Se ha mitificado mucho la idea de que el deporte une a los pueblos y ayuda a estrechar lazos de amistad. Es cierto que sirve para esto, pero también es verdad que muchas veces crea divisiones y enemistades.
Ha habido incluso casos extremos: como la guerra que surgió entre Honduras y El Salvador (en 1969) o los graves incidentes violentos surgidos este mismo año entre Egipto y Argelia durante los partidos clasificatorios para los Mundiales de fútbol.
No hay duda de que el deporte –como la diplomacia- puede servir para crear amistad. Por ejemplo, para Colombia el reciente mundial de fútbol del Brasil ha tenido un efecto enormemente benéfico y en el continuo en el mensaje de unidad que dejó en torno a una selección el cual nos llevó de la mano de Pékerman a por fin, unirnos en algo.
Las cotizaciones de nuestros jugadores en el fútbol internacional nos señalan que ya es hora que pensemos en grande para masificar las distintas disciplinas, invirtamos en mejorar los escenarios deportivos y se haga del deporte una política de Estado, capaz de darnos satisfacciones colectivas, pero también dignificando la vida y trabajo de quienes las proporcionan.
El deporte lleva consigo una enorme dosis de apasionamiento, y la pasión puede ser sana porque es una catarsis que libera fuerzas. Pero si la pasión es ciega puede llevarnos a extremos no saludables.
“El Misterio del deporte une a los pueblos" afirmaba Nelson Mandela. Cuando vemos a un niño rodar un balón con su amigo imaginario, cuando vemos a los cientos de equipos de jóvenes, adultos, adultos mayores, de personas con discapacidad se unen alrededor de esa emoción única que provoca jugar y competir, sabemos que no hay edad, ni razas, ni credos, ni ideologías, ni condición económica que prevalezca, lo que rige al deporte es su condición de sana competencia, donde el talento y las habilidades de cada quien no tienen fronteras.
El deporte, la cultura, la música, el canto, unen y hacen crecer en fraternidad.
Las fiestas deportivas a nivel mundial, hacen olvidar las guerras y los desatinos políticos que buscan el bien de unos pocos, y no, la felicidad de los pueblos. El buen fútbol nos une, pero la guerra y los conflictos entre los pueblos nos separan.
El ideal sería que este potencial educativo y formativo del ejercicio del deporte a todo nivel, fuera el lugar ideal para mantener unidas a las naciones.
En Colombia están soplando vientos de Paz, avanzamos hacia un clima de reconciliación y perdón, pese a las profundas cicatrices que no quieren sanar provocadas por cinco décadas de demencial conflicto armado que no ha hecho sino polarizar el país entre los que quieren seguir en la guerra y el derrame injusto de sangre y otros en su inmensa mayoría que queremos la paz, asegúrales la tranquilidad a nuestros pueblos y futuras generaciones.
La fiesta del fútbol sigue, y ojalá que la experiencia vivida con la selección, nos haga comprender que la violencia irracional debe desaparecer para que los pueblos del mundo continúen soñando con una nueva aurora y un nuevo sol en donde la unidad y fraternidad sean una realidad.
Los recientes triunfos de la Vallecaucana Yuri Alvear, por tercera vez campeona mundial de judo en Rusia y del ciclista colombiano Miguel Ángel López quien se coronó campeón del Tour de L'Avenir, el hecho que Nairo Quintana sea nuevo líder de la Vuelta a España, la marca de Catherine Ibargüen, imbatible en la Liga de Diamante, para no ir muy lejos en otros ejemplos, deben hacer nuevamente pensar a nuestros congresistas y gobierno en la necesidad de crear de una vez por todas el Ministerio del Deporte.
Si el misterio del deporte es que une los pueblos , por qué no crear un Ministerio para que sea el organismo rector de la Actividad Física y el Deporte que define las políticas, los objetivos y las estrategias del sector, como generador del buen vivir. Para que los Colombianos y en especial los deportistas tengan una Institución líder en el campo de la cultura física y el movimiento; reguladora del deporte, la educación física y la recreación; comprometida con el desarrollo integral del ser humano, que cuente con una administración transparente que demuestre eficiencia y eficacia en las acciones.