En una de mis clases de Ciencias Económicas y Políticas preguntaba a los estudiantes que cuál candidato creían que iba a ganar en las elecciones del 29 de mayo.
La respuesta de la gran mayoría sin dudar, fue Petro, inclusive empezaron a gritar arengas y vivas al candidato del Pacto Histórico.
Después de que se calmaron los ánimos seleccioné algunos alumnos y les pregunte por qué creían eso y empezaron a divagar, a citar lugares comunes y a proponer argumentos banales y sin fundamentos razonables.
Después de escucharlos, decidí exponer una teoría que me viene rondando en la cabeza desde hace algunos días: Petro está encabezando las encuestas y, si no pasa algo extraordinario, será el próximo presidente de los colombianos. Y ¿cuáles son las razones para que esto pase?
Las mismas razones que hicieron que hace veinte años el pueblo colombiano eligiera a Álvaro Uribe Vélez.
Inmediatamente algunos estudiantes cuestionaron mi afirmación y empezaron a preguntarme que si yo iba a votar por Fico, que cómo se me ocurría decir eso, que nunca se podía comparar a estos dos personajes.
Y nunca fue esa mi intención. No pretendo bajo ningún concepto comparar al candidato del Pacto Histórico con la cabeza mayor del Uribismo, simplemente estoy comparando la ciudadanía que votó hace veinte años por Uribe, con la que piensa votar este año por Petro.
Hace veinte años el pueblo colombiano estaba cansado de la guerrilla, de las pescas milagrosas, de los secuestros de los grupos alzados en armas, de no poder andar por las carreteras colombianas sin el riesgo de ser plagiados, robados o asesinados por los grupos armados al margen de la ley.
Hoy la gente está desesperada por la violencia, por los continuados robos y saqueos y por sentirse secuestrada, confinada por la pobreza y el miedo a los grupos armados al margen de la ley que están siendo financiados con recursos públicos.
Si, el ejército colombiano, la policía y los paramilitares, se han convertido los dos primeros (y siempre lo ha sido el último), en grupos armados al margen de la ley.
La ciudadanía colombiana quiere un cambio a como dé lugar, pero no está dispuesta a asumir la responsabilidad de enfrentar ese cambio. Ni siquiera está dispuesta a averiguar si, realmente, es Gustavo Petro el presidente que le conviene a Colombia.
En ese tránsito académico les pregunté qué pensaban de la alcaldía de Petro; una estudiante afirmó que, según lo que ella sabía, Petro había dejado “vuelta mierda” a Bogotá, otro aseveró que se había tirado el servicio de aseo, otro más dijo que había puesto médicos al servicio de la clase menos favorecida, pero con altísimos costos para el Distrito y al preguntarles de dónde sacaban esa información, respondieron que lo habían visto en las noticias.
Les pregunté también si habían confirmado la información, si lo que habían leído, escuchado o visto lo habían contrastado en otros medios o con otras fuentes. Ninguno respondió positivamente.
Aún con estas presunciones, la mayoría de los estudiantes estaba dispuesta a continuar apoyando la propuesta de Petro presidente.
Creo, sin muchas dudas que esa es la posición de muchos jóvenes de Colombia y de la gran mayoría de adultos que hoy están acompañando al Pacto Histórico. El pensamiento crítico está ausente de la ideología política de los colombianos.
Esta afirmación no la hago sin fundamento, he preguntado a diversas personas con nivel académico superior, ingenieros, administradores, arquitectos, a personas metidas en el mundo de la comunicación social, inclusive a docentes, a quienes tildan de ser los que están adoctrinando a la juventud colombiana y, la mayoría de ellos, responden con argumentaciones similares a las utilizadas por los jóvenes de mi clase.
Es más, tengo compañeros docentes que trabajan en la campaña de Fico de día y, por las noches, le hacen campaña a Gustavo Petro.
Conozco una prestigiosa directora de televisión a la que invité a que compartiera un material promocional de Gustavo Petro y me respondió: no, yo no le haré campaña a Petro porque él no me gusta, voy a votar por él porque la que me gusta es Francia Márquez.
Hablé también con un activista político que ha acompañado la carrera de un senador de uno de los tradicionales partidos políticos colombianos, que ha venido cuestionando seriamente a Petro porque lo considera subido, arrogante y, a pesar de no contar con argumentaciones que lo respalden, afirma que el candidato realizó una mala gestión en la alcaldía de Bogotá y que lo está acompañando porque su senador se involucró en este proceso.
Es factible que muchos de estos ciudadanos estén seducidos por el efecto “Band Wagon” es decir, por subirse al carro de la victoria: cuando hay competidores que están marcando la delantera, mucha gente toma la decisión de acompañarlos porque a nadie le gusta perder.
Esas son las argumentaciones de muchos colombianos en su decisión de votar por Gustavo Petro y, seguramente, estos mismos serán los que volverán a votar por la derecha colombiana cuando se den cuenta que ninguna nueva administración podrá cambiar el país mientras no cambie la conciencia, el pensamiento, la ideología, el conocimiento de la ciudadanía colombiana.
Pregúntese usted, amable lector, si es uno de los áulicos de Petro, o aún si no lo es, si los argumentos, si las motivaciones que lo impulsan a acompañar la campaña en la que va a depositar su voto, ha pasado por el filtro del pensamiento crítico y si realmente son válidas, razonables e inteligentes.
La expectativa personal es que Petro cumpla su compromiso de fortalecer el sistema educativo colombiano para que se puedan formar jóvenes con pensamiento crítico, que no traguen entero y que estén dispuestos a meter el hombro para que, en un futuro no muy lejano, empiece la transformación de Colombia.