Esta es la frase que las autoridades canadienses les dicen a los hombres que van a quejarse por agresión física de sus esposas hacia ellos. Sí, de mujeres a hombres. ¡Quién lo creyera!La anécdota me la contó un amigo que vive justamente en Canadá y por lo que me encontré investigando, es más frecuente de lo que uno se imagina y donde unos menos se imagina.
El tema surgió porque comenzamos a hablar de cómo está de “llevado” nuestro país, sobre todo en términos de corrupción y violencia.
—¿Y por qué llegaste como tan de sorpresa?, le pregunté.
—Porque sentí la necesidad de venir a ver qué puedo hacer por mi país.
—¿No era mejor levantar y teléfono y hablar con tus amigos, en lugar de gastarte tiempo y dinero en una acción tan en solitario?
Y así siguió la conversación muy desoladora, debo decir, hasta que abordamos el tema de la violencia y sus profundas bases en el entorno familiar, desde cada hogar colombiano. Entonces, surgió como un chispazo el comentario de mi amigo:
—No te imaginas la legislación canadiense cómo protege a las mujeres que son agredidas por sus esposos, o sus parejas; pagan cárcel inmediatamente, lo piensan para hacerlo. En cambio —y comenzó a reírse—, cuando son las mujeres las que les pegan a sus maridos, ellos deben salir corriendo y no dejarse. ¿Qué tal?
Soltamos la risa los dos. Yo no podía creer que en un país tan avanzado se dieran esa clase de recomendaciones. No me imagino corriendo a todo este montón de machistas latinoamericanos que por vergüenza no denuncian que “los cascan”, como dicen los muchachos.
Investigando, me encontré con que los países que más sufren agresión de mujeres contra hombres son, para que se sorprendan, Australia (uno de cada tres hombres); Holanda (el 40 % la vive, pero solo el 14 % la denuncia); Finlandia (el 40 % de varones jóvenes son agredidos por su pareja); Estados Unidos donde es mayor la violencia de mujeres a hombres, que de hombres a mujeres (¡3,2 millones de ellos la enfrentan! ¿Quién se lo iba a imaginar?), y el Reino Unido (40 % de los casos de violencia son contra los hombres).
Sí, Estados Unidos fue pionero en los años 70 con las primeras investigaciones sobre este fenómeno, Reino Unido lo fue este año con una campaña que viralizó a través de este video en YouTube:
En él se refleja cómo todo el mundo interviene cuando se trata de la agresión de un hombre contra una mujer; en cambio, cuando es de la mujer hacia el hombre, a todos les produce risa, como a mi amigo y a mí con la anécdota que motivó esta columna.
Cualquier clase de violencia es abominable. Ninguna es para reírse aunque eso ocasione, como tampoco la corrupción. Insisto en que en Colombia todo nos parece normal; se nos volvió paisaje, no solo la violencia, porque vuelvo a aterrizar en la conversación con mi amigo, sino también la corrupción. Solo con este contexto, no hay “Soy capaz” que valga. Cuando miramos el ranking internacional de 2013 (Corruption Perceptions Index) en el cual Canadá ocupa el noveno lugar entre los diez países menos corruptos de mundo, y Colombia el nonagésimo cuarto lugar (94) entre 175, la pregunta sobre la violencia contra los hombres se traslada también a la corrupción: ¿Será que si me quedo en Colombia, más adelante me voy a preguntar al mejor estilo del juez canadiense, ¿y por qué no salí corriendo?
¡Feliz resto de semana!
