“Siempre debemos tomar partido!” —urgía Elie Wiesel en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en 1986— “a veces debemos interferir. Cuando hay vidas humanas en peligro, cuando la dignidad humana está en riesgo, las fronteras y las sensibilidades nacionales se tornan irrelevantes. Donde quiera que un hombre o una mujer son perseguidos por causa de su raza, su religión o sus convicciones políticas, ese lugar debe convertirse, en ese momento, en el centro del universo”.
¿Cómo podemos ser neutrales frente a lo que está sucediendo en Venezuela? La gente está siendo asesinada y desaparecida en Venezuela por agentes del Estado bajo las órdenes explícitas del gobierno de un dictador que abolió todo el orden constitucional. Estos crímenes de Estado no son menos graves por que el gobierno sea de izquierda, o se proclame a sí mismo “revolucionario”. Son crímenes de Estado, y se están ejecutando a escala masiva y sistemática con la complicidad de sus Fuerzas Armadas. Venezuela es hoy un Estado paramilitar que ha fundado y legalizado la entrega de armas a grupos de civiles con el explícito propósito de deshacerse de la disidencia, de reprimir la protesta, de mantener a la población en un estado de miedo e intimidación permanentes.
Son asesinatos y desapariciones forzadas de gente joven que ya no aguanta más la represión, el horror y el hambre al que su pueblo está siendo sometido por una mafia narcotraficante que no se va a ir del poder por las buenas. Lo que estamos presenciando es la batalla de todo el poder del Estado contra unos jóvenes armados con botellas de pintura. Son crímenes de Estado que ocurren a la vista de todos, en tiempo real y en alta definición, como las imágenes del joven envuelto en llamas, la tanqueta que atropelló a los manifestantes, de las mujeres caminantes. No importa cuanta violencia sigan ejerciendo contra gentes desarmadas. Ya han sido derrotados por el peso moral de quienes marchan en paz y arriesgándolo todo por su libertad. No estamos lejos del día en que tendrán que responder ante la justicia por sus atrocidades.
Maduro puede seguir comprando el silencio de los gobiernos latinoamericanos
para evadir sanciones a punta de sobornos y petróleo subsidiado,
pero no puede cambiar los hechos que lo han convertido en el asesino que es
Maduro puede seguir comprando el silencio de los gobiernos latinoamericanos para evadir sanciones a punta de sobornos y petróleo subsidiado, pero no puede cambiar los hechos que lo han convertido en el asesino que es, ni hay jabón para lavarse las manos después de tanta sangre derramada. Me indigna el silencio del gobierno colombiano, el silencio ensordecedor del mundo que prefiere ignorar el horror. Por eso les pido que me permitan usar esta columna el día de hoy para citar apartes de una carta conmovedora, escrita por el famoso director venezolano Gustavo Dudamel, quien ha decidido romper su silencio para rogar por una salida sensata a esta violencia que nos hiere a todos como parte de la comunidad humana.
Levanto mi voz en contra de la violencia y la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre. Ya basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable crisis. Históricamente el pueblo venezolano ha sido un pueblo luchador pero jamás violento.
Los venezolanos están desesperados por su derecho inalienable al bienestar y a la satisfacción de sus más básicas necesidades. Las únicas armas que se le puede entregar a un pueblo son las herramientas para forjar su porvenir: instrumentos musicales, pinceles, libros; en fin, los más altos valores del espíritu humano: el bien, la verdad y la belleza.
Hago un llamado urgente al Presidente de la República y al gobierno nacional a que se rectifique y escuche la voz del pueblo venezolano. Los tiempos no pueden estar marcados por la sangre de nuestra gente. Debemos a nuestros jóvenes un mundo esperanzador, un país en el que se pueda caminar libremente en el disentimiento, en el respeto, en la tolerancia, en el diálogo y en el que los sueños tengan cabida para construir la Venezuela que todos anhelamos.
Es el momento de escuchar a la gente: Ya basta. –Gustavo Dudamel
La carta completa puede leerse aquí