Ni de donde venimos. Imposible expresar mejor lo que sentimos hoy los colombianos, que como lo dijo Darío en estos versos inmortales.
Así es, por desgracia. Lo que atormenta el alma del país es que no sabe para donde va.
Creemos merecer muchas respuestas a preguntas que se pierden en la nada:
¿ Es de verdad el narcotráfico la peor de nuestras desgracias?
¿Y si lo es, por qué no lo combatimos?
Este gobierno empezó hace 18 meses y no ha sabido resolver el problema de la aspersión aérea con glifosato. Por eso crecen los cultivos ilícitos en lo que importa, que es en su capacidad siniestra de producir cocaína. ¿Para dónde vamos?
En lugar de esa medida tan sencilla y comprobadamente imbatible, el Gobierno insiste en las erradicaciones manuales, mandando a la mutilación y la muerte más de cincuenta compatriotas, solamente el año pasado, sin que ese desastre venga acompañado de eficacia destructiva para esos cultivos. Uno concluye, entonces, en que al Gobierno no le interesa destruir el narcotráfico.
Esa convicción atroz viene de la mano del hecho contundente de que nada se intenta para cambiar la reciente historia de la extinción de dominio, que como está hoy no sirve para nada. El candidato a la presidencia Iván Duque lo comprendía así y por eso prometía la extinción de dominio exprés que era el regreso a lo que hacíamos a comienzos del Gobierno del Presidente Uribe. Entre la captura física de los bienes y la sentencia final de extinción no pasaba más de un año. Hoy el proceso toma quince o veinte. En suma, no hay combate para los bienes del narcotráfico. ¿Para dónde vamos?
La extradición, lo que duele a los bandidos, quedó en manos de los mamertos de la JEP, para protegerlos. El Gobierno no ha hecho nada por evitarlo. ¿Para dónde vamos?
Esa ruina en la batalla contra el narcotráfico viene muy de la mano con la pérdida de la soberanía en gran parte del país: Nariño, Cauca, Chocó, en suma, toda la costa caucana está en manos de los “alzados en armas” una linda manera de referirse a los bandidos que se tomaron, otra vez, nuestra Patria. Lo mismo pasa en el Catatumbo, Arauca, gran porción del Caquetá, el sur de Bolívar, el páramo cordobés. ¿Para dónde vamos?
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Muy ufanos mostramos la cifra del 3 % del crecimiento del PIB, miserable constancia de nuestra miseria. Pero es que otros están peor. ¡Vaya consuelo!
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Si esa lucha decisiva está perdida, la economía es un bajel que hace agua por todas partes.
Muy ufanos mostramos la cifra del 3 % del crecimiento del PIB, miserable constancia de nuestra miseria. Pero es que otros están peor. ¡Vaya consuelo!
Ese crecimiento lamentable no lo dan las cifras de la industria, la construcción, la producción agropecuaria. Crecemos por el gasto público y por la plata del narcotráfico. ¿Para dónde vamos?
Las exportaciones se acabaron. En lugar de subir cada día, como correspondiera, siguen en picada y dependiendo del petróleo, para muchos detestable criatura que nos deja sobrevivir. La exportación per cápita de Colombia es de un mil doscientos dólares anuales, la mitad que en el barrio pobre que son América Latina y el Caribe. ¿Para dónde vamos?
Las importaciones crecen, porque de algo debemos alimentarnos y mantener, a medias, nuestro equipo industrial. El resultado es que andamos por cifra superior a los mil quinientos millones de dólares mensuales de déficit en la balanza comercial. Y como el tema no mejora sino que se complica con la cuenta de servicios, tenemos un déficit en cuenta corriente que nos tiene al borde de la descalificación técnica. ¿Para dónde vamos?
El país no es viable, en absoluto, si no utilizamos el fracking para mantener y mejorar la producción de gas y petróleo. Hace dieciocho meses medita el Gobierno sobre el punto. Y las reservas se agotan y las exportaciones languidecen. ¿Para dónde vamos?
Los esfuerzos en mejorar la educación se miden, con evidente torpeza, por el dinero que se dedica al sector. Lo que solo muestra la voracidad de los sindicatos y yerbas aledañas. Mientras tanto, de lo que aprenden nuestros niños en las escuelas, de la educación bilingüe, de las pruebas Pisa, de la formación en valores cristianos, ni una palabra. ¿ Para dónde vamos?
¿Para dónde vamos con una justicia tardía, incompetente, corrupta? Para donde íbamos con Santos: para ninguna parte.
La salud empeora en todas sus mediciones esenciales. De hospitales quebrados, pacientes a la deriva, desperdicio de oportunidades y recursos se nutren las noticias diarias en la materia. ¿Para dónde vamos?
¿Para dónde va la seguridad en las ciudades cuando se multiplican las ollas del microtráfico, los asaltos, los robos a mano armada? Estamos muy cerca de tener que admitir que nuestra juventud está perdida en los abismos de las más funestas y vergonzosas adicciones.
¿Alguien querrá contestar tanta pregunta dramática para saber en dónde estamos y para dónde vamos?