Francamente no sé qué nos extraña hoy del comportamiento de Nicolás Gaviria, sobrino en quincuagésimo grado del expresidente César Gaviria; bueno, o en tercero que es lo mismo. Él es solo una muestra más de las carencias que tenemos en este país podrido por la falta de valores, de justicia y por la corrupción a todo nivel.
En Colombia, donde todo se mueve con palancas y triquiñuelas, hasta ser vecino de… sirve. Sí señores. Mucha pena me da con todos, entiéndase oficios y clase social, pero nadie se salva. Aquí para hacer negocios, para construir, para salir adelante dignamente hay que comerse unos sapos… Miremos la situación por todos los lados:
La frase ¿Y usted no sabe quién soy yo? la usan los poderosos y sus allegados, pero pasa a ser, ¿conoces a alguien que nos ayude?, para los cercanos a esos privilegiados, y termina siendo “Venga *@+% y lo acabo a plomo, o a cuchillo, o a pata” cuando está solo a su propia merced y muy lejos de tener palancas.
Nicolás Gaviria representa a esa generación a la que castigarla la llevaba al trauma, la que pareciera haber tenido muchos privilegios pero no haber recibido por ningún lado el respeto a las diferencias. Como dijo en un tuiter Alberto Salcedo Ramos: “Nicolás Gaviria es solo el rostro más reciente de tantos en este país que confunden ser una persona de bienes con una de bien”.
Siguiendo por esta línea, miremos los hechos más recientes. Los ladrones de cuello blanco más reconocidos son hijos de renombradas familias, han estudiado en los centros educativos nacionales e internacionales más prestigiosos, y sin embargo han resultado robando a manos llenas con más facilidad que el raponero de la calle que pone la cara y que por lo menos se asusta con la reacción de la víctima si le sale brava. Estos señores no. Pero cómo no va a ser así si… ¿Y usted no sabe quién soy yo? Pues como son quienes son, sus delitos quedaron prácticamente impunes. ¿O es que pagar al final unos pocos años como los Nule, o dilatar los procesos como los Moreno y los de Interbolsa es pagar mucho, al lado de un mundo de dinero que nunca regresan y que los deja pensionados de por vida? Quisiera saber cómo fue que le metieron una pena similar al depravado que le cogió una nalga a una mujer en Transmilenio, que a estos criminales que nos las cogieron a todos y no pudimos ni hacer nada ni recuperar un centavo de nuestros impuestos.
Ahora, vámonos para el otro extremo. Nadie desconoce que entre las filas de la Policía o el Ejército hay hombres valiosos y valientes que hasta han arriesgado sus vidas por defendernos. Les tengo toda mi admiración, de hecho me emociona salir de viaje y responder levantando mi dedo pulgar a cada uno de ellos. Les tengo mucha consideración, igual que a los patrulleros. Pero también, como en todo, hay quienes abusan de su autoridad (que se las da el uniforme y pertenecer a la institución), porque es la única oportunidad que han tenido de ser escuchados, respetados y reconocidos. ¿O díganme en qué va el caso del grafitero en Bogotá, y a quienes implicaba? A mandos de todo nivel. Eso no ha concluido. Y del glorioso Ejército Nacional ni hablemos. ¿Qué tal la prepotencia de los altos mandos en los vecindarios y las pujas entre sus esposas que se llaman “coronelas” o “generalas” o como corresponda según el rango? En fin…
Los políticos no se pueden quedar atrás, miren al senador Merlano que sirvió de conejillo de indias para poner en su lugar a ese privilegiado sector que nos representa y que debiera ser cambiado en su totalidad porque ha sido históricamente la base de la corrupción que nos carcome. Ellos sí que se han beneficiado de: ¿Y usted no sabe quién soy yo?
Voy a decir algo terrible, pero ¿por qué nació la guerrilla? Por esa distancia y esa prepotencia de políticos y empresarios con la clase obrera, la menos favorecida; hoy se sigue reflejando en el trato que Nicolás Gaviria le dio a un agente en particular diciéndole: “Usted es un simple HP policía. Eso no quiere decir que defienda a la guerrilla que no solo está pidiendo liberar a la belleza de Simón Trinidad, sino que ha reiterado que sus miembros no pagarán un solo día de cárcel… Estos sí se creyeron el ¿Y usted no sabe quién soy yo?
Cómo será de nuestra esta frase, que los delincuentes colombianos que viajan por Latinoamérica haciendo “transferencia del conocimiento” con la duplicación de tarjetas y el agiotismo (como lo denunció 7 Día en su especial desde Chile), para atemorizar a sus víctimas les dicen: “Es que yo soy colombiano”, otra forma de decir ¿Y es que usted no sabe quién soy yo?
Nuestra querida nación no es identificada propiamente por la honestidad. O si no miren el ejercicio del Derecho y sus grandes figuras, cuyas exposiciones y ejecuciones están encaminadas a hacerle la trampa a la justicia. Y mientras tanto, nuestra ministra de Educación preocupada por el pénsum de los colegios, cuando lo realmente importante hoy para nuestro país es el rescate de valores y de justicia.
La frase motivo de esta columna nos la dice cada año el ministerio de Hacienda con sus reformas tributarias, no estructurales, donde para nada escuchamos ni de ellos ni de ninguna parte del Gobierno sobre un verdadero plan de lucha contra la corrupción. Sí, ¡LA CORRUPCIÓN!, con mayúsculas, porque mientras no se haga nada en su contra, todo va a seguir pasando de agache, y nos vamos a tropezar una y otra vez con muchos Nicolás Gaviria y su… ¿Y usted no sabe quién soy yo?
¡Hasta el próximo miércoles!