Al caído hay que caerle. Nuestro hoy ex Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora es objeto de burla y escarnio público por asuntos exclusivamente de su vida privada.
Lo primero es decir que mi solidaridad con el doctor Otálora, no es fruto sino únicamente de la reflexión de la noticia de su renuncia y de las acusaciones a las que está siendo sometido, pues no lo conozco ni lo he tratado directa o indirectamente.
Lo segundo, es que mi solidaridad no debe indicar que asumo que él sea inocente o culpable. Todo está en investigación y hasta que no haya un acto jurídico o administrativo que así lo señale, se le debe otorgar el beneficio de la duda. Hay dos versiones, como en todo caso y hay unas pruebas (testimonios, chats y fotos) que indicarían que hay una responsabilidad, pero nada de fondo que lo absuelva o lo condene. ¿Entonces, el debido proceso, el derecho de defensa se vulneran por el efecto mediático de medios de comunicación y del común de la gente?. Estamos en un país democrático y constitucional.
Lo tercero, es que pocas o ninguna voz social, política o gubernamental he escuchado que lo apoya. Por el contrario las noticias son que todos los sectores están en su contra o al menos le quitaron el apoyo que otrora le brindaban. Quedó solo. Eso, es solo a un indebido manejo que el doctor Otálora le dio a las declaraciones entregadas por distintos funcionarios de la ex entidad a la que pertenecía, principalmente a las dadas en todo momento por la doctora Astrid Helena Cristancho, ex secretaria privada del doctor Otálora con quien se iniciarán las acusaciones de acoso laboral y sexual. Definitivamente le faltó manejo político y le quedó grande el problema.
Lo cuarto, es indicar que si las declaraciones y acusaciones en contra del doctor Otálora riñen con las buenas costumbres, la moralidad pública y la ética que debe mantener todo funcionario público, lo cierto es que se le vulneró su derecho a la igualdad y al buen nombre. Y es que por acusaciones más gravosas y delicadas, hoy en día continúan en sus cargos funcionarios como el General Rodolfo Palomino, Director General de la Policía Nacional (acusado de integrar una red de prostitución al interior de la institución– comunidad del anillo) ; el Magistrado de la Honorable Corte Constitucional, Jorge Pretelt (acusado entre otras tantas, de pedir dinero para fallar favorablemente una tutela); el Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre (por los multimillonarios contratos a particulares en especial el de la Natalia Springer) y los hoy ya retirados ex alcalde Gustavo Petro y Luis Bedoya presidente de la Federación Colombiana de Futbol. Por señalar algunos casos solamente porque de ellos estamos llenos. En consecuencia, el ex Defensor del Pueblo no recibió el mismo trato y por eso estos dos derechos fundamentales se le vulneraron.
Lo quinto, es que puede ser todo un montaje. No lo sabemos hasta que no haya una declaración en firme que así lo indique. Y es que todo puede suceder. A diario pasa. Tal vez uno de los casos que recuerdo con apasionamiento fue el de las consecuencias de las declaraciones de la excongresista Yidis Medina, porque lo seguí desde el primer día que la noticia se dio, cuando el señor Coronel, entonces director de Noticias Uno, sacó al aire el video donde ella indicaba el manejo político económico que tuvo la reelección del ex presidente Alvaro Uribe. Recordemos no uno sino los varios montajes delictivos (secuestro, extorsión) que involucraban a la señora Medina, todo por hacer esas declaraciones y de los cuales, luego de años de defensa, la declararon inocente. Entonces, por qué condenar hoy al doctor Otálora?, por qué pasar por alto el derecho de defensa que le asiste y el debido proceso que debe tener toda actuación.
Quedo triste, no por el doctor Otálora, sino por mis conciudadanos, al ver cómo reaccionan de manera distinta, ante una u otra escandalosa noticia, sin dar las mismas garantías procesales, personales y sociales a los acusados y al ver y leer en algunos medios de comunicación que tratan de abrogarse ese “logro” de la renuncia del doctor Jorge Armando.
