A pesar de que a Colombia le tocó un grupo que a primera vista podría considerarse fácil, la maldición de la selección se hizo presente en el sorteo mundialista y nos condenó al fracaso: Javier Hernández Bonnet dijo que el equipo nacional estaba clasificado.
Pero lo que olvidó el periodista de Caracol es que Polonia, por ejemplo, tiene uno de los delanteros más poderosos del mundo y, tal vez, el mejor de la liga alemana. A Robert Lewandowski no se le puede dar un solo centímetro de espacio porque fulmina el arco contrario. Además, ha sido el goleador de la Bundesliga en las últimas dos versiones, algo nada despreciable para el polaco. Como si fuera poco, también está Kamil Glik, defensa del Mónaco y compañero de Falcao. Lo conoce a la perfección y sabe cómo volver al tigre en un delantero inofensivo. Con 1,90 m de estatura el tipo es impenetrable. Por último, están jugadores como Szeczenny, arquero de la Juventus de Italia; Piszcezk, defensa del Borussia Dortmund de Alemania, y Zielinski, atacante del Nápoli italiano. Pero tranquilos, sigamos creyendo que ya estamos clasificados a octavos.
Por otro lado, la venganza de Japón es inminente. Los asiáticos no van a perder dos veces con nosotros, sin olvidar que la selección no es la misma de hace cuatro años. Además, los nipones terminaron invictos en la eliminatoria, un resultado envidiable para nosotros, que, como siempre, sufrimos hasta el último minuto. Y no olvidemos a Nagamoto, el delantero del Inter de Milán que tiene a todos los defensas en Italia corriendo detrás de él sin poder hacer nada.
No quiero extenderme con la selección de Senegal, pero para nadie es un secreto que los equipos africanos siempre son un hueso duro de roer. Koubaly, defensa del Nápoli; Ndiaye, volante del Galatasaray; Mané, delantero del Liverpool y Keita, atacante del Mónaco, son sus figuras.
No, no estamos clasificados, no somos campeones de nada, no somos ni siquiera favoritos. Colombia ha tenido muy malos resultados en los pocos mundiales que ha jugado y ahora hay que esperar. Los partidos se ganan jugando, no hablando.