Según nuestros abuelos, de cada experiencia sacamos siempre una lección. Así pues, para nadie es un secreto que en Colombia se ve a diario el poco valor que tiene la vida: aquí asesinan al ciudadano en las calles, entre otras cosas, por una bicicleta, un celular o una cachucha. Además, de la cultura de la corrupción y el abandono histórico a regiones apartadas por parte del Estado.
Durante años, los medios de comunicación serios han denunciado situaciones que atentan contra la ética de los gobernantes y de aquellos que deciden en los sectores más importantes de desarrollo del país. Periodistas profesionales de mucho reconocimiento han investigado y publicado con gran ingenio en editoriales, columnas de opinión e informes en espacios periodísticos con fundamento hechos irregulares protagonizados por la clase dirigente que atentan contra los intereses nobles de la sociedad y, claro, en contra de la legalidad, la norma y la justicia; es decir, en contra del país. Pero todo ha sido insuficiente y nos convertimos en una nación donde, además de tragedias anunciadas como la más reciente en todo el territorio nacional por el crudo invierno, ahora se suma como si fuera poco lo causado en San Andrés y Providencia con el impacto del huracán Iota.
Razón tiene Christopher, el cantante isleño que a lo largo de su vida profesional ha tratado de dignificar a San Andrés y Providencia gracias a su talento y a su música. En una reciente entrevista que le hice a través de un live por Instagram afirmó: “De todo el abandono en San Andrés y Providencia lamentablemente hay que decir, que también ha tenido culpa el propio isleño, muchas veces el dinero lo envía desde aquí el gobierno y nuestros dirigentes en grandes oportunidades lo han despilfarrado”. Estamos invadidos de la indiferencia, de la polarización y el ego, de los pocos deseos de unirnos para actuar y las cosas siguen y siguen pasando.
El cáncer de la corrupción, los malos manejos y las deficientes políticas han ocasionado el atraso de la infraestructura del país en todo el territorio nacional, salvo unas pocas regiones, sea una constante que ha facilitado que la fuerza de la naturaleza golpee con mayor contundencia y sean precisamente las comunidades vulnerables las más afectadas.
Los medios de comunicación luego de un evento de desastre en nuestro país han tomado como casi única salida emprender campañas mediáticas de solidaridad para reunir lo necesario. De ese modo, las familias afectadas reciben, duele decirlo, como limosna algunos insumos que le permiten continuar de pie por unos días, pero el problema de fondo continúa.
Hoy seguimos en las mismas, la indiferencia total. Y ya las comunidades que viven la tragedia se cansaron de llorar de pedir y decidieron de manera irónica reaccionar bailando con el agua hasta la cintura, como se hizo evidente en el video viral en redes, en donde habitantes de zonas de alto riesgo en Cartagena se divertían y se enrumbaban al son de la champeta, el vallenato o la salsa, aún con la amenaza del agua y de las lluvias.
Da tristeza que aquí nada pase, que hagamos oídos sordos y sigamos igual, que el esfuerzo de excelentes dirigentes (que también los hay), de responsables medios de comunicación (en donde no todos se salvan), de ciudadanos que han tenido la paciencia histórica de vivir su drama día tras día, y del ejemplo exitoso de la solidaridad a campañas por parte de los ciudadanos por el momento de dolor y el acto reflejo de ayudar al prójimo… se vea truncado y abortado por los pocos que están convirtiendo al país en un nación inviable para vivir y para crecer, pero sí viable para morir en gran porcentaje de manera absurda, producto de la incapacidad de los gobiernos con sus gobernantes y la justicia contaminada, cansada de buscar reformas para operar con dignidad y equilibrio.