Es justo que, empezando por este portal, se le pida de rodillas a James Rodríguez disculpas. Las cosas que dijeron sobre él fueron terribles. Le criticaron las fotos con Abelardo de la Espriella, con Uribe, con Pastrana. Todos hablaban de que era un indisciplinado, un pelado al que no le gustaba el fútbol.No lo bajaron de mujeriego. James vivió la pasión de un país bipolar que está acostumbrado a acabar con sus ídolos. Y ha sido víctima de ser bonito, de tener un problema para hablar. Cae mal. Además da las entrevistas que quiere y está en su derecho.
Si, claro, Zidane tuvo mucho que ver con su pésimo momento en el Madrid. Lo acabó sicológicamente y este año fue infernal. Estuvo sentado todo el tiempo y cuando lo metía lo ponía casi que de defensa. Una ofensa. En Colombia muy pocos periodistas, entre los que se cuenta César Augusto Londoño, lo defendieron. El resto estuvo feliz acabándolo. Empezando por este portal.
¿Para cuando las disculpas? ¿No tienen suficiente con los cachetazos que reciben cada sábado cuando juega el Everton y James sale figura? No, lo peor es que ya lo encumbran otra vez de genio cuando hace unas semanas lo defenestraron porque dijo una verdad de a puño: él es el mejor jugador de fútbol de nuestra historia. Si lo dijo no fue ninguna mentira.
Ya, con cuatro partidos, ha conseguido convertirse en ídolo de una afición exigente y de tradición como el Everton. El Pibe Valderrama internacionalmente no logró nada de lo que hizo el chico de Cúcuta. A los 29 años demuestra que lo único que necesita para ser él es la felicidad, la tranquilidad que le debe dar un técnico tan humano como Ancelotti. James es un muchacho inseguro, como tantos otros futbolistas al que debimos darle cobijo, calor, confianza, no tratarlo como si fuera un criminal.
Señores periodistas, antes de volver a celebrar un gol de James reconózcanlo que se equivocaron el más grande de nuestros futbolistas.