¿Y su trabajo vale la pena?

¿Y su trabajo vale la pena?

Una perspectiva a raíz del libro 'Bullshit Jobs', escrito por el autor estadounidense David Graeber

Por: CARLOS ALBERTO CANO
noviembre 08, 2019
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¿Y su trabajo vale la pena?
Foto: Pixabay

Recientemente leí un libro titulado Bullshit Jobs, del autor estadounidense David Graeber. No puedo referirme a él con la traducción en español, no por la traducción en sí sino por no generar molestias por la traducción. Sin embargo, recurro al título en inglés, aunque la traducción literal sea la misma.

Según Graeber, la angustia, tristeza y desánimo que sienten las personas en sus trabajos se justifica en el tipo de labor que desempeñan y en ver que esta no genera ninguna satisfacción en especial. Estos en su mayoría no son los trabajos a los que el autor llama bullshit jobs, por el contrario, son los que él dignifica. Por otra parte, esos trabajos por los que muchos estarían dispuestos a hacer cualquier cosa, pero que en realidad no generan ningún valor agregado a la sociedad, son los que reprocha. A su planteamiento teórico, habría que agregarle que estos trabajos existen porque hay bullshit bosses.

Colombia es un país donde se educa con un alto grado de servilismo, donde hay que rendir pleitesía al jefe por el solo hecho de ser jefe, así este sea una persona carente de los elementos básicos de su cargo, en el entendido que exponía Carlo María Cipolla, el historiador italiano, de que esos grandes “doctores”, que no han pisado un claustro universitario para sufrir las implicaciones que conlleva alcanzar este título, los sacrificios y esfuerzos que ello demanda, son a las que de alguna manera se les puede llamar malos jefes.

Dice Graeber que un bullshit job “es un empleo que es tan innecesario que incluso la persona que lo está haciendo cree íntimamente que este empleo no debería existir”.  Para Suzi Weissman, muchos empleos de hoy son esencialmente inútiles, como el título del libro Bullshit Jobs. ¿Entonces por qué existen? En muchos casos se crean para cubrir cuotas burocráticas o para justificar la presencia de una persona en la empresa, porque en realidad no tiene nada que hacer.

Conocí a uno de estos malos jefes que fue contratado en una universidad de cierto prestigio en la capital. Era tan inútil su presencia que tuvo que convencer a sus superiores para que se hiciera una restructuración, un rediseño organizacional y así lograr justificar su cargo. Lo peor fue que lo logró y se puso un doble de sueldo. Este tipo de prácticas hoy son comunes entre los supuestos consultores o asesores que ayudan a crear los bullshit jobs.

Ser zapatero, bombero, policía, carpintero, militar o cualquier tipo de profesión que genere valor es el tipo de trabajo que defiende Graeber. Estos son contrarios a los bullshit jobs, donde quien los desempeña tiene que hacer el papel tonto y fingir que hay alguna razón para que el empleo exista, aunque sepa y esté convencido de que si este trabajo no existiera no cambiaría absolutamente nada, el mundo sería incluso un poco mejor (revise la estructura de su empresa, hable con sus colegas y saque sus conclusiones).

Consecuentemente, el autor aclara que los bullshit jobs, como se comentó líneas atrás, no son esos trabajos terribles, mal remunerados, degradantes, que tienen condiciones difíciles, sin seguros, entre otros aspectos. Por el contrario, y con cierto sarcasmo, señala que esos trabajos de facto no son bullshit jobs. El mal empleo es posible que en realidad esté aportando algo bueno a la sociedad, algo muy bueno al mundo y por ende es necesario. Cuanto más beneficioso sea el trabajo para los demás, es probable que reciba menos remuneración. Es más un trabajo donde se explota a quien lo ejerce, convirtiéndose en una contradicción.

Además, una cosa es un trabajo liderado por explotadores y otro aquellos que en realidad están para aumentar el ego de quienes lo ejercen. Por ejemplo, qué sería del mundo si no hubiera quien recogiera los desechos de la sociedad. Hace algunos años, Bogotá sufrió las consecuencias de la ausencia del servicio de aseo, ¿qué ocurriría si esto fuera una constante? Quien ejerce esta labor debe saber que al menos está haciendo algo beneficioso para los demás, incluso si no gana mucho.

Por el contrario, existen empleos “dignos y respetados”, bien remunerados, que tienen excelentes prestaciones, pero quienes los ejercen saben que su trabajo es completamente inútil. Piense si quien lo hace presta un servicio realmente a la sociedad o si, por el contrario, cree que una corbata, un buen carro, una mansión, ganar muy bien y que le digan doctor(a) sin serlo beneficiaría al mundo. Aquí hay que recurrir a la frase: “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Graeber divide los bullshit jobs en: lacayos, fantoches, cinta-adhesiva, los cumplimiento-casilla, los manda faenas y los contadores de frijoles. Cuando usted lea el libro entenderá la clasificación, pero más allá sabrá si lo que usted hace sí sirve para algo. Lo importante es que si su trabajo no aporta, usted busque el camino para que lo haga y lo convierta en algo digno. En la vía no atropelle a los demás y entienda que lo que usted hace solo lo convierte en buena persona si usted lo quiere. No se convierta en un mal jefe. Antes de maltratar a alguien con su comportamiento, recuerde esta metáfora: el mundo es una ruleta que en el momento que menos piense puede invertirle el juego.

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