¿Y si la guerra en el eje colombo-venezolano empieza mañana?

¿Y si la guerra en el eje colombo-venezolano empieza mañana?

Una mirada del escritor Juan Mario Sánchez Cuervo

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
febrero 17, 2019
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¿Y si la guerra en el eje colombo-venezolano empieza mañana?
Foto: Gage Skidmore - CC BY-SA 2.0 / Hugoshi - CC BY-SA 4.0 / Tokota - CC BY 3.0

Los ingenuos que no conocen la realidad de un conflicto internacional creen que es un jueguito de niños, como los que hacíamos los varoncitos en edad tierna dando de baja con delicia, pero de mentiritas, a los enemigos del bando contrario. Yo no fui la excepción y jugué a la guerra un montón de veces y lo disfruté; pero la guerra en el plano real es el mismo infierno en la tierra y es la peor pesadilla para cualquier nación o civilización. Por eso me duele y me asombra que muchos ingenuos serviles no duden en seguir discursos incendiarios y sacar pecho como esos soldaditos ridículos de juguete.

La guerra y su crueldad son una caricatura en las películas de Hollywood, pero una bestia destructora cuando la contemplamos en los documentales conforme a los desgarradores testimonios de la primera y segunda guerra mundial. Repasen también la guerra en Vietnam o, para no ir muy lejos, sean testigos de la tragedia en Siria. Ante la irresponsabilidad de los que gobiernan este mundo oscuro, que persiguen intereses mezquinos, ególatras, y los cuales no dudan en anteponer su megalomanía, su perversión y locura de sangre y poder, hay que anteponer la conciencia, el pacifismo, la sensatez: ahí todos tenemos responsabilidad. Sin embargo, una cosa es responsabilidad y compromiso y otra muy distinta la culpa, como la culpa que deberán sentir en su momento los que respaldaron con su voto este enardecimiento guerrerista del actual "presidente" o presidentes de Colombia, el cual o los cuales se están involucrando en un asunto que puede terminar mal, catastróficamente mal para todos los colombianos.

Poco pienso en mí, yo vivo preparado para el eterno viaje espiritual cuando Dios lo disponga y practico el desapego hasta de mi propia vida; pero pienso en los niños, en los inocentes animales, en los enfermos, en los ancianos y en las madres. Cada colombiano debería tomar conciencia. No soy un empeliculado y no exagero: ya se han dado ejercicios militares conjuntos entre Rusia y Venezuela en su propio territorio, y en los últimos días, en el mar Caribe EE. UU. y la OEA le muestran los dientes de depredador al régimen de Maduro. Dejo constancia, no me simpatiza Maduro. Yo mismo en distintos artículos en medios he dicho que es un tirano y la mayoría coincidimos en esa apreciación. Ojalá los venezolanos por sí solos encuentren la solución a tan grave situación. Por otra parte, ese señor puede en un ataque de paranoia o de desesperación desencadenar mediante una agresión a nuestro país esa guerra regional y quizás mundial, porque involucraría a los amigos y a los enemigos de los que tienen velas en este entierro. Duque ya está comprometido con Trump hasta las ñatas y nada pinta bien, el panorama se ve sombrío.

En todo caso, el asunto está pasando a mayores y presiento que algo feo, muy feo, se ve venir en los próximos meses, máxime que las grandes potencias tienen intereses en esta región; es decir, ya sabemos que quieren y por qué van a justificar la intervención militar en el vecino país, país que vive una crisis humanitaria terrible en la que ni el tirano cede un milímetro porque se envalentona con el apoyo de Rusia y China, ni los enemigos de ese régimen aceptan alguna forma de diálogo con el llamado "usurpador del poder en Venezuela". Y es ahí donde radica el peligro inminente de una guerra, porque los presidentes de ambas potencias (Rusia y China) están al asecho esperando las movidas del payaso Trump y sus secuaces, que desean una invasión vía Colombia. Y dada una intervención los primeros damnificados seremos nosotros, pues este país será blanco u objetivo militar inmediato, sobre todo porque se pretende que desde aquí se coordine el zarpazo militar de EE. UU. y aliados.

La región jamás había estado tan próxima a un conflicto bélico de dimensiones insospechadas. Como amigo del pacifismo, contribuyo con esta reflexión. Y como creyente que soy en Cristo, desde la espiritualidad y no desde ninguna secta o religión, los invito a orar o a difundir mensajes como este que inviten a la sensatez de nuestros dirigentes políticos. Mensajes respetuosos, pero vehementes y pacíficos, pues uno no invita a la paz desde un corazón odioso y beligerante. Que brille la sensatez y no el egoísmo, que imperen los argumentos y el diálogo y no la soberbia de los que padecen esa enfermedad incurable llamada gula de poder.

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