Hace tres años nadie sabía quién era Iván Duque. Los expertos en política y sus votantes sabían que era un senador promedio, sin demasiadas grandes ideas, crítico de Juan Manuel Santos y un poco progresista para militar en las filas del Centro Democrático. Se hizo famoso porque, contra todo pronóstico, Uribe le dio la espalda a Óscar Iván Zuluaga, demasiado salpicado por el caso Odebrecht, y apoyó al joven senador. Ganó con contundencia, 10 millones de colombianos votaron por él.
Ahora a Duque le toca enfrentar la peor emergencia social de la historia de Colombia, una emergencia que, tal y como lo acaba de anunciar el ministro de Salud, se alargará casi que indefinidamente. Porque cuarentena en estos países saqueados por sus políticos, sin sistema de salud y con un estado que lo único que hace es succionar la sangre de la gente, no es más que crisis, caos, hambre. La bomba ya explotó. Vayan a Usme, a La Esperanza, a Ciudad Bolívar, a Suba, la gente tiene hambre y salió a la calle a gritarlo. La alcaldesa, quien al principio de la cuarentena parecía tener capa y volar, lo único que hace ahora es mandar el Esmad y poner a rotar por toda la ciudad el helicóptero de la policía. Porque evidentemente las ayudas no están llegando, son insuficientes.
Si Claudia está sobrepasada, ¿qué podemos esperar de Duque? En este momento nadie quiere estar en sus zapatos, se enfrenta a un virus del que nadie sabe nada y lo único que podría frenarlo sería el aislamiento durante dos años, tal y como lo afirmó una investigación de la Universidad de Harvard. ¿Cómo nos vamos a mantener durante dos años? ¿Los uribistas pobres será que ahora si aprecian la importancia de tener un estado de bienestar? ¿Ahora se van a volver a querer a quejar de que los queremos un Estado responsable, que vele por sus ciudadanos, somos socialistas asesinos?
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En las comunas de Medellín, en los barrios periféricos de Popayán, en Aguablanca en Cali hay trapos rojos, los trapos que significan hambre, desesperación
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El gobierno va a tener que invertir en los social, no le va a quedar de otra. La mecha ya está encendida en todo Colombia. En las comunas de Medellín, en los barrios periféricos de Popayán, en Aguablanca en Cali hay trapos rojos, los trapos que significan hambre, desesperación. Muchas de esas personas que pusieron su trapito rojo son excluidos de la sociedad, gente a la que el brutal trabajo que vienen haciendo desde niño no les dio tiempo para desarrollar un pensamiento propio que les evitara ser manipulados. Por eso es que siempre votaron en contra de sus propios intereses, son uribistas pobres, el nivel más profundo de ignorancia al que puede llegar un colombiano.
Ellos ahora están saliendo a la calle a hacer la revolución que nunca les permitieron los ricos. Ellos se dan cuenta que cada noche Duque, entre la espada y a pared, no tiene otra cosa más que mentirnos en su particular y desangelado Aló Presidente, decir que van a haber subsidios para los más necesitados, préstamos a los pequeños empresarios. Y todo eso no es más que su consuelo, debe ser que decirlo lo reconforta. También para él es un consuelo decirles “ratas de alcantarilla” a muchos gobernadores y alcaldes, de sangre uribista, que se están robando las ayudas en este momento. Y los va a detener, los va a meter presos, porque esos son los únicos resultados que podrá mostrar en esta crisis.
Duque, el más inexperto de todos los presidentes, el que fue elegido por millones de uribistas pobres, tiene que ver como la bomba social estalló. Lo único que podrá hacer será traicionar a Sarmiento Angulo, a los que lo eligieron de verdad, y cambiar este país. Los pobres están reventados.