Los treinta y dos guardaespaldas, los seis choferes y los siete agentes policiales se miraron estupefactos cuando llegó corriendo el doctor Andrade a anunciarles la noticia no esperada:
— Botaron al doctor en el Consejo de Estado, lo echaron a la calle como a un perro chandoso y el pobre man está que rompe su rosario de tanto darle vueltas.
Todos se miraron entre sí sin comprender las injusticias de la vida.
El chofer no comprendió bien la orden del doctor procurador cuando finalmente entró al vehículo y le dijo vamos a darle la vuelta a la cuadra mientras hago unas llamaditas.
—¿No has firmado aún? —se oyó que le preguntaba el doctor procurador a alguien por el celular y tras tres o cuatro llamadas se verificó que la sentencia que lo mandaba de patitas a la calle, sin estar firmada, pues lógico que no estaba en vigor.
—Pues vamos ya para el Senado —ordenó de forma categórica, y pasando siete semáforos en rojo y tras embestir a un cojo que pasaba por la cebra inexistente, llegaron al destino.
Pidió ser oído en sesión plenaria, y con voz clara y contundente dijo algo así como que renuncio a esta pendejada, a ver si ahora se consiguen a un tipo con calzones que ponga la casa en orden.
Ningún senador objetó la patriota decisión
y quedó plenamente ejecutoriada
la salomónica dimisión
Ningún senador objetó la patriota decisión y quedó plenamente ejecutoriada la salomónica dimisión.
Y ya todos tranquilos, el doctor exprocurador podrá ahora pasar hojas de vida a diestra y siniestra (bastante más a la extrema de la diestra) mostrando orgulloso que él renunció solito al cargo, siempre, siempre, a favor de las buenas costumbres y la sana moral.
Y hablando de…
Y hablando de costumbres, en las redes sociales esperamos ansiosos que lleguemos al tres de octubre y sepamos que el Sí ganó y ya.
El monotema ya está aburriendo.
Claro que, como todo país dinámico, ya estaremos discutiendo de cómo todo sigue igual.