Hace pocos años no se conocía mucho sobre las pruebas Pisa (El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, Pisa, por sus siglas en inglés), una prueba que data desde el año 2000 y se desarrolla en aquellos países que hacen parte de la Ocde (Organismo para la cooperación y el desarrollo económico). Colombia, en su deseo de ingresar a esta organización, resolvió participar de las pruebas obteniendo históricamente resultados muy bajos que preocuparon en su momento a las entidades que regulan la educación.
Sin embargo, por aquel entonces, el impacto de los malos resultados no tuvo relevancia ya que, lastimosamente, a muy pocos les interesaba el resultado de estas pruebas. Entonces, ¿Por qué ha tenido tanta trascendencia e interés lo resultados de esta prueba en las últimas horas? Hay varios aspectos por analizar.
En primera instancia, está el fervor de diversos sectores sociales que manifiestan su descontento por las políticas actuales y de los últimos años. Los resultados se toman como referencia para ir a favor o en contra de los que están de acuerdo o no con el paro. Se ataca al magisterio colombiano por los malos resultados y estos, a su vez, atacan al gobierno por la falta de recursos en pro del mejoramiento de la calidad educativa.
En segunda instancia, Colombia al ser miembro de la Ocde desde hace poco tiempo debe comenzar a obtener unos buenos resultados en las pruebas para sacar pecho y demostrar que, en políticas educativas, se está haciendo un buen trabajo.
Sin embargo, siendo más analíticos, hay un problema de base en la enseñanza que es un proceso exclusivo del docente. Los resultados no son de estudiantes únicamente de colegios públicos donde el imaginario colectivo hace creer que el docente no hace nada y solo protesta; también hay estudiantes de colegios privados que presentaron la prueba. Esto hace pensar que las facultades de educación de las universidades que poseen programas de licenciatura no están haciendo el trabajo de una manera adecuada o están descontextualizadas.
En las facultades de educación se están centrando en formar docentes que sean buenos transmisores de conocimiento, pero hay un corto circuito muy fuerte con la educación básica y media: la universidad pretende formar docentes ricos en conocimientos y habilidades; en el colegio se pretende crear un ciudadano competente, no especialista en todos los saberes (¿15 asignaturas por grado?).
Las políticas nacionales en educación pretenden que el docente, aparte de su rol como transmisor de conocimiento (modelo obsoleto) o desarrollador de habilidades y competencias, también sea psicólogo, terapeuta, niñero, y solucionador de todos los problemas que tenga el estudiante. La universidad no forma docentes en todos estos aspectos, por más que tenga las buenas intenciones creando y actualizando espacios académicos que brinden todas las respuestas, lastimosamente la realidad es otra.
La invitación es analizar los fenómenos educativos actuales, dentro del aula escolar de los colegios, acercando al futuro docente a su praxis interactuando con sus pares en los ambientes de aprendizaje óptimos donde están las problemáticas del día a día. El docente recién graduado se estrella con una realidad educativa que abruma y se da cuenta que lo que aprendió en la Universidad debe relegarlo a un segundo plano y ahora debe solucionar conflictos familiares, microtráfico, prostitución, desigualdad, inequidad, racismo, y al mismo tiempo, a desarrollar habilidades y competencias lectoras, matemáticas y científicas para que los estudiantes obtengan buenos resultados en las pruebas Pisa.