El saneamiento básico es un tema que cada vez cobra más importancia, y esto se debe a que aún hay una gran deuda histórica en todo el mundo, debido a que, según la ONU, hay alrededor 4200 millones de personas que aún carecen de saneamiento gestionado de forma segura, estando muy lejos de cumplir el Objetivo Nº 6 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que es de poder garantizar saneamiento básico para todos.
La situación se hace un poco más alarmante cuando se comienzan a revisar las cifras en los países en vías de desarrollo, y aún más preocupante cuando se ve que en las zonas rurales de dichos países se practica deliberadamente la defecación al aire libre, al no haber iniciativas adoptadas al contexto rural, o simplemente por el alto costo que incurre tener un espacio digno, seguro y funcional.
Colombia es el claro ejemplo de la amplia brecha existente al acceso a saneamiento en los cascos urbanos, donde el 82.84% de la población lo tiene asegurado, eclipsando al 14.36% de la cobertura en las zonas rurales, según Superservicios. Es por lo anterior que resulta pertinente realizar una propuesta de saneamiento básico, que esté acorde a las necesidades de la población rural, y así de esta forma ir disminuyendo dicha brecha, que no son más que millones de personas que no pueden contar con algo tan básico como ir al baño a realizar sus necesidades físicas.
En primer lugar, es correcto puntualizar que en el marco de la crisis ambiental que se está viviendo, el calentamiento global está empeorando, y las sequías, inundaciones y el aumento del nivel del mar están afectando de manera significativa esas soluciones de saneamiento tradicionales como las fosas sépticas y las plantas de tratamiento como tal.
En la ruralidad podemos observar como las construcciones de fosas sépticas pueden contaminar los pozos profundos, lagunas o ríos de donde consumen su agua por la cantidad de coliformes que pueden colarse a esta, lo que se evidencia en que más del 80% de las aguas residuales en el mundo según la ONU, retornan al ecosistema sin ser tratadas, o lo que es el lado contrario, en las épocas de sequía, está la dicotomía si usar la poca agua disponible para otras actividades básicas como preparar alimentos o consumo, o simplemente “desperdiciar” esos ocho litros de agua bajando el inodoro.
En segundo lugar, también es importante mencionar que la defecación al aire libre puede generar daños a los cultivos, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria, y además pueden causar enfermedades crónicas o mortales, sobre todo en las mujeres, como además el estar expuesto a la intemperie también puede haber un peligro por los animales que hay en las zonas rurales, y aún más en las noches cuando no se cuenta con un espacio seguro.
Por esto, las mujeres están expuestas a acoso y abuso sexual, a que las observen o ataquen, pues no tienen un lugar privado para bañarse y realizar sus necesidades fisiológicas. Además, están expuestas a animales salvajes y bacterias de la maleza que pueden atacarlos o causarles enfermedades graves.
En tercer lugar, la falta de saneamiento en la ruralidad genera que no existan espacios dignos ni protegidos, ya que normalmente se construyen estructuras cubiertas de bolsas de plásticos o madera, que poco o nada están elaborados para proteger la intimidad de las personas que diariamente van al baño, descubriendo un montón de vulnerabilidades, como lo es para una mujer tener el periodo menstrual, y no tener un lugar propio para poder cambiarse la toalla, algo muy normalizado en las zonas urbanas.
Por lo anterior, resultaría pertinente elaborar una estructura de saneamiento asequible, descentralizada y acorde a las zonas rurales donde no se contaminen ni se malgasten fuentes de agua, donde no haya peligro por enfermedades, ni la privacidad se vea truncada. La propuesta son estructuras modulares con inodoros que capturen de manera eficiente los desechos humanos en un entorno seguro y manipulable, y cuyo material secante sea aserrín o ceniza (la mayoría de las familias rurales cocina a leña, así que tienen ceniza está disponible constantemente), de manera que se puedan crear procesos de abono con material fecal humana, evitando olores y el desperdicio de agua o contaminar aquellos afluentes donde terminan las aguas negras que vuelven sin ser tratada al ecosistema.
Estas estructuras darían como resultado un biosólido que contiene altas propiedades para abono, y que las familias rurales pueden reutilizar en su tierra de manera asertiva y segura. No obstante, es correcto puntualizar que se deben realizar otros procesos de manejo, como realizar pacas digestoras o utilizar otros procesos químicos para que el biosólido quede de muy buena calidad y pueda ser utilizado correctamente como un abono con una baja cantidad de microorganismo que pueden afectar cuando se abona a plantas comestibles.
Así mismo, estos baños secos que no requieren agua para cada descarga, si no la mezcla que se mencionó anteriormente, pueden ayudar a aminorar las afecciones que puede generar el cambio climático, por la disminución de los usos de agua, ya que ahorra hasta 27 mil litros de agua por cada persona que lo utiliza y puede darse un uso productivo de los desechos para las actividades como la agricultura.
A modo de conclusión, se puede ver que existen datos que muestran las brechas por la cobertura de saneamiento seguro entre las zonas urbanas y rurales, junto con todos los retos que implicaría soluciones tradicionales en la ruralidad, es por esto que los gobiernos, sobre todo en los países en vías de desarrollo deben invertir en crear estos módulos de baño, para crear infraestructuras acordes al contexto, que ahorren agua, y a su vez disminuya la defecación al aire libre, por ende enfermedades relacionadas a esta, y crea un espacio seguro y digno para personas que defecan al aire libre, acompañado de procesos de retroalimentación positiva, donde los desechos pueden ser manejados de forma correcta y ayudaría a potencializar el agro, con los retos de este.