Cuando Europa toda estaba agobiada por el fascismo, la tiranía, la corrupción del catolicismo, surgió un movimiento paralelo al dios del papa y que, finalmente, se impuso sobre estos: el protestantismo.
Martín Lutero fue uno de los máximos exponentes y el fenómeno se extendió por toda Europa con otros líderes como Calvino. En consecuencia, el cambio ideológico no iba a ser aceptado fácilmente por el papa y su ejército, quienes apoyaron a los monarcas de cada país con represiones, asesinatos, decapitaciones y cuanta tortura pudieran desarrollar intentando controlar el poder que ejercían sobre el continente. Uno a uno fueron cayendo los reinados y el poder militar del papa decayó en su totalidad, hasta que finalmente Europa tuvo lo que el mundo conoce como Renacimiento.
Ese cambio de percepción originó el desarrollo económico, social y militar de cada país europeo. Para nadie es secreto que Europa está a la vanguardia del desarrollo, la equidad y los principios básicos de la libertad. La transición no fue fácil y llevó muchos años, pero las consecuencias finales están allí, a la vista, donde el arte y la religión tienen un papel importante.
América Latina está enfrentando un fenómeno análogo al que sufrió Europa cuando dominaban unas cuantas familias. Acá se conoce como neoliberalismo para no señalar a nadie específicamente, pero el contexto es el mismo, represión, fascismo, tiranía, corrupción, con EE.UU. en el papel del papa europeo.
Curiosamente, la religión heredada de Lutero y Calvino acá no está cumpliendo el papel social que tuvo en sus inicios, sino todo lo contrario, se ha convertido en un organismo al servicio del neoliberalismo descrito, con fuerte influencia dogmática para confundir a sus seguidores, quienes, se puede decir, hacen lo que les dicen sus guías espirituales.
En la reciente dimisión con ribetes de golpe de Estado del presidente de Bolivia, el oponente está señalado de ficha clave del neoliberalismo y en una entrevista lo primero que dijo es que se trataba de un recuperar al país para Cristo, caso parecido con el presidente de Brasil y acá en Colombia, el máximo exponente del neoliberalismo tiene una profunda unidad con la religión protestante y de paso con la feligresía. Como vemos, Cristo es la constante que sirve para paliar los resentimientos de quienes pueden anexarse a los cambios que exige la mayoría de la sociedad latinoamericana.
Los vientos de guerra de este continente se veían venir desde hace siglos, y están mora de suscitarse debido a eso que dijimos al principio del Papa cuando sometía a Europa con sus reyes. Lo que hay hoy día solo es la punta del iceberg, conatos aislados que son reprimidos por las fuerzas contratadas en cada país para detener el Renacimiento de Latinoamérica, como en Europa y sus decapitaciones, quema de personas vivas, ahorcamiento, etc. Aunque el método empleado en la actualidad es bombardeo de civiles, asesinatos sistemáticos, la cosa finalmente es igual. Y seguirá el proceso de cambio en todo el continente por mucha sangre y muertes que deje, porque se trata de un fenómeno social que ocurre en todos los países, como un reacondicionamiento obligatorio para un avance en el desarrollo colectivo.
La pregunta obligada es: ¿qué hay de EE.UU.? Este país representa lo que dijimos del papa en Latinoamérica, por tanto, si este continente cae, cae EE.UU. como máxima potencia de la región. Es por ello que han evitado, y lo harán con todas las fuerzas, el desarrollo social en todo el continente e, incluso, nos han obligado a creer que esos cambios son perjudiciales para nosotros más que para ellos. No se puede decir de un solo país latinoamericano que EE.UU. trate con el debido respeto de aliado comercial y que haya aportado para fortalecerlo en su economía, porque este continente solo representa la mano de obra, la fuerza de trabajo, la cantera de donde toman sus bienes sin el beneficio del intercambio comercial, sino como propiedad de EE.UU. La pobreza y el sometimiento son obligatorios, como sucedía con los reinados en Europa.
Entonces volvemos al cuestionamiento inicial: ¿y la religión dónde está?
No sabemos si es necesario otro Lutero junto a otros Calvinos que den otra visión de la fe al creyente, pero principalmente para que lideren esas reformas que necesita Latinoamérica, porque con los que están no va a suceder. Esa mancomunación de la religión actual con el fascismo y el neoliberalismo es bastante sólida porque ya no se trata de fe, sino de tenencia; esa tenencia se traduce en propiedades y dinero. Creer en Dios solo deben hacerlo los seguidores.
El principio de todo cambio no es alentador y genera expectativas, como ahora en este continente, así que no nos sorprendamos si una mañana de estas nos encontramos con lo que sucedió a Thomas Müntzer, un predicador alemán en el inicio de la revolución protestante, quien fue ejecutado junto a miles de seguidores con extrema crueldad de parte del papado que no iba a dejar la vaina fácilmente, como lo hará el neoliberalismo en Latinoamérica.
No será fácil para Latinoamérica, teniendo ese panorama desolador de la falta de liderazgo para guiar el cambio, lo más seguro es que sigamos con esta violencia intencional, por lo menos hasta que la religión decida que ya es hora de hacer un alto.