Yenis Lugo no está divina, sino diabólicamente hermosa. Yo había visto en las redes sociales sus fotografías, mas no sabía quién era esa mujer de apariencia exagerada en términos sensuales y de estatura promedio. Alcancé a creer que seguro era una falsa diva. Era similar a una mujer falsa. Estuve convencido de que no era real, más bien que sus atributos eran el resultado de los retoques fotográficos con Photoshop.
Finalmente, me refugié en la idea de quizá Yenis era una mujer de verdad, pero que era una chica remota, tal vez de Puerto Rico, de República Dominicana. En definitiva, una oriunda de alguna isla del Caribe, como la artista Nicki Minaj. Pero —¡oh, sorpresa!— resulta que Yenis Lugo es de muy acá, es de Colombia, lo que nos hace ser coterráneos.
Yenis Lugo es un sueño para muchos y muchas; y lo aseguro de esta forma, no tanto con el fin de emplear el lenguaje incluyente, sino, más bien, porque muchos hombres soñarían con ganarse un espacio en el corazón de Yenis, donde hallamos sus mejores sentimientos. Asimismo, muchas mujeres acaso tengan el sueño similar de conseguir un cuerpo embellecido, tal como el de la reina de las cirugías plásticas.
Hay algunas mujeres que saben que no son agresivamente hermosas, pero, de igual modo, sienten que nadie les puede privar del derecho de verse y sentirse despampanantes. Van al quirófano a fin de que les retoquen aquellas regiones de su cuerpo que más estiman. Yo creo que el ser humano ha guardado el deseo por siempre de producir la impresión visual de ser hermoso. Obsérvese los códigos y la convención de la belleza actual de nuestra civilización occidental y cristiana, y compárense con los de otras culturas, e incluso con los de otros tiempos.
La ropa no solo fue inventada para protegernos del medio ambiente hostil, sino, además, con el transcurso del tiempo ha consentido semejar hermosura; hoy, elegancia. Hay quienes anhelan aparentar una nalgas tan extensas como una llanura; y si tienen con qué emprender el asunto, acuden a las cirugías plásticas, o, en el más barato de los casos, a las populares fajas estetizantes. No digo fajas estéticas, porque me parecen horrorosas, aunque embellezcan.
En el Caribe colombiano —como siempre sucede— la realidad supera la ficción; en ocasiones vivimos el realismo mágico sin fascinación; nos acostumbramos a este como quien se acostumbre a un dolor de muela (la figura creo que es de Ernesto Sábato, o es de Jorge Luis Borges). Aquí se presentan unas manifestaciones carnosas de la realidad que intimidan por su constitución tremendísima. Las mujeres cultivan nalgas de impresionantes quilates. El personaje pintoresco del vocinglero Carnaval de Barranquilla, la famosa mujer nalgona Doña Leopo, es una caricatura que se desmenuza al entrar en contacto con el realismo mágico de nuestra vida cotidiana. Ser una mujer nalgona en la Costa Caribe de Colombia es un dogma, digo más, es una casi verdad de obligada aceptación, y es el día a día que ven nuestros ojos. Presumiblemente, las cirugías plásticas acá no tienen la misma demanda que en otras regiones del país. Tenemos muchas Yenis, pero sin cirugías.
Yenis Lugo es una mujer de carne y hueso y silicona, de cuerpo modelado por las cirugías estetizantes más bien que estéticas. Me imagino que no faltará el que la vea como a una diosa humana (poco menos que a una semejanza de Venus); tampoco faltará quien considere que su cuerpo es una metáfora pornográfica, porque le permite experimentar los violentos impulsos de la carne, como diría el papa. Con todo eso, Yenis Lugo es una diosa humana con silicona, es decir, es mortal y es pecadora, de belleza pecaminosa.