Con decenas de muertos, cientos de heridos por bala y cientos de desaparecidos, ¿habrán llegado a un punto de no retorno Duque y sus aliados?, ¿cuáles salidas le quedan a un gobierno cuyos crímenes se están documentados en tiempo real, cada uno de ellos mereciendo encarcelamiento?, ¿hasta dónde estarán dispuestos a llegar para escapar a condenas que parecen desde ya inevitables?
En Cali y otras ciudades de Colombia reina un estado de anarquía técnica. Antes de todo, la policía está desborda por el número de casos a investigar. Los cuerpos yacen horas en las calles antes de poder ser levantados. Además, la mayoría de las denuncias va en contra de ella. Las fuerzas del orden atraviesan un momento de esquizofrenia donde parecen recibir el orden a la vez de proteger el pueblo y a la vez de agredirlo, una esquizofrenia donde los sospechosos a investigar son ellos mismos. De todos modos, a estas horas, confiar ciegamente en estas instituciones, así como debería ser el caso, se ha vuelto imposible. Las imágenes de las masacres por parte de los uniformados y “encascados” cortó de raíz una sana convivencia entre la población civil y esa rama claramente podrida del ejecutivo.
Este vacío empieza a afectar la estabilidad de nuestra sociedad ya que, aún si una gran parte de los colombianos parece más unida que nunca, la polarización empieza a dividir silenciosamente los vecindarios en facciones rivales. Y no se trata de simple diferencias de opinión entre dos bandos. Para algunos, la ultraderecha, se trata de respaldar a una política de eliminación “física” de la oposición encarnada en 2021 por una juventud generalmente comprometida con la visión a futuro de un país para todos. Claramente, apesta el olor de la discordia preguerra civil que será difícil de disipar a corto plazo.
Ahora, los ojos tímidos de la comunidad internacional empezaron a detectar la gravedad de la situación y los lentes de las cámaras ciudadanas graban sin descanso los actos vandálicos y homicidas de un gobierno resuelto a acabar, cueste lo que cueste, con todo tipo de resistencia cívica. No tardarán los informes imparciales de la ONU y otras ONG nacionales e internacionales. No tardarán en hacerse públicas las imperdonables maniobras elaboradas por el presidente y los que lo rodean. ¿Cómo podrán escapar a la justicia está vez?
¿Renunciar ya y presentar un mea culpa por negligencia? ¿Intentar seguir un poco más en el puesto para ganar en fuerza antes de negociar un exilo y una inmunidad? ¿Intensificar la represión e imponer su dictadura durante años?
Mientras ellos se preguntan de qué opciones disponen para salir una vez más con la suya, cada día reafirman el orden de matar a los muchachos y podrir las bases culturales, sociales y económicas de un país de América Latina mucho más frágil de lo que parecía.