Ahora que se aproximan las elecciones, durante este último periodo liderado por Iván Duque (quien es la cabeza visible del Centro Democrático) junto con su bancada en el Congreso, se pudo visibilizar las intenciones reales de este movimiento político: mermelada, corrupción, puestos a dedo, desconocimiento de la situación real del país y erradas decisiones. ¿Qué pasará con este movimiento político?
Si bien este partido político está padeciendo uno de sus peores golpes a nivel de impopularidad debido a la gestión equivoca por sus representantes, quienes se han encargado de desangrar los pocos recursos de la nación, generar políticas en contra del pueblo, aumentar impuestos y favorecer a unos pocos, su cabeza principal (el innombrable) viene planeando cómo mantenerse en el poder desde hace algunos meses.
Pues bien, aunque no nos hayamos dado cuenta, ya empezó a materializar su plan, indicando que en 2022 “debemos salvar a Colombia” (como lo ha venido diciendo cada cuatro años desde 2002), y la cuestión es: ¿salvar a Colombia, de quién? Si ellos son los que han estado en el poder durante las últimas dos décadas; pues bien, recordemos que están temblando porque están a punto de perder su hegemonía gracias a sus mismos representantes.
Ahora bien, tal es el miedo de perder su poder que, disimuladamente, ya empezaron a actuar: en primer lugar, no permiten auditoria al software de la Registraduría Nacional, indicando que es bastante seguro y que nada puede violentarlo. En segundo lugar: suspenden la ley de garantías, aduciendo que por temas de pandemia es necesario, y, en tercer lugar: de la nada, antes de entregar su cargo, el registrador contradice las estadísticas del Dane, indicando que somos 5 millones de habitantes más. ¿De dónde salieron 5 millones de habitantes? ¿Están incluyendo migrantes?, ¿no se les hace sospechoso todo eso?
Finalmente, pienso que estos susodichos personajes mutarán a un nuevo partido político, tal vez nombrado: “movimiento de esperanza” o “Colombia democrática”, donde puedan conservar su hegemonía, controlando las tres ramas del poder e impidiendo que algún nuevo político permeé sus intereses personales, y si ello llegase a pasar, este nuevo político se verá evocado en un “Claudia López”.