¿Y si perdonamos las deudas?
Opinión

¿Y si perdonamos las deudas?

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enero 11, 2015
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Un reciente artículo en el diario El Mundo de España (Enero 3/15), reseña cómo el antropólogo estadounidense, David Graeber, después de hacer un somero repaso de 500 páginas a los últimos 5.000 años de la humanidad en clave económica, propone: "Creo que ha llegado el momento de un 'jubileo' al estilo bíblico: un 'perdón' que afecte tanto la deuda internacional como la deuda de los consumidores. Sería beneficioso no sólo porque aliviaría el sufrimiento de mucha gente, sino porque sería una manera de recordarnos a nosotros mismos que el dinero no es infalible, que pagar las deudas no es la esencia de la moralidad, que todas esas cosas no son más que 'arreglos entre humanos' y que la democracia no es sino la habilidad de todos para 'arreglar' las cosas de un modo diferente".

Desde hace 5.000 años, según Graeber, el mundo ha estado dividido en acreedores y deudores, ganadores y perdedores. El sistema se ha ido volviendo cada vez más complejo con el tiempo, pero la esencia en la misma... "La gente tiene la idea más o menos equivocada de que el mundo de las finanzas es como la magia, y que los financieros no hacen otra cosa que especular y jugar en el casino de la economía. Pero lo que de verdad hace esta gente es financiar las deudas de otra gente y perpetuar el imperialismo de la deuda. Este es el origen del pastel…La deuda es un elemento presente en todas las civilizaciones humanas, aunque en unas ha estado más institucionalizada que en otras", sostiene Graeber. "Los romanos y los griegos, por ejemplo, se vieron envueltos periódicamente en crisis originadas por la deuda, pero adoptaron medidas para mitigar el impacto o evitar revueltas sociales cuando la situación se hacía especialmente crítica".

En opinión del autor de esta nota, la propuesta de Graeber tiene cuatro serios inconvenientes:

  • El primero es ¿quién paga el pato? Es decir, por cada deudor que le condonan sus deudas, hay un ahorrador y un cuentahabiente que pierde su plata. La mayoría de la gente no entiende muy bien la función de los bancos y las instituciones financieras en la creación de crédito. Un banco, en términos generales, de cada 100 pesos que presta, 90 son de ahorradores y 10 pesos es del patrimonio, o sea de los accionistas del banco. Como ejemplo, si el Banco de Bogotá tiene que condonar 100.000 millones de pesos en deudas, 90.000 millones los ponen los ahorradores y cuentahabientes. De los otros 10.000 millones, no todos son del señor Sarmiento ya que tanto el mismo Banco de Bogotá como el Grupo Aval tiene decenas de miles de pequeños accionistas que también terminan pagando el pato. Si estamos hablando de una entidad oficial, como el Banco Agrario, quienes terminamos pagando los platos rotos en el caso de una condonación generalizada de las deudas somos — con nuestros impuestos—todos los contribuyentes.
  • En segundo lugar, un ‘perdón’ generalizado puede ser tremendamente inequitativo. ¿Por qué poner en igualdad de condiciones al ciudadano cuya deuda es modesta al lado del pródigo que se ha endeudado hasta las cachas para adquirir bienes suntuarios? Y los países que han manejado con sensatez su endeudamiento externo, ¿serán colocados al lado de los países parías cuya deuda supera por mucho su capacidad de pago?
  • Un ‘jubileo’ indiscriminado y recurrente de la deuda hace explotar los cimientos del sistema crediticio. Son muy pocas las personas que pueden comprar un carro o una casa sin acceder al crédito; y empresa que le cierran las posibilidades de endeudarse, no puede crecer. Los países que dependan exclusivamente de sus ingresos corrientes, muy posiblemente no van a poder invertir en ‘bienes públicos’, ni darles apoyo a los más desprotegidos en la sociedad. Gústenos o no, el crédito es un engranaje fundamental de la economía. Sin él, posiblemente regresamos a una sociedad en que el trueque es el medio exclusivo de pago.
  • Finalmente están las autoridades fiscales como la Dian que considera una condonación de deuda como un ingreso gravable y, sin compasión, perseguirá al deudor.

Dicho lo anterior, el autor de esta nota considera que en algunos casos excepcionales, repito excepcionales, la condonación se justifica. La persecución indefinida a todo aquel que no está en posibilidad de atender sus acreencias, sin tener en cuenta algunas excepciones puntuales, no solo atasca el sistema judicial, sino que al buscar la ‘muerte civil’ del deudor que físicamente no puede atender sus pasivos saca del juego a millares de ciudadanos, empresas y países que con un trato más benévolo, en el tiempo — creando riqueza y bienestar — podrían regresar a ser sujetos de crédito.

 

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