Gustavo Petro ha tuito-publicado una lista de intelectuales y artistas que han hecho público su respaldo al Pacto. Hay sociólogos, economistas, filósofos, antropólogos, artistas, actores, músicos, docentes, etc.
Aprovecho esta ocasión para traer a colación el siemprevivo debate sobre... ¿Quiénes diantres son los tales intelectuales? Aquí va mi versión. Manos a la obra y tecleo corrido. Despierta, Rigoberta, que viene un ataque a la descubierta con respuesta directa.
Intelectuales son todas y todos aquellos que presentan opiniones en calidad de críticos, criticones o critiquines ―o sea de intelectualoides, intelectualones, intelectualitos, etc.―, ya sea en medios alternativos o en los mass media prepago que tú sabes. El intelectual casi siempre es polémico. En un arranque cerebélico puede atacar ―o contraatacar― lanza en ristre y con dos piedras en la mano esto o aquello. Puede pelear con su propia sombra. Hasta podría llegar a darse un balazo en un pie.
La tercera acepción de la Real Academia Española de la palabra «intelectual» dice a la letra: “3. adj. Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. Político intelectual. Apl. a pers., u. m. c. s.” La abreviatura u.m.c.s. significa: usado más como sustantivo. Es una definición apretadísima como brassier de “La Toti”. Ni siquiera categoriza el carácter sustantivo del término y, como puedes ver a simple vista, está reducida a su mínima expresión. Se nota a leguas que los dinosáuricos de la RAE no quieren saber nada que huela a intelectuales.
Veamos qué dice Wikipedia: “Intelectual es el que se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión pública. Proveniente del mundo de la cultura, como creador o mediador, interviene en el mundo de la política al defender propuestas o denunciar injusticias concretas, además de producir o extender ideologías y defender unos u otros valores.” Mucho más aterrizado.
Los que más destilan odio contra los intelectuales son los de la derecha ultramontuna. Para esa élite es sospechoso todo el que piense y cometa el sacrilegio, bravuconada o delito ―para ellos― de expresarse en cualquier forma manifiesta. En esto hasta la podrían tomar contra la escultura El pensador, de Rodin. Si están con ellos, a lo sumo son “forjadores de opinión”.
¿Dicen algo coherente?
No siempre. El finado Antonio Caballero, autor de la novela Sin remedio y a quien leí desde los tiempos en que criticaba con todo el Estatuto de Seguridad de Turbay, perdió credibilidad debido a su apoyo a la tauromaquia. Tú no puedes atacar el neoliberalismo salvaje y apoyar a rajatabla un irracional salvajismo liberticida contra los animales.
Más coherente Gustavo Bolívar, autor de novelas adaptadas a la televisión como Sin tetas no hay paraíso y El capo. Es conocido en redes por sus declaraciones políticas centro-izquierdistas.
¿Dicen cosas políticas?
A menudo. Unos con toques centristas, como el escritor ―autor de la novela Cóndores no entierran todos los días― y ex gobernador del Valle del Cauca, Gustavo Álvarez Gardeazábal, en Las2orillas y supongo que en otros medios, o William Ospina ―El país del canela, En busca de Bolívar, ¿Dónde está la franja amarilla?, etc.― con sus columnas pletóricas de figuras literarias gracias a su inagotable reserva prosaico-poética.
¿Dicen vainas escandalosas?
Sí, de cuando en vez y de vez en cuando. El más notorio en este caso podría ser Fernando Vallejo, autor de El desbarrancadero, La Virgen de los sicarios, etc. Es la reencarnación provocadora de la anarquía: ateo, libre-sexual, antinatalista. Tiene sus seguidoras, seguidores y seguidirris.
¿Dicen cuestiones que sean de provecho?
A veces. Mis columnas preferidas en este caso son las José Fernando Isaza, rector de la Tadeo, autor de Cambio climático glaciaciones y calentamiento global, en coautoría con Diógenes Campos. De él siempre aprende uno algo. Digamos que tiene el sello oveja negra de la derecha.
¿Se mantienen en sus trece?
La mayoría, sí. El que es de derecha, como José Obdulio Gaviria ―uno de sus libros es Colombia: la guerra y la paz―, no tiene el más mínimo estrecho margen para meterse a saltimbanqui, aunque otrora saltó del izquierdista Firmes hacia donde sabemos. El que es de izquierda, como Gilberto Sanín, tampoco está para emular a la Ibargüen. Por cierto, no le fue bien a esta atleta con su candidatura en un desacreditado partido oficialista. Oye, Caterine, ¿en qué estabas pensando? ¡Ah!, claro, en seguir los pasos de María Isabel Urrutia y “El Viejo Willy” Willington Ortiz.
A propósito de Sanín, es autor del libro Estado, política y economía en Colombia. Capitalismo burocrático y gansteril. Fue cabeza de la lista al Senado por Fuerza Ciudadana, obteniendo la quinta votación a la cámara alta en las elecciones legislativas pasadas, pero sin curul debido a que este partido no pasó el umbral. Lástima.
Confieso que transito caminos de este campo minado: he escrito más de veinte libros ―dos novelas: Ysier o los confines del cosmos y La delemana―, y más de cien columnas publicadas en medios restringidos y otros nacionales. Como la mayoría, juego en el medio campo. Si crees que en el centro tibio, no estás ni tibio.
¡Hey, librepensadores, inclúyanme en la bendita lista! ¿Que qué? No te oigo, Troilo... ¿Que ya basta con esto? ¡Ah!, bueno...
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