Las palomas, que habitan la cornisa de la catedral en Popayán, se reunieron preocupadas por la situación de quienes se quedaban sin trabajo. Fue un acto de solidaridad con los maiceros, pues el campamento instalado por los estudiantes no permitía la labor de la gente honrada, perjudicada con la invasión del espacio público.
Fue un acto fraterno de parte de las aves, que luego de la asamblea, decidieron volar hasta lo más alto del curubo para solicitar a los especialistas en limpieza el desalojo de los intrusos, que obstaculizaban el negocio de la salvación, la circulación de las personas y el libre ejercicio del derecho al trabajo.
Al mismo tiempo, un turista anotó: “Yace Popayán fuera de espacio y de tiempo”, al contemplar la máquina, de la Torre del reloj, es decir, el instrumento que indica la hora pero que se encuentra detenido. “Cuestión paradójica —dijo— el instrumento de movimiento uniforme que hace avanzar las manecillas sobre una superficie esférica, es un adorno en la ciudad, pues como el tiempo se encuentra estancado, no se producen movimientos, y cuando esto sucede se recurre a la estática”.
Y desde la mitad del parque la estatua de Francisco José de Caldas observo el desalojo del campamento de los universitarios. Y al mirar el reloj que permanece inmóvil, llegó a la convicción de que el tiempo se ha detenido. Volvió a sentirse decepcionado, pues de la misma manera que en 1816, se ordenó ejecutarlo: ¡España no necesita sabios!, sucede en 2018 cuando para asombro, que lleva a la parálisis, en la supuesta vida independiente, de una república democrática, no interesa el desarrollo de la ciencia, ni la formación de los muchachos, pues a los educandos que piden apoyo para la universidad se les desoye, dado que no atañe al gobierno el conocimiento ni se aspira que el mañana ofrezca un horizonte distinto.