¿Por qué un exministro de Defensa de la talla de Silva Luján escribió una nota desconcertante hace unos días diciendo poco más o menos que la compra de aviones para reemplazar a los viejos Kfir era algo inútil y sin sentido?
Quienes nos dedicamos al estudio de temas estratégicos recibimos con estupefacción estos argumentos. Simplemente van en contra de cualquier lógica en el campo de la seguridad y la defensa.
Plantear —como lo hizo el exministro— que debido al cambio en la política exterior colombiana y el diálogo regional no hay amenazas que ameriten la actualización o cuestionar —¿minimizar?— las tareas que estas aeronaves pueden realizar —diferentes a las del combate— reflejarían en otras condiciones un desconocimiento durísimo de conceptos como el interés nacional, la naturaleza competitiva en el sistema internacional, la disuasión o algo muy importante que se llama “equilibrio militar”.
Pero, sin duda, quien fue ministro de Defensa sabe muy bien a qué se refieren estos conceptos. Desconocimiento teórico no es la causa del exabrupto. ¿Cuál entonces?
Uno piensa en el vencimiento del CONPES que “impidió” avanzar en las negociaciones con Francia o Suecia y repentinamente todo empieza a tener sentido. El exministro estaba posiblemente “preparando” los argumentos que pueden ser usados para cambiar el CONPES, de tal manera que el próximo sea estructuralmente diferente al que se venció.
¿Nueva realidad de seguridad y defensa de Colombia?, ¿nuevo contexto regional?, ¿ausencia de amenazas tradicionales?, ¿necesidad de direccionar los esfuerzos en defensa al combate del crimen transnacional? Estas y más son las preguntas que invitarían a pensar que “no son necesarios” aviones como los Rafale o los Gripen. O al menos no en la cantidad, la configuración y la premura que se pretendía originalmente.
Esto sin embargo es una apuesta demasiado grande. Nadie tiene la capacidad predictiva —así sea exministro— para escribir en piedra que, aunque a su juicio Colombia no tenga hoy amenazas convencionales relevantes, en el futuro no se tenga que recurrir a aeronaves de superioridad aérea. Cuando se requieran estos aviones y no se tengan, ¿a quién van a culpar los que hoy dicen que son “innecesarios”?
Todo el sistema internacional —y cuando digo todo incluyo obviamente el vecindario— ha actualizado sus sistemas de armas estratégicas. Muchos de estos Estados viven las mismas “realidades” de seguridad y defensa que según el exministro vive Colombia y aún así han hecho las actualizaciones. Por lo tanto, este argumento de las “realidades” no es sólido en lo absoluto.
¿Idealismo tal vez? No es posible. Aún así, si fuera idealismo del más duro, se debe mirar a Alemania, quien durante décadas pensó que el grado de interdependencia con la economía rusa era garantía suficiente para evitar cualquier confrontación o antagonismo, por lo que disminuyó notablemente su presupuesto en defensa, afectando la renovación de su material. Hoy, que Rusia le recordó al mundo que la guerra no estaba proscrita, Alemania tiene la apremiante necesidad de adquirir a las carreras lo que hubiera adquirido de forma planificada.
En síntesis, el tipo de actualizaciones de material como los aviones de superioridad aérea son las que se hacen en tiempos de paz y con el planeamiento adecuado. No se hacen a las carreras y cuando se está en medio de una crisis. Esto hace recordar otra premisa de la seguridad y la defensa y es que la paz es más cara que la guerra, pues en ella es que se deben hacer todos los alistamientos del caso.
Por otro lado, existe la creencia popular que estos aviones “solo sirven” para guerra convencional, desconociendo los grandes beneficios en tecnología que recibiría el país, por medio de las “adiciones” en transferencia tecnológica y offset que vienen acompañando las diferentes propuestas que están sobre la mesa. En otras palabras, los aviones no son solo herramientas para la guerra, sino que también son herramientas de ciencia, tecnología e innovación que estarían disponible para Colombia.
Por último, al tener aviones renovados se incrementan las posibilidades de interacción, interoperabilidad y aprendizaje de la Fuerza Aérea Colombiana en diferentes ejercicios multilaterales y compromisos internacionales en el marco hemisférico y global. Esto, sumado a los aviones como tal, tendrían el efecto acumulado de evitar agresiones contra el país, o en otras palabras, garantizar la paz y la vida de la nación —que es lo que se quiere— por medio de la disuasión.
Queda demostrado por tanto que los aviones son necesarios y no un capricho, que son una inversión más que un gasto, que aportarían al desarrollo científico del país y facilitan la interacción de nuestro país con experiencias y conocimiento de otros países. Ojalá el nuevo CONPES —si es que se hace— tenga en cuenta esto y no se deje guiar por discursos populistas. Ojalá el CONPES venga sin “sorpresas”.
A manera de epílogo, la compra debe planearse completa. Comprar 4 o 5 aviones nuevos y embolatar el resto, a cambio de seguir estirando mágicamente la vida de los Kfir, no solo es irresponsable en términos estratégicos sino un desangre a las finanzas públicas.