Si alguna cosa no ha aprendido la humanidad es lo vulnerables que somos. Los imperios que se formaron o intentaron crear en el siglo pasado llevaron la tragedia y la muerte a Europa y Asia con una herencia funesta: el arsenal nuclear y de contera, el poder destructivo de la industrialización que invadió espacios naturales provocando pandemias y endemias zoonóticas y el calentamiento global.
Desde ese momento nos hemos debatido al vaivén de los bravucones del momento: comenzamos el siglo XX con Lenín y Molótov en Rusia, el Generalísimo Franco, luego Hitler, Mussolini y Stalin, después Nikita Jruschchov, Mao Tse Tung, Ho Chi Minh, Truman, Kim Il-Sung, MacArthur y Busch; también los creados por EE.UU.: el Sha de Irán, Sadam Husein y Osama Bin Laden; el Ayatolá Jomeini, el Talibán Mulá Mohammed Omar e Idí Amín Dada. En la región latinoamericana hemos tenido émulos que les compiten oprobiosamente: Fidel Castro, Pinochet, Videla y el General Noriega.
La lista en la historia del último siglo es de cientos de gobernantes que aplastaron con su poder tiránico a pueblos enteros, asesinaron civiles, criminalizaron a sus opositores y degradaron de nuevo con sus actos a la humanidad entera ¿Sorprende entonces lo que está haciendo Putin?
Entre 1932 y 1933 Stalin mató de hambre a 1,5 millones de ucranianos, un genocidio deliberado y se apoderó del país; hoy Putin ataca miserable y cobardemente a Ucrania con pretextos que tienen sus raíces en la humillación vergonzante al desaparecer la URSS y la forma como la OTAN se ha expandido hasta sus fronteras.
Al igual que sucedió en la Liga de las Naciones con Hitler, la ONU sigue el mismo guion: sanciones diplomáticas y económicas; creen que ahogando la economía rusa cambiarán los hechos e intenciones del matón: ampliar su mapa político y hacerse a los valiosos recursos de Ucrania. Al igual que con Hitler, que invitó a Japón a unirse, hoy Putin se unió con China que tiene ambiciones hegemónicas similares con Taiwán y en unas islas que disputa con Corea del Sur y Japón.
El desenlace ya está cantado: saben que el gobierno y su valiente pueblo están solos, derrocan la democracia e imponen un gobernante pro ruso y se sientan a esperar que Occidente asimile lo inevitable; finalmente es lo que también los bravucones de occidente han hecho.
El mapa geopolítico sigue cambiando al ritmo de sus émulos, aunque degradados, también en América: Chávez y luego Maduro y Diosdado; el heredero en Cuba, Días Canel; Daniel Ortega, Donald Trump y López Obrador. Aquí es donde hay un riesgo para esta patria: todos estos tienen en común su egolatría, cuando no su narcisismo y la más absoluta falta de escrúpulos.
En Colombia con una institucionalidad cooptada por la plutocracia política y económica, hay un par de bravucones en la carrera presidencial y una vez elegidos, si por desgracia ocurre, no tenemos como si en el mundo desarrollado contrapesos en el poder legislativo y en el judicial para limitar su poder destructivo, ambas “instituciones” están capturadas por la corrupción rampante e impune, con muy pocas y honrosas excepciones que carecen del poder para contrarrestar tal estado de cosas.
Primero lo primero dice Stephen Covey: en 2 semanas habrá elecciones de Congreso y aún no están dadas las condiciones para una renovación de las costumbres políticas, pero, ingenuamente, esperamos que al menos haya de verdad un cambio y que la manida lucha contra la corrupción se consolide, al menos como decía sabiamente Julio César Turbay, que se “reduzca a sus justas proporciones”.
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