Este país lo volvimos mierda entre todos. Y entre todos lo vamos a sanar. Ya no hay palabras, todas se derramaron como rosas muertas entre alcantarillas de codicia, corrupción y muerte. Los mismos de siempre nos enseñaron a odiarnos para luego utilizarnos como carne de cañón.
Pocos documentales como gente de bien retratan la índole de un pueblo como el colombiano, alimentado de miedo y de temor. Es el vivo retrato de lo que somos y de cuanto podemos ser.
Si es humor, es muy serio para poder reír. Y si es en serio, es muy profundo como para no dejar escapar una lágrima.
Ya no hay palabras, solo acciones. Las que brotan de un pueblo cansado, engañado y ofendido. De esa juventud que se sublevó contra sus propios verdugos en un acto de valentía y fortaleza.
Somos los mismos, el mismo pueblo, la misma masa cansada y vencida. Pero ahora dispuesta a hacer lo que generaciones no hicimos.
Gente de bien con alma de bandolero, con credencial de corrupto en un país empobrecido a punta de indiferencia.
Ya no hay palabras, únicamente voces y brazos alzados.
Una pieza magistral, un testimonio que guardará la memoria de esta generación que superó las taras de sus antecesores. De esta juventud que conquistó la dignidad con sus propios dolores y tormentos.
Y sí, somos los mismos, el mismo dolor y clamor, la misma llaga que se arrastra por la tierra sembrando semillas de esperanza.