Que un artista revele su preferencia política es un pecado capital. Esto es algo que puede costarle campañas publicitarias, pérdidas y hasta el rechazo de gran parte del público. Puede ser actor, cantante, modelo, presentador o cualquier tipo de personaje que viva de estar expuesto a las grandes audiencias.
Ciertamente, no hay nada de malo en que un personaje público tenga una preferencia política pues ellos, al igual que cada ser humano, son personas con el mismo derecho a tener una opinión sobre la actualidad. Sin embargo, esa vida política, en el caso de los famosos, es algo que debería llevarse en secreto, de la misma forma en que se lleva la vida sexual. Ambas son parte de su intimidad y no tendrían por qué estar ventilándola ante su público.
Sebastián Yatra, Silvestre Dangond y muy recientemente Jessi Uribe son tres muy buenos ejemplos de lo que ocurre cuando un artista, que vive del amor que le tiene su público, comete el pecado de revelar su orientación política. Más aún, cuando se trata de un país tan politizado como el nuestro. En lo personal no soy fanático ni seguidor de ninguno de los tres, como tampoco soy seguidor del ex presidente Álvaro Uribe. Sin embargo, ya me queda imposible escuchar alguna canción de los anteriormente mencionados sin pensar en el expresidente. Y esto es fatal porque lo único que debería importarme es si la canción es buena o mala, no la orientación política de quien la cante. ¿Pero qué hago? ya es imposible separar ambas.
Lo mismo me sucede cada vez que veo un afiche de Paulina Vega en un un paradero de buses. La ex Miss Universo, que tiene un contrato millonario para ser la imagen de Falabella, también fue otra que se dejó llevar por el impulso y reveló su apoyo a Ivan Duque en la elección presidencial de 2018. Si Falabella hubiese querido cancelar las campañas que desde hace años tiene con Paulina Vega, hubiera estado en todo su derecho. Al ser la modelo imagen de la marca, todos los valores e ideas que ella profesa también se le atribuyen a las marcas que ven en ella una plataforma para promocionarse. La ex reina también es imagen de Pantene y Adiddas. No es de extrañar que otras marcas la hayan descartado porque dos años después todavía se le sigue relacionando con el uribismo, perdiendo así millonarios contratos. Y todo por un trino. El público no perdona.
A mi lo único que me queda claro es que el uribismo nubla hasta el sentido común. Para que un artista, que vive del amor del público, cometa el pecado de revelar su orientación política es porque tiene que estar muy casado con ella. En últimas, hacer una cosa de esas en un país como este, es casi que hacerse matar por un político. Más si se trata de uno tan rechazado y cuestionado como Álvaro Uribe.
