Es bastante sabido que en este terruño en donde sobresale el más vivo, el que se hace a un cargo de gran relevancia pública termina beneficiándose con el erario público. Solamente basta con mirar lo que hace el actual ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, que desde que ha participado de los gobiernos uribistas ha engrosado su patrimonio, pero no con su jugoso salario sino con los chanchullos que hace para llenar sus insaciables bolsillos. Los tipos como él tienen las cosas muy claras: con la plata del pueblo sacan beneficio y de paso ayudan a los que participan de sus movidas. Lo vienen criticando desde hace rato, pero no pasa nada porque en nuestra república bananera nos acostumbramos a que nos roben de frente.
Nos es casualidad que cuando fue ministro de Hacienda del gobierno de Uribe haya creado los famosos bonos de agua, que deberían llamarse más bien los bonos Carrasquilla, una estrategia que se inventó este sagaz ministro para endeudar a los municipios con la ejecución de obras públicas como las de agua potable, siempre y cuando se acudiera a plata del sector privado y se dejara tranquilo al gobierno central. Detrás de esta movida está el genio siniestro de un hombre que vio la oportunidad de hacerse rico con los intereses de estos préstamos, beneficiando a socios y demás conocidos de la banca colombiana. Saque usted, amigo lector, sus propias conclusiones.
Los que dicen conocer sus andanzas señalan que su capital está bien guardado en Panamá, que desde ese país ha montado empresas fantasmas que se han hecho a contratos con el Estado y que es una realidad que como ministro de Hacienda ha montado todo el aparataje legal para salir avante de sus leguleyadas. Si alguna vez este ser tan despreciable llega a presentar su declaración de renta, es importante que no se la tome enserio, ni mucho menos que se crea cómo consiguió su capital. No se hizo rico únicamente como economista y emprendedor, no se vaya a creer eso, sino que ha sabido como mamar de la teta pública.
Ahora en el gobierno de Duque, que también es un gobierno uribista, solamente que el títere que gobierna tiene otro apellido, Carrasquilla no propone los tan cuestionados bonos de agua, sino que prepara una segunda reforma tributaria que lo beneficie a él y siga catapultando a los empresarios que se han enriquecido con el trabajo de los colombianos. Esto demuestra que aparte de beneficiarse con la plata del pueblo, nuestro ministro favorece descaradamente al que más tiene, porque su misión también consiste engrosar las arcas de los que más plata tienen en este anacrónico país.
En un futuro no muy lejano, cuando se analicen todas las bellacadas que ha hecho nuestro tristemente célebre ministro de Hacienda, los colombianos dirán aterrados cómo alguien pudo crear una fiducia para endeudar a un país con la plata de otro sin que se lo haya detenido. Todo seguirá normal, porque una queja aquí es sinónimo de un olvido inmediato. La verdad es que en nuestro terruño no pasa nada, aunque se conozca el mal, tal como en su momento pasó con los bonos Carrasquilla.