias!
Foto: tomada de internet

Un excompañero de universidad, a quien respeto y admiro solemnemente, me propuso que volviera a radicarme en Colombia, y retomara el camino de la docencia, pues él está por abrir un colegio privado en un municipio de Santander y pretendía que yo me integrara a este proyecto. Esto ocurrió el fin de semana pasado y, la verdad sea dicha, de arranque la idea me llamó bastante la atención, pues la propuesta de mi amigo era una de esas que invitan a sujetos como yo a pensar en retornar al país que nos vio nacer y que nos expulsó hace años.

El soñar con abrazar a mis padres con mayor frecuencia, ver realmente posible el hecho de estar cerca de mis sobrinos –y disfrutar de su presencia-, el imaginar volver a ver a mis viejos amigos que –aunque cada vez me quedan menos- extraño con el alma, y el hecho de creer nuevamente en que pueda aportar en algo distinto a la transformación del país, indudablemente, me hicieron emocionar.

Sin embargo, al poco tiempo, y tras analizar algunas cuestiones con las que me encontraría en mi posible vuelta a Colombia, tuve que bajarme de la nube en que andaba y decirle, con seguridad y sequedad, a mi amigo: “A Colombia yo no vuelvo, ni loco. ¡Muchas gracias!”. Más allá de que tomar la decisión me tomó un par de días, creo que estoy seguro de esto, como de pocas cosas en la vida.

¿Y las razones? Pues, claramente, son varias. Y a continuación les voy a presentar algunas.

  1. No quiero vivir en un país mezquino que le niega derechos fundamentales a millones de sus ciudadanos. No me gustaría volver a oír la historia de un joven campesino que soñó con ser médico pero que, por culpa de Colombia, tuvo que conformarse con quedarse cultivando papa. Ni tampoco deseo volver a escuchar, de primera voz, que la abuelita de alguna muchacha pobre se murió haciendo una fila para que le dieran una cita médica.
  1. No pretendo volver a radicarme en un país mojigato que, por seguir patrones de instituciones inmorales como la Iglesia Católica, lleva a que nuestros adolescentes y jóvenes se suiciden porque allá es prohibido para algunos ser homosexual.
  1. No anhelo retornar a un país impúdico que vota por el malo para que no llegue al poder el peor. Porque, la verdad sea dicha, y duélale a quien le duela leerla, no podría soportar que en unos años mis paisanos elijan en las urnas entre dos criminales como Gustavo Petro O German Vargas Lleras, pues, sin lugar a dudas, alguno de ellos será la persona que se va a quedar con el puestico de presidente de la república, en el corto plazo.
  1. No tengo ansias de continuar con mi vida en un país ignorante que, cada vez que puede, expone que su problema de indigencia mental es grave y que, al parecer, no se va a superar jamás. Porque si no es estúpido un país al que uno le dice “no coma más mierda, sin sentido, que por unos pocos estamos como estamos” y, en respuesta, le lanza a uno el estiércol en la cara, no se cuál lo sea.
  1. No aspiro regresar a un país aprovechador que vive orgullo de la “malicia indígena”, que no es otra cosa que vivir del oportunismo y del descaro. No sé cómo reaccionaría yo al encontrarme con uno de esos ventajosos y tramposos que en Colombia sobran y que, constantemente, nos cruzamos al momento de realizar negocios o tratos de cualquier índole. Creo que no estoy listo para algo así.

Si les sigo enumerando las razones por las que no quiero volver a vivir en Colombia, claramente, se van a quedar dormidos sobre el dispositivo electrónico en el que estén leyendo mis letras. Porque, sinceramente, son muchas. Y no lo vayan a negar que todos ustedes saben que esto es mentira. No sean hipócritas.

Como conclusión, les quiero aclarar algo: No siento vergüenza de ser colombiano, pero sí siento vergüenza de que otros también lo sean. Seguramente, tras leer esto, esos patriotas furiosos que dicen amar a la tierrita, me van a llenar las bandejas de entrada de mis redes sociales con palabras que solamente ellos pueden decir y escribir con tanta vehemencia, como hijueputa y malparido.

 

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